Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 2

Las clases trascurren como cualquier otro día, lo cierto es que es un tanto extraño no conocer lo que sería un instituto de verdad. Aunque pienso que esto es bastante parecido; gente por todos lados, tenemos nuestros descansos... la única diferencia es que una vez que acaba el horario de clase no salimos de aquí, o bueno, como mucho al patio delantero, donde hay unas cuantas mesas de madera y un pequeño bosque, o al patio de la parte de atrás, donde hay construidas una pista de fútbol y otra de baloncesto. Creo que, quien se aburre en un sitio tan perfecto como este, es que no está muy bien de la cabeza.

Tras las dos primeras clases, salimos a lo que es nuestro primer descanso de quince minutos. Voy con Diana hacia el patio delantero, donde solemos sentarnos y hablar de cualquier tontería que se nos ocurra, nunca se nos acaban los temas de conversación.

— Oye, no me has contado nada todavía de tu famoso sueño — Es lo primero que dice hoy, sacando el sándwich de su bolsa de papel

— No me has preguntado — Sonrío, encogiéndome de hombros — Estabas muy ocupada quejándote por todo. Pero tranquila, no ha habido novedades. Ha sido el mismo que las últimas noches; yo salgo al escenario y comienzo a cantar... y justo cuando la gente está en silencio conteniendo la emoción sale ella, o él, quien demonios sea que cante conmigo, y entonces todo se viene abajo por los aplausos.

— ¿Te has preguntado alguna vez si eso no será de alguna película de esas que te gustan a ti? — Me mira enarcando una ceja.

— He pensado todas las opciones, y no — Sacudo la cabeza a ambos lados — ¡Tiene que ser real, Diana! Si no, ¿por qué todas las noches lo mismo? Es una señal... es algo.

Se queda callada mientras su expresión cambia; los ojos se le cierran hasta quedarse entornados y la boca se le frunce formando una línea recta... y es entonces cuando sé que está pensando en algo.

— Quizá sea yo misma la que canta contigo y ya está — Dice al fin — Nos pasamos todo el día juntas, me conoces más que a nadie, ¿no tengo derecho a aparecer en tu sueño?

— Es una posibilidad... — Susurro sin mucha convicción. Aunque no se lo diga a Diana, tengo más que claro que no es ella. Mi mejor amiga es la mejor en eso de los acordes, ritmos y demás, pero cantar de esa manera... no la veo capaz.

Tenemos que volver a clase, por lo que la conversación se queda ahí, en un punto y seguido, lo que quiere decir que continuaremos con ella en otro momento.

Cuando acaban las cuatro clases restantes y alrededor de las dos y media de la tarde, bajamos al comedor, donde sí nos sentamos normalmente con algunos de los chicos, exactamente con Fabio y Edgar. Recuerdo perfectamente como los cuatro nos hicimos casi inseparables. Yo acababa de llegar, y ellos apenas llevaban en el orfanato unos días o unas semanas. Con Diana fue rápido, ya que compartimos habitación desde hace más de dos años. Con ellos dos fue distinto, siempre se sentaban solos, nosotras también... hasta que un día no había mesas libres y coincidimos los cuatro, y así fue como poco a poco fuimos amigos. Ellos también comparten habitación y Edgar forma parte del coro; la verdad es que tiene una voz increíble.

Ese día nos cuentan que en los descansos han estado jugando al fútbol con otros, la verdad que Diana y yo no solemos ir a las pistas, el deporte no es lo nuestro. Comemos entre risas y anécdotas y a eso de las cuatro todos menos Fabio nos dirigimos a la sala de ensayo.

Llevo, ¿cuánto? Aproximadamente año y medio viniendo aquí, tarde tras tarde, y siempre me invade la misma sensación al pisar este sitio. Es tan solo un escenario pequeño y unas cuantas filas de asientos, pero es lo máximo que he visto en todo este mundo del espectáculo por ahora, no quiero ni imaginarme todo lo que vendrá después.

Aunque eso sí, este año es distinto. A mis recién cumplidos diecisiete años, es en el primer campeonato de coros en el que puedo participar y no puedo estar más emocionada. Elías, el profesor de música y el más simpático del orfanato, nos anunció la semana pasada las pruebas para entrar en el coro que participará en el campeonato. Durante todo el año somos casi treinta, pero solo pueden ir catorce... y ¡vaya que si quiero ser uno de ellos!

— ¿Ya te has apuntado? — Edgar se me acerca por detrás cuando estoy mirando la lista por decimoséptima vez en esta semana.

— Fui de las primeras — Le sonrío, señalando mi nombre entre los cinco que encabezan la lista — ¿Y tú? No te veo...— Leo hasta el final, pero nada, mi amigo no aparece.

— No bueno... — Entorna los ojos mientras se rasca la nuca — Me gusta mucho esto de cantar pero delante de tantas personas no creo que vaya a ser capaz de hacerlo.

Lo miro a los ojos castaños durante unos segundos mientras retiro de su frente uno de sus muchos rizos rebeldes.

— Sabes que eres el mejor, yo sé que eres el mejor... — Suspiro, dándome una pausa — Entonces, ¿qué problema hay en que otros lo descubran?

— No sé, Juli...— Pero no le dejo terminar, ya que agarro su muñeca con fuerza y lo arrastro hacia dentro, donde ya están casi todos.

Esto no se lo he dicho a nadie, ni siquiera a mi amiga del alma Diana. Pero Edgar es una de las opciones... quiero decir, de mi sueño. Canta precioso, tiene una voz que te deja sin respiración, ¿por qué no? Podría ser él, así que necesito que esté conmigo. Para que la gente vea lo que veo yo y porque es cierto que es el mejor.

Juntos llegamos al escenario y subimos por las escaleras delanteras. Los demás ya se reúnen alrededor de Elías, el profesor. Que vestido con sus vaqueros y su imborrable sonrisa, ya nos espera.

— Bien, chicos... — Mira por encima de nuestras cabezas unos segundos — Me parece que ya estáis todos, así que si os parece bien vamos a empezar.

En silencio, nos reparte unas hojas de lo que imagino que es la canción en la que vamos a trabajar hoy, espero hasta que llega la mía a mis manos y enseguida veo las letras en el papel en blanco; love yourself

Al igual que a los que cantamos nos da la letra, hay otros como a Diana a los que les da las notas y acordes. Pronto cada uno ocupa su posición: mi amiga y otros dos se dirigen a las baterías, otros cuatro a las guitarras, algunos, según su tono de voz, se ponen a nuestras espaldas para hacer los coros, y, por último, junto a Edgar y a mí, otras dos chicas y otro chico como voces principales.

Comienza el primer grupo. Yo prefiero esperar a ser de las últimas para prepararme bien el tono que voy a usar, así que mientras la canción comienza, susurro la letra para ir conociéndola. Había oído esta canción, pero jamás la había interpretado y al ser en inglés siempre lleva un poco más de dificultad.

Pronto la gente rota en sus posiciones y comienza el segundo grupo; Diana en batería y cantando una de mis compañeras y la más inaguantable de orfanato, Irene.

Es de estas personas que nada más escucharlas hablar decides que debes detestarlas. Irene es una chica a la que el ego le llega al cielo, por encima incluso... aunque eso sí, es bastante buena en lo que a cantar se refiere.

Tras ella canta otro chico que lo hace bien, y después Edgar, que lo supera con creces. Cuando veo que va llegando mi turno me pongo algo nerviosa. Normalmente no dejo que los nervios se apoderen de mí, pero hay ocasiones en las que es inevitable.

Los ritmos comienzan seguidos de la melodía, espero sin dejar de mirar el papel y cuando sé que me toca, empiezo a cantar. Todo es silencio, aunque nunca sé si es de verdad o es que yo me introduzco en una burbuja durante los minutos que estoy cantando. Llevo bien la respiración a pesar de lo complicado de la canción y por fin en el estribillo consigo soltarme y terminar el resto de la canción mucho más tranquila.

Uno, dos, tres, cuatro... a los cinco segundos toda la sala estalla en aplausos y vitores. Cuando levanto la cabeza puedo ver entre otros a Edgar sonriendo de oreja a oreja, a Diana chocando las baquetas a modo de aplauso y a Elías poniéndose las manos a modo de megáfono y diciendo algo que no logro entender.

— ¡Eso ha sido fantástico! — Elías es el primero que se acerca a mí poniendo una mano en mi hombro, cuando miro hacia arriba por supuesto veo su sonrisa deslumbrante — No nos mientas, Julieta, esta canción ya la habías cantado antes, ¿verdad?

Reímos y eso hace que toda la tensión desaparezca. Por cosas como esas pienso que Elías es tan bueno en lo que hace. Además de demostrarnos en más de una ocasión que puede tocar cualquier instrumento y que se defiende bastante bien en el canto, sabe qué decir en el momento apropiado.

— Y ahora sí, chicos — Se separa de mí aclarándose la garganta — Vamos a prepararnos para las pruebas del lunes, sois muchos para los catorce a los que puedo llevar, así que tenéis mucho trabajo por delante.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.