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El goteo de agua me hace abrir los ojos con dificultad. Me dolía la cabeza y sentía que estaba tirada en algo duro. Cuando mi vista se aclara y logro sentarme en el cemento me doy cuenta de lo que realmente pasa: estoy en una alcantarilla. ¿Cómo llegué aquí? No logro recordar nada. Llevo una mano a la parte trasera de la cabeza ya que siento algún líquido vertiendo de ella. Cuando me veo la mano veo rojo: sangre.
Intento ponerme de pie pero al principio es inútil, me duele el cuerpo, las piernas, como si hubiera corrido un maratón. Tenía las zapatillas desgastadas y llenas de polvo. Mi pantalón estaba roto en las rodillas y mi chaqueta tenía algunos agujeros en los codos. Parpadeé varias veces sin entender lo que había pasado. ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué me pasó? ¿Me desmayé acaso? ¿En donde estoy? El estar pensando y pensando hacía que mi cabeza doliera más.
Al final me pongo de pie, pero trato de recordar algo siquiera. Lo último que recuerdo era estar en clases. Matemáticas para ser exactos. Luego de eso salí con un grupo de amigos, pude distinguir a Lorenna y Jimena entre mi flashback. Pero luego de eso no recuerdo nada.
Camino hacia la salida, el sol me golpea la vista. Estoy en la alcantarilla del parque que está cerca de mi casa. El lugar estaba vacío como de costumbre. Miré a ambos lados tratando de encontrar algo o a alguien que me ayude a entender qué es lo que me pasó pero no había nadie.
Un extraño sonido me saca de mis pensamientos. Es un celular. Lo sentía dentro de mi chaqueta. Lo saco y veo al remitente: Lorenna. No dudé en contestar.
—¿Hola? —mi voz sonó rasposa y seca, como si necesitara tomar agua urgente.
—Nikky, gracias a Dios, te he buscado por todas partes, ¿donde estas? —me pregunta un tanto exaltada.
—Yo... no lo sé, quisiera saberlo también —logré responder.
—¿Estás bien? Suenas extraña.
—No sé qué me pasó, Lorenna, es solo que creo que me desmayé.
Hubo un silencio del otro lado de la línea.
—Quizás tenga una explicación. No puede ser por mensajes. Te veo en tu casa en diez minutos. —y cuelga. Quito el celular de mi oreja sin entender para después guardarlo. Camino hacia la casa que no queda muy lejos con algo de dificultad. La verdad es que sí me dolían las piernas. Como si hubiera hecho un montón de ejercicio. La tarde estaba cayendo, el pueblo era tan fantasma que las personas solo salían de sus casas para lo necesario. Fantasma o aburrido.
Cuando llegué a casa abrí la puerta para después cerrarla detrás de mi.
—¿Mamá? —tanteé, pero no recibí respuesta. Aún sigue en el trabajo. Subí a mi habitación y me quité toda la ropa sucia, me metí a bañar para relajarme un poco y quizás también se aclaren mis ideas. Mientras estaba en la ducha flashes vinieron a mí:
—¡No lo hagas!
Un grito. No conocía la voz. Estábamos en una habitación oscura, fue lo que pude recordar. Llevé mis manos a la cabeza y la apreté. ¿Qué me pasa? Salí de la ducha envuelta en una toalla, como estaba anocheciendo me puse solo una pijama ligera, dejando mi cabello suelto para que se secase. Mi habitación era mediana, color turquesa, una cama, un escritorio con espejo y mi ropero. No era nada del otro mundo. Y hasta desordenado estaba.
Abajo tocaron el timbre, así que salí de mi habitación y bajé las escaleras corriendo para poder abrir la puerta.
Lorenna.
—Al fin llegas —musité, cerrando cuando está dentro.
—Te ves pálida —me dice.
—No sé lo que me pasó —expliqué— Estaba desmayada en la alcantarilla del parque y sucia. ¿Me estoy volviendo loca?
—No lo estás —me dice como restándole importancia mientras se sienta en el sofá y me hace un gesto para que me siente yo también.
Me senté en el sillón de enfrente.
—Es solo que me habías dicho que no habías comido en todo el día y te sentías mareada, eso es todo. De seguro cuando llegaste allí tu cuerpo no pudo más y te desmayaste por eso. —explicó— Es por eso que te traje una pizza —me muestra la bolsa que traía en su mano que por alguna razón no había visto. Y sí, había una pizza de sólo seis trozos.
Mi estómago rugió. Quizás era cierto.
—No recuerdo cómo llegué allí —tomé la caja.
—Suele pasar, Nikky, tranquila —la abrimos. El olor a pizza hace que me olvide de mi paranoia y me concentre solo en comer. Quizás no era para tanto, quizás Lorenna tenía razón: me había desmayado por no comer en todo el día. Solía pasarme que dejaba pasar las horas de las comidas y luego por eso me sentía mareada. Así que no le puse tanta importancia.
—Hay algo que no te he dicho —me dice de pronto, su semblante cambió a uno serio— Es algo delicado la verdad.
—¿Qué es? —me puse en alerta, no me gustaban las malas noticias o saber cosas malas. Era muy sensible y cualquier cosa me podría afectar. Por eso mejor a veces prefería no saber nada que afectase mi salud mental.
Lorenna se debate en si decirme o no, su cabello rubio le caía en unas ondas en sus hombros y sus ojos grandes y azules me examinaban. Lorenna era alta y muy bonita, a la par de ella yo era... puff, nada.
—Se trata de Marck Jhonson, Nick —empieza.
