Capítulo 9 - Se derrumbó la imagen
Le puse cita a Julio en el restaurante más cerca a nuestra casa, para que no se demore, más tarde pasar a recoger a Patricia quien quedó en la casa esperándome. La sensación de que podamos ser padres… eso me tienen contento, hasta feliz deseo que sea mañana para saber si seremos padres o no. —Le estreché la mano al investigador, ya solo quería que me dijera lo que le ocurre a mi mujer, para saber qué le pasaba y así poder ayudarla. No creo que sea algo grave.
—Don José Eduardo.
—Julio. —En ese momento llegó un mensaje a mi celular
«¿Crees que tu mujer se encuentra en tu casa? Apenas saliste, vino a mí, ella siempre viene a mí, gracias por decirle que Rodrigo Cifuentes estaba en Bogotá». —Un calor recorrió todo mi cuerpo.
«Estamos en el hotel a tres cuadras de tu casa, ven y compruébalo».
—Don José Eduardo, ¿le pasa algo?
—Debemos reunirnos mañana, debo irme. —Me levanté de la silla.
—Tome, es el informe, por favor léalo hasta el final.
—Gracias.
Tomé el informe y como loco conduje hasta el dichoso hotel. Me había llegado otro mensaje.
«Quiero demostrarte que tu mujer no es quien aparenta ser, estoy disfrutando de una increíble masturbación en la habitación 302, dejé la puerta abierta».
No pude esperar el ascensor, la gente me miraba y tal vez se asustaban, estaba ardiendo de la ira. ¡¿Cómo este malparido tipo se atrevía a insultar a mi mujer de tal manera?!, Patricia se encontraba en la casa, no tenía que comprobarlo, porque sé que ella me amaba. Pero si le iba a partir la cara a este, tipejo por haberle intentado golpear a mi mujer en el pasado y para que no levante un falso testimonio contra ella.
Subí las escaleras de dos y tres escalones al tiempo, al llegar al tercer piso busqué la habitación iba a reventarle el rostro a este imbécil para que aprendiera a no meterse con la mujer ajena. En efecto, la puerta se encontraba abierta y al ingresar todo mi mundo se cayó.
Patricia estaba de espalda, el tipo completamente desnudo frente a ella muy pegado y con su verga muy erecta. Mi mujer giró y por su expresión de haberla sorprendido, mi presencia no la esperaba. El tal Rodrigo sonreía.
—Tú más que nadie debe de saber lo bien que masturba la puta de tu mujer. Mira cómo puso mi verga. —Patricia comenzó a negar sin emitir algún sonido. Mientras yo no dejaba de mirarla no podía ser cierto—. Mi amante se quedó muda, lo siento, tenías que saber, lo bandida que es tu esposa.
—Lamento haber interrumpido.
Di media vuelta para salir de esa habitación cerrando la puerta, volví a bajar las escaleras con una actitud muy diferente a como venía hace un rato, los acabo de ver. ¿Patricia me era infiel? Retraído, salí del hotel y como pendejo me quedé al frente en mi carro a la espera de que saliera, mi única esperanza era que saliera corriendo a buscarme…
Pero no fue así, pasaron diez minutos y nada, se quedó con él. Las manos me temblaron. No era un mal hombre con ella, le había demostrado lo mucho que la amo, ¿por qué fue infiel? Metí el acelerador a mi carro y no me detuve hasta que mi subconsciente me llevó a la casa de mi primo Alejandro, detuve el auto a las afueras de su casa, pero no en la entrada, sino alejado, para que no me vieran. ¿Cómo iba a ingresar a la casa con mi problema?
No podía, no como estaba. Donde me ubiqué, podía pensar un poco, si había algo que pensar. Desde mi lugar podría ver a los que ingresaban a la casa de Alejo. Mi celular no dejó de timbrar y al mirar las llamadas había seis de Patricia y varias de César. A una no le quería contestar, y no tenía cabeza para ver que quería Cesar. Seguí escondido en el carro, detrás de unos árboles, a esperar que pasara la ira.
El padre siempre me había llamado la atención por no saber controlar mi temperamento, por sonriente que puedan verme, era demasiado jodido. Pero esto se salía de todo propósito y yo no sé cómo controlar un engaño y más de la mujer que amo y llevé a un altar. Quien compartía su vida a mi lado. —Los carros comenzaron a llegar, vi el carro de Maju, iba sola con los niños, mis padres llegaron a los tres minutos después… mis padres—. Las manos me seguían temblando, Patricia se quedó con él, se quedó con él, como si yo no le importara.
Mi celular volvió a sonar y la palabra Diosa salía en la pantalla, así que lo apagué, no quería saber nada de esa infiel. Se jodío mi matrimonio el día en que toda la familia se reuniría. —Los carros seguían llegando, los Kozlov, los Maldonado—. Todos ingresaban y yo aún no podía controlar mi ira; esas ganas de llevarme al mundo de mierda por delante, sin importarme nada, si me ven así sabrán que algo pasaba.
Llegaron mis suegros. Miré al asiento de atrás y vi la carpeta que me entregó Julio. La tomé, en ese momento vi que Patricia llegaba en el carro de César, Jenaro conducía, detrás llegaba el carro de los Katsaros. Al parecer, casi todos llegaron. Volví a mirar la carpeta, al abrirla la primera hoja eran los datos generales de ella y en la segunda hoja…
…***…
Suelen decir que en guerra avisada no muere soldado, y yo no hice caso y ahora debía afrontar las consecuencias. No podía controlar mis nervios y no paraba de llorar, David se quedó con los agentes entregando a Cifuentes.
—Patricia de las Mercedes, si no quieres que todos se enteren hoy, ¡cálmate!, has acto de presencia, finge que tienes algún malestar, cólico menstrual o lo que se te ocurra para no alertar a la gente, en especial a tu sagaz hermana que desde lo ocurrido hace un par de años tiene el radar desarrollado para detectar los problemas de su familia y amigos. Que nadie se entere, mientras yo trato de buscar a José Eduardo. —dijo César.
¿Por qué tenía que pasar las cosas así? Si se hubiera quedado unos segundos más, se habría dado cuenta lo ocurrido, ese era el plan de César, David y los agentes de policía para detener a Rodrigo. Había quedado con mi cuñado, era el momento de ponerle fin a esto. Él llegó con David justo a los segundos de que mi marido saliera de la habitación derrotado y pensando que le había sido infiel. Sé por experiencia de que David Guzmán era todo un caballero, en el pasado que compartimos, él jamás me puso un dedo encima mientras íbamos a darle placer a los comandantes de la organización en la que estaba.
Desde la primera vez me reconoció, yo era la hermanita de una de sus mejores amigas de la universidad. Y desde entonces hablé mucho con él. No demora en llegar, él se quedó con la policía mientras testificando y mostrando el historial de amenaza de ese sujeto en mi persona, yo no pude hacer mucho, solo tenía el rostro y la mirada de dolor y decepción de mi esposo.
—Tome señora, Patricia. —Jenaro me pasó una botella con agua—. Tengo el video de la cámara donde se evidencia que usted tenía solo medio minuto de haber ingresado y él ya la esperaba desnudo y excitado, se ve cómo le mandó los mensajes por teléfonos y le apuesto que eran para el señor José Eduardo. No hubo tiempo de nada, desde su llegada a la de su marido. Solo es cuestión de mostrarle, hice una copia antes que la policía llegara.
—¿Ves?, solo es cuestión de encontrar a José Eduardo y hablar con él para aclararle, tú me dijiste que le confesaste que fue un mal novio, podemos decirle que te estaba chantajeando con unas fotos inapropiadas en su época de novios. Aunque por experiencia te digo, confiesa la verdad.
—Vi su mirada César, algo en su alma se quebró, José no comprenderá la cantidad de hombres que pasaron por mi cama, puede aceptar unos cuantos. Pero fueron centenares. —Mi cuñado se quedó callado—. ¿Viste? No es fácil de aceptarlo. —El alma me dolía.
—De todos nosotros eres la más creyente. Confía en Dios. Ahora vamos, nos están esperando.
Puse todo mi esfuerzo para simular que no pasaba nada. Por los sucesos de las últimas horas mi regalo lo dejé en el sillón de la habitación, ingresamos, Maju fue la primera en llegar a saludarme.
—¿Qué pasa? —Mi cuñado tenía razón, no se le pasaba nada.
—Bonita en la casa te cuento, es un tema familiar que ya es hora de que Patricia de las Mercedes les diga a ti y a tus papás.
—¡No!
—Pues lo siento cuñada, a ellos les dirás. No me siento cómodo mintiéndole a mi mujer, juré jamás hacerlo y por un tiempo te cubrí las espaldas, pero tu marido ya supo. —Maju lo miró—. Todo te lo diremos esta noche amor. ¿Vale? Y todo lo supe cuando investigaba a las familias cuando te secuestraron.
Ella afirmó y me abrazó, me dio un beso en la frente. —No llores, Patricia, no llores—. Terminé mi recorrido en saludos. Llegué hasta donde Eros.
—¡Tía! —Lo abracé.
—Mi corazón, por cosas imprevistas, se me quedó tu regalo en la casa, ¿pasas mañana por ellas?
—Tranquila tía.
—Feliz cumpleaños, mi amor.
—¡Es el mejor cumpleaños tía, toda mi familia está reunida!
—Así es mi vida.
Espero no dañarle el cumpleaños a mi sobrino, sería lo último. Volví a marcarle a José y tenía su celular apagado.
