Librería
Español

En La Oscuridad (Completado)

169.0K · Completado
Becoleman
57
Capítulos
4.0K
Leídos
9.0
Calificaciones

Sinopsis

- ¿Q-qué quieres d-de mí? - Quiero todo de ti. - Dijo con deseo en su voz. - No te acerques. - Fue acercándose lentamente más a mí y mis ojos conectaron con los suyos. - Imposible de obedecer. - Y rozó uno de sus dedos por mi mejilla, haciéndome estremecer. Di un paso hacia atrás pero sus manos me detuvieron de seguir avanzando. - Será imposible para ti que me aleje.

RománticoDulceFantasíafirst loveVampiros

¿Bienvenido?

Hola, soy Camila Dawson. Mido 1,70, blanca, cabello castaño claro, casi rubio. Mi color de ojos es miel. Tengo 17 años, y sólo nos queda menos de un año para terminar la secundaria. Vivo en Butler, Pensilvania, en los Estados Unidos.

Mis padres son: Emily y Adam Dawson. Soy hija única así que no tengo idea de lo que puedan significar las peleas entre hermanos por el baño o cosas así.

Soy una chica reservada, y algo tímida; aunque a veces puedo ser bien rebelde, estúpida y sarcástica. Tengo dos mejores amigos: Alicia Browns y Michael Brennan; aunque, vale aclarar que, Michael y yo, tuvimos una relación que no funcionó. Así que, por el bien de los dos, decidimos ser sólo amigos.

***************

¡Estúpida alarma, te odio!

Me giré en mi cama, agarrando el aparato con desprecio y enojo, lanzándolo con fuerza hacia la pared, sonriendo con malicia al verlo hacerse añicos delante de mis ojos, todavía, adormilados.

Abrí mis ojos con rapidez, dándome cuenta que, lo que había hecho, lo había hecho sólo en un sueño.

¡Soy estúpida! Siempre pienso e imagino en hacerlo pero nunca puedo ni lo logro.

Ruedo mis ojos con fastidio, girándome en la cama, deteniendo el sonido estrepitoso que producía aquel aparato estresante. Me quedé en mi cama, mirando al techo como si, éste, fuera la octava maravilla del mundo o hubiera algo en él que me hiciera admirarlo.

Mis ojos viajan por toda mi habitación, analizando cada parte de ésta. Mi habitación es bastante cómoda; el color de las paredes es de un lila bastante claro, incluyendo un armario y baño propios; tengo un escritorio de color caoba frente a mi cama para poder torturarme con los trabajos de cada clase.

Mi ventana, y única de hecho, da vista hacia la calle, así que, algunas veces, muy raras, me siento frente a ella en la noche, observando el cielo estrellado o algunas luces lejanas que logro encontrar.

Decido levantarme de la cama y alistarme para ir al instituto, sin perder tiempo; entro al baño, dándome una ducha rápida. Al salir, decido que me pondré un jean azul oscuro, unas vans negras, una camiseta blanca con negro y un suéter a juego con la ropa. Al terminar de ponerme la ropa, desenredo mi cabello y decido salir de la habitación a comer algo.

Debo reconocer que, nuestra casa, es bastante cómoda, gracias al trabajo de papá que es médico; mamá es ama de casa y fue decisión unánime entre ellos.

Vivimos en una casa de dos pisos, con tres habitaciones. La habitación restante es de mi primo favorito: Jackson Crown; hijo de la hermana mayor de mi madre e hijo único también. Sólo puede venir los fines de semana por causa de la universidad y porque mi tía Stacy vive lejos de aquí.

Bajé las escaleras con lentitud, analizando mis pasos. Nuestra cocina es de un tamaño normal; es de un color beige claro, con unos gabinetes de color café. Tiene una pequeña isla en el centro, del mismo color que la cocina.

Al entrar a ella, mi madre se encontraba preparando el desayuno; apenas me sintió, se giró un poco, sonriendo.

- Buenos días, cariño, ¿cómo amaneces? - Volvió a la suyo mientras sonreía.

- Buenos días, mamá. Bien. ¿Y papá? - Me acomodé en el mesón, uniendo mis manos en silencio.

- Tuvo que salir temprano; lo llamaron por una emergencia. - Se giró, entregándome mi desayuno: huevos con tocino. Delicioso.

Me encontraba desayunando, cuando sentí que mi celular vibraba justo a mi lado, viendo que había recibido un whatsapp. Al verlo, era mi mejor amiga quien escribía; lo abrí, leyendo su pedido.

- Oye, estúpida, no se te olvide pasar por mí. - Sonreí al leer su mensaje.

- Qué forma de dar los buenos días, Alicia. - Esperé un momento, viendo que escribía con rapidez.

- Cállate que así me amas. - Sonreí.

- En diez minutos paso por ti. - Salí de whatsapp y bloqueé mi celular, terminando mi desayuno, agradeciendo a mi madre por el gesto, subiendo a mi habitación para terminar de alistarme.

Al estar lista, recogí mi mochila, bajé las escaleras, me despedí de mi madre y me dirigí a mi auto. Sí, tengo auto propio gracias a mi padre que decidió regalarme uno. Es un chevrolet cruze, de color gris.

Subí a mi auto y emprendí la marcha hacia la casa de Alicia; a los cinco minutos, ya me encontraba estacionada, frente a la casa de mi amiga, esperando que saliera.

Al verla, venía con una sonrisa en su rostro, causando que negara en silencio. Mi mejor amiga es piel canela, de mi estatura, cabello negro, ojos azules y un excelente cuerpo. Venía con un jean negro, ajustado, una blusa azul oscura y unas vans negras; traía una chaqueta de jean en sus brazos, oscura. Al subir al auto, cerró con cuidado la puerta, mirándome con emoción.

- Hola, bitch. - Sonrió mostrando todos sus dientes blancos y perfectos mientras, yo, reía con suavidad.

- Hola, Ali, también es un gusto verte. Gracias, estuve muy bien el fin de semana. - Ella rodó sus ojos, cruzándose de brazos.

- No seas dramática, Camila; no estuviste conmigo el fin de semana. - Reí con algo de fuerza y nos puse en marcha.

- Pero sí estuve con Jack... - Pegó un grito dentro del auto que, casi, me deja sorda mientras aplaudía con emoción.

- ¿Te preguntó por mí? ¿Qué dijo? - Sonreí, negando en silencio. Alicia tiene un crush profundo con mi primo, y ¿quién no? Es muy simpático.

Jackson mide un metro noventa casi, su piel tiende a verse bronceada, su cabello es, casi, rubio, sus ojos son de un color verde maravilloso, y su cuerpo es...

Está muy bien formado.

- No dijo nada de ti. Creo que se le olvidó que existes. - Reí al ver la cara de incredulidad de mi mejor amiga. - Te envía saludos. - Y de nuevo el grito de fangirl.

Nuestro recorrido se mantuvo así: ella haciendo preguntas y yo contestándolas. Al llegar a la secundaria, estacioné el auto cerca a la entrada, viendo a Michael acercarse al auto para saludarnos.

- ¡Mis chicas favoritas! - Rodé mis ojos ante su comentario pero, Alicia, se carcajeó tan fuerte que, los pocos alumnos que quedaban en las cercanías, nos miraron de una manera extraña.

- Creo que somos tus únicas chicas, idiota. - Mordí mi labio inferior para no reír con fuerza por el comentario de Ali.

- Hey, me ofendes. Hay muchas chicas detrás de mí. - Y reí con incredulidad ante su comentario mientras, Ali, se unió a mí.

Michael es simpático; es de un metro ochenta y cinco, piel canela, cabello castaño oscuro, ojos color café claro y un excelente cuerpo.

- Sólo olvídalo, Mike. - Palmeé su hombro y me encaminé a clases.

Al llegar a nuestro salón, Alicia se sentó junto a otra compañera en los puestos medios, ya que nos habían separado por hablar demasiado en clase; Michael siempre se sentaba al frente y yo, de renegada, me sentaba en la parte trasera de todo el salón. No me gustaba estar al frente de todos.

Al llegar a mi puesto, me quedé unos segundos observando el puesto continuo al mío; tengo una compañera de puesto, que siempre es puntual cuando se trata de estar aquí, pero, al parecer, no vino hoy; ¿qué le habrá sucedido?

Me ubiqué en mi asiento, dejando de prestarle atención a aquello, cuando el profesor de matemáticas, un señor regordete, de unos cuarenta años, con una sudoración excesiva, entró. Dio inicio a la clase y, aunque intentaba prestar atención a lo que enseñaba, no podía; debería hacer algo al respecto. Apesto en esta materia.

Unos veinte minutos debieron pasar, cuando escuché que alguien daba unos golpes en la puerta; el profesor detuvo su enseñanza, acercándose a la puerta para abrirla pero no me interesaba levantar mi vista del cuaderno mientras escribía estupideces en él.

- Buenas noches, ¿señor...? - Hizo una breve pausa, esperando respuesta del  nuevo visitante.

- Thomas Brighton. - Detuve mis escritos, levantando mi mirada del cuaderno con lentitud, queriendo descubrir quién era el dueño de semejante voz tan sexy.

- Adelante, señor Brighton. Espero que no se repita este incidente; me gusta la puntualidad. - El profesor se hizo a un lado dejando entrar al chico nuevo.

Al verlo cruzar la puerta, casi se me salen los ojos y la baba al verlo; ¡qué hombre! Quizás del alto de mi primo, o más, blanco, cabello negro, un cuerpo de muerte, labios gruesos y su color de ojos era azul, verde, gris, ¡no sé ni qué color!

Escuché el pequeño suspiro ahogado de mis compañeras al verlo. Estaban peor o igual que yo.

- Sí señor. Soy estudiante nuevo. Estaba en la oficina de la secretaria. - El profesor King asintió, mirando alrededor.

- Bienvenido, señor Brighton; tome asiento al lado de la señorita Dawson. - Señaló en mi dirección mientras, yo, dejaba caer mi cabeza, algo apenada.

¡Carajo, se va a sentar acá! Respira, Camila, respira.

Debo hacer una pequeña puntuación: su llegada, en ésta época, es algo extraño; falta menos de un año para acabar la secundaria y a él se le da por aparecer.

Decidí ignorar a mi ruidosa mente y me concentré en mi cuaderno, ignorando, también, las miradas asesinas de mis compañeras. Sentí cuando, él, se ubicó a mi lado, colocando sus cosas sobre la mesa; me sentía extremadamente nerviosa y mi pulso corría como loco, martillándome el cerebro.

- Hola. - Maldita voz tan sexy. Levanté mi vista lentamente, viendo que me sonreía. Wow, de cerca se ve mucho mejor de lo que esperaba; aunque tiene unas ojeras algo pronunciadas pero no le quitan lo sexy. - Soy Thomas. - Le sonreí de vuelta con timidez.

- Camila. - Me concentré de nuevo en mi cuaderno, sin despegar los ojos de este.

El resto de clase continuó así: no me despegué ni un segundo del cuaderno pero podía jurar que sentía su mirada intensa sobre mí. Al sonar la campana que avisaba que la primera hora había finalizado, logré ver cómo se levantaba con rapidez, saliendo del salón con cierto afán. Suspiré con algo de ansiedad.

- ¿Qué rayos le hiciste al nuevo, Camila? - Escuché la voz de mi mejor amiga y fruncí mi ceño, sonriendo con confusión.

- Absolutamente nada, Ali, ¿por qué? - Ella rodó sus ojos con una sonrisa.

- Pues llevaba una cara de fastidio, que parecía que quería asesinar a alguien. - Hice una leve mueca, negando en silencio.

- No hablamos nada, Ali. Él se presentó, al igual que yo y eso fue todo lo que hablamos - Mi amiga asintió, cambiando el tema.

- Vamos a nuestra siguiente tortura. - Reí por su cara de fastidio y me levanté del asiento, siguiendo sus pasos.

El día transcurrió con bastante tranquilidad. Nuestras clases siguieron sus cursos normales, aunque no volví a verlo a él en ninguna de ellas; ¿se habrá sentido mal? A la hora de ir a la cafetería, decidimos comer algo rápido.

Estando allí, logré ubicar al chico nuevo, que estaba reunido con dos jóvenes más. Un chico rubio, ojos azules, blanco, con cuerpo de muerte también, y una chica pelirroja, blanca, ojos ¿morados? Qué extraño. Me parece que es un poco más alta que yo.

Estaban hablando y riendo entre ellos; se veían demasiado perfectos para ser reales. ¿Acaso son modelos de revistas o qué? Ya quisiera, yo, verme igual de bien que ellos; hasta se verán demasiado bien en las fotos "desprevenidas". Yo parezco un aborto fallido de mono.

Después de salir de la cafetería, seguimos con el resto de clases. Al terminar el día, nos despedimos de Mike y llevé a Alicia a su casa.

- Nos vemos mañana, bitch. - Reí y asentí. Se bajó del auto y me gritó desde la puerta de su casa. - Te quierooo.

- ¡Yo también me quiero! - Me mostró su dedo medio y reí con cierta fuerza, viéndola entrar a su casa.

Puse en marcha mi auto y me dirigí a casa. Unos quince minutos después, llegué a mi destino, viendo que mamá iba de salida, acercándose a su auto; estacioné mi auto, bajando de él.

- Hola, cariño. - Me acerqué a ella y la abracé.

- ¿A dónde vas? - La observé con curiosidad.

- Tu padre me llamó. Necesita que le lleve unos papeles que se le quedaron y hasta ahora se da cuenta. - Sonrió, negando con su cabeza. - No sé dónde tiene la cabeza ese hombre. De milagro no se le olvida vestirse. - Reí con suavidad. - Te dejé algo de comer en el microondas. Llego más tarde porque aprovecharé para hacer unas compras.

- Gracias, mamá. - Dejé un beso en su mejilla y me dirigí a la casa, viéndola desaparecer por la vía.

Al entrar, calenté lo que mamá había dejado y me senté a comer. Pasaron unos veinte minutos cuando sentí mi celular vibrar sobre el mesón; me dí cuenta que era Ali, así que contesté.

- Hola, Ali. - Esperé en silencio por su respuesta.

- Hola, bitch. - Sonreí al escucharla. - ¿Qué harás esta tarde?

- ¿Deberes? - Escuché la risa de mi mejor amiga y sonreí levemente, comprendiendo que planeaba hacer algo.

- Olvídalo, amiga. Iremos al centro comercial. - Suspiré suavemente. Era caso perdido pelear con ella o llevarle la contraria.

- De acuerdo. ¿A qué hora paso por ti? - Escuché el grito de emoción que pegó y tuve que despegar mi celular de mi oreja.

- En media hora. - Asentí en silencio.

- De acuerdo. Nos vemos en media hora. Te quiero, estúpida. - Escuché un leve bufido y sonreí.

- Yo más, inepta.

Cortamos la llamada y terminé de comer. Limpié un poco el desorden y decidí subir a mi habitación para adelantar un poco los deberes que nos habían dejado. Faltando diez minutos para las cuatro de la tarde, tomé una chaqueta negra, y salí de mi casa para ir por Ali. Antes de emprender la marcha, le envíe un mensaje a mi madre, diciéndole que estaría con Ali en el centro comercial.

Al pasar por Ali, ya me estaba esperando en la acera de su casa; al verme, se acercó y se subió al auto, colocándonos en marcha hacia el centro comercial. Al llegar, dejé el auto estacionado a unas pocas calles cerca de ahí ya que Ali quería entrar a una de las tiendas que estaban fuera del centro comercial.

Estuvimos toda la tarde vitrineando, riendo, molestando y comiendo helado. A eso de las nueve de la noche, ya ambas nos encontrábamos exhaustas, así que decidimos emprender el viaje de regreso a nuestras casas. Salí del centro comercial sola; Ali tuvo que devolverse con afán porque había dejado a "su bebé" en una de las tiendas de ropa. Le dije que esperaría por ella en el auto y aceptó con una sonrisa.

Me encontraba caminando por las pocas cuadras que llevaban hasta mi auto, notando la soledad que me rodeaba mientras avanzaba, sintiendo que era observada, casi como si me estuviesen siguiendo pero, al mirar hacia atrás o a mis costados, no lograba encontrar ni ver a nadie. Crucé frente a un callejón sumamente oscuro, sintiendo cómo generaba un miedo absurdo dentro de mí; la oscuridad del callejón engañaba a mis ojos. Podía jurar que veía a alguien allí adentro pero me obligué a seguir caminando e ignorar a mi cerebro. Tal vez sólo era mi imaginación después de todo.

Al llegar a mi auto, saqué las llaves del bolsillo trasero de mi pantalón, queriendo abrir la puerta pero, al mirar la ventana, me topé con el reflejo de alguien más detrás de mí. Miré confundida aquel reflejo, sin poder comprender lo que veía.

¿Thomas?

Sentía que mi pulso comenzaba a correr a mil, decidiendo que daría media vuelta con lentitud, queriendo comprobar si era verdad lo que estaba viendo.

Me llevé la sorpresa del siglo cuando encontré a Ali frente a mi rostro, gritando un fuerte "boo" mientras sus manos se encontraban a los costados de su rostro. Mis llaves cayeron al suelo y mi mano fue a parar a mi pecho, tratando de sofocar los latidos arrítmicos de este.

- Qué estúpida eres, Ali. - Ella me miró con burla, riéndose con algo de fuerza.

- Debiste ver tu cara, Cami. Fue épica. - Rodé mis ojos, negando en silencio, inclinándome a recoger las llaves del suelo, abriendo el auto.

- Sólo sube, Alicia.

Dio la vuelta mientras yo subía, subiéndose enseguida. Encendí el auto, emprendiendo la marcha, dejando a Ali en su casa, recordándole que pasaría por ella mañana. Nos despedimos y me dirigí a mi casa, estacionando el auto apenas llegué y bajando de él. Mientras caminaba hacia la puerta, sentí cómo una brisa helada golpeaba mi cuerpo, haciendo que los vellos de mi cuello se erizaran. Me abracé a mí misma y me apresuré a entrar a la casa, sin querer mirar hacia atrás.

Mis padres se encontraban viendo televisión; los saludé y me despedí de ellos, al mismo tiempo que comenzaba a subir las escaleras. Me dirigí a mi habitación, cambiando mi ropa por una de mis cómodas pijamas: un pantalón de pijama gris y una camiseta vieja negra que parecía más de color café.

Me acosté en mi cama, acomodando mi cuerpo en una posición relajante, haciendo que mi cuerpo cayera en un sopor tranquilo.

Y, sin esperarlo, caí rendida en los brazos de morfeo en menos tiempo del que pensaba...