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Marck vivía en un residencial exclusivo y la verdad se respiraba aire a tranquilidad.
Escuché cuando por medio de un micrófono llamaban a las personas a ponerse de pie, me levanté rápido y fui a la reunión, pero siempre mantenía mi distancia pues la mayoría de personas que llegaban ahí no las conocía excepto a los alumnos de nuestra sección, pero tampoco les hablaba a todos.
Dieron un pequeño discurso, un tanto reflexivo; sin más que agregar nos dirigimos hacia el cementerio.
Lorenna se me había perdido de vista, pero yo seguí la fila de personas.
Caminamos y caminamos hasta llegar, observé que el cementerio tenía un aspecto muy bonito, habían árboles, flores y pasto muy verde. En un lugar así hasta yo quisiera estar enterrada, graciosamente lo dije en mi mente.
No estamos para bromas, Nikky.
Esa tarde el sol había bajado su intensidad y había un gran silencio, podía escuchar sollozar, otros murmurando, otros estaban platicando y yo... me encontraba solo esperando que terminara eso para regresarme a casa. Suena cruel, lo sé.
Pasaron ciertas personas, las más allegadas a Marck, como sus padres y compañeros; cada uno iba dando su discurso. Ciertos arreglos florales adornaban la caja, como también trofeos.
¡Vaya! Este chico sí que era bueno en sus cosas.
Correas sostenían la caja de Marck y éstas iban sediendo hasta que llegaron al límite del agujero.
A medida que iba bajando más y más, los llantos se intensificaron. Las personas lloraban desconsoladamente, sin embargo yo estaba sin sentir nada, me sentía un tanto mal porque creo que era la única que ni una lágrima había derramado, pero no podía fingir tampoco.
Detrás de mí había un grupo de adolescentes murmurando, volteé un poco mi cuello para determinar qué estaban hablando y entre tantos comentarios pude distinguir:
—Dicen que no fue suicidio, lo qué pasa es que la familia está tratando de manejar el asunto con discreción. —había dicho uno.
¿Qué?
Tragué grueso y me llevé la mano a mi pecho.
Lo primero que me cuestioné es que si esa teoría era cierta había un asesino suelto por ahí. Pero sabía cómo eran los chismes, decían cada cosa que al final ninguna era cierta. A puesto a que rondarían diferentes teorías de lo que había pasado con Marck.
El tiempo pasó y en medio del grupo Lorenna salió y me dijo:
—Nikky, ¿nos vamos?
—Me iré caminando hasta la estación de buses desde acá, no te preocupes—respondí.
Las personas fueron yéndose uno a uno, hasta que quedó el lugar completamente solo. Por extrañas razones caminé hacia el lugar donde estaba la placa de Marck y fue hasta ese entonces que sentí tristeza por él; alguien que tenía dinero, tenía fama, era joven y talentoso no podría haberse quitado la vida, pero no lo cuestioné ya que aveces todas esas cosas no nos llenan como persona y quizás por eso tomó esa decisión.
Me incliné un poco, tomé una de las Ritas que tenía dentro de los tantos ramos y se la coloqué en la placa.
—Donde quiera que estés, espero que obtengas la paz que siempre quisiste—susurré en voz baja.
Terminando la oración me levanté y alcé mi rostro, una ráfaga de viento pegaba en mi cara haciendo mover mi vestido. Fue en ese momento donde escuché: Nikky.
Era la misma voz que había escuMado la noche anterior, en donde creí que era parte de una pesadilla.
"Nikky" repitió.
Sentí cómo me entraban escalofríos desde mis pies hasta mi cabeza, quedándome helada y perpleja. Podía sentir que no tenía dominio sobre mis pies, miraba hacia los lados para ver si notaba a alguien que me ayudara a salir de la situación en que me encontraba, pero solo estaba la tumba de Marck y yo.
Tomé ciertas fuerzas para mover mi boca y susurré:
—¿Qué quieres?
"Ayúdame"
Fue un susurro que se confundía con el sonido del viento. ¿Me estoy volviendo loca? Apreté mi cabeza y cerré mis ojos con fuerza para intentar que esa voz se alejara, pero luego me reincorporé y abrí mis ojos. Unas veces había escuMado la voz de Marck en la universidad así que me asusté mucho más cuando comparé las voces con la suya.
No podía ser posible.
—¿Marck? —cuestioné más para mí misma.
—Señorita —escuché a lo lejos.
Volteé hacia el norte en donde estaba un anciano con tijeras de podar césped.
Caminó hacia mi dirección poco a poco hasta llegar donde me encontraba.
—Señorita, debería de irse ahorita ya que en este cementerio se cierra dentro de poco y no es bueno que esté por acá sola, si gusta la acompaño hasta el portón principal.
No lo conocía, pero me daba confianza; en ese momento no quería estar sola, más por lo que había experimentado. Asentí sin decir nada, pero cuando íbamos caminando él señor iba platicándome cosas de las cuales no puse atención, mi mente iba pensando en lo que había escuMado, esa era la voz de Marck, ¿cierto?.
¿Por que había escuMado esa voz y por qué decía que lo ayudara? Me planteé volver con mi psicóloga seriamente e incluso volver a tomar mis calmantes. Sentía que me volvía loca poco a poco.
Cuando llegamos al portón le agradecí por la compañía al señor y me dirigí hacia la estación de autobuses para irme de una vez a mi casa.
