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El secreto 2

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yalinarr
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Sinopsis

HISTORIA YA COMPLETADA!!! ES LA SEGUNDA PARTE DE SECRETO 1 POR FAVOR VEAN LA PRIMERA PARTE Un año se pasa volando, se dijo, un año no es la gran cosa. Ignoraba en aquel entonces, que una sola noche puede cambiarle la vida a un hombre para siempre. —Y entonces él le dice: bésame, y ella lo besa, así tan despacito... —Vanesa no pudo menos que tapar su risa al oír a su amiga Elisabeth resumirle la telenovela que se veía. Ella hacía las voces, y hasta los gestos, y ahora que describía el momento del beso entre los protagonistas, había estirado los labios de un modo bastante irrisorio. —¡No te rías! —¡No puedo! Lo haces demasiado bien. —Besar no es ninguna ciencia —aseguró Elisabeth casi blanqueando sus ojos—. Deberías probar. —Y tú deberías dejar de ver tantas telenovelas. —Tonta, las veo para poder contártelas a ti. Con eso de que tus padres no te dejan ver nada de nada en la tele...

DulceRománticoSEXOAcciónUna noche de pasiónAdolescentesCEOAngelMillonario18+

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—Y bien, ¿cómo te fue?

—Un infierno de principio a fin —le contestó Ana a su amiga por teléfono. Al otro lado de la línea se escuchó la risa cantarina de Vanesa—. De veras que te quiero demasiado; de otro modo, no habría podido aguantarlo —agregó Ana mientras se tiraba al sofá de la sala de su casa y alzaba sus pies descalzos sobre el mueble. Había regresado hacía unos minutos de la última clase del día, y había llamado a Vanesa para contarle los pormenores.

—Ya, siento como que me aprovecho de tu cariño, y no es así.

—Sí, sí... Por otro lado —siguió Ana—, el restaurante al que fuimos fue simplemente maravilloso.

—¿Almorzaron juntos?

—Tocó. Era la única hora que él tenía libre.

—Oh, vaya. Qué bueno. ¿Y cuándo empiezas?

—El lunes.

—¿Quieres que vayamos de compras para que te compres ropa ejecutiva y eso? —Ana se echó a reír.

—Definitivamente no. Yo no me veré como esas mujeres oficinistas. Déjame mi ropa, que con ella estoy muy bien.

—Algún día dejarás tu estilo hippie-chic.

—¿Y por qué lo iba a dejar? No estoy incomodando a nadie, ¿no?

—Tonta que soy yo, igual, todo lo que te pones se te ve genial. Odio tu bronceado —Ana se echó a reír de nuevo. Vanesa, al contrario que ella, era de piel pálida. Que ella pudiera lucir un tono tostado en una ciudad tan fría como Bogotá era un don, aun cuando nunca había ido a la playa o visto de cerca una cámara de bronceado; sabía de mujeres que pagaban fortunas por obtener un tono de piel como el suyo. Elisabeth una vez le había dicho que ella era algo así como una Adriana Lima con ojos oscuros y sin maquillaje. Había tenido que googlearlo, y no había sabido si sentirse halagada o no.

El lunes llegó como todos los lunes de las historias de la gente que no quiere ir a trabajar: duro. En un segundo era domingo, y al otro, lunes. Era una cruel realidad.

Caminó desde la universidad luego de una larga jornada de clases y reuniones de trabajo hasta la parada de buses, preguntándose cuál la dejaría más cerca de Texticol. Aún tenía que aprenderse las nuevas rutas que tendría que tomar, pues no podía darse el lujo de andar en taxi. Se miró a sí misma, y decidió que el jean que llevaba estaba bien, junto con su blusa de estampados oscuros y la chaqueta también de jean con aplicaciones color miel del mismo tono de sus botas. El bolso era de tiras largas, y lo llevaba terciado sobre la cadera. Era de lo mejor que tenía en su armario, y sabía que desentonaría profundamente con el estilo de una oficina, pero no tenía otra opción... Y si la tuviera, igual no cambiaría, pensó con una sonrisa maliciosa.

Esta vez no tuvo problema para llegar hasta la oficina del jefazo, tuvo que esperar un poco, pero fue atendida pronto. Luego se dio cuenta de que no sería Erick quien la atendiera. Ceci, una anciana de cabello corto y blanco, de rostro un poco severo, pero que olía delicioso, la llevó hasta la que debía ser su oficina y le explicó los términos de su contrato. Al parecer, el señor Soler le había explicado acerca de su peculiar contratación, y había dejado en sus manos todo el trámite. Era de esperarse; primero, él no debía tener tiempo para ese tipo de cosas, ya había sido muy gentil en entrevistarla personalmente; y luego, intuía que tenía "sobredosis de Ana" luego de haber tenido que almorzar a solas con ella, al igual que ella tenía "sobredosis de Erick". Mejor no verse tan a menudo, las distancias eran perfectas.

—Tienes que saber que es la primera vez que contratamos a alguien que no cumplirá con el horario estipulado por la ley, y aunque sabemos que eso se debe a tus estudios, comprenderás que además de ser un riesgo en caso de auditoría, en cierta forma es una pérdida para la empresa pagar unas horas que no se están aprovechando. Por lo tanto, te solicitaremos de vez en cuando tu disponibilidad para horas extra y reuniones extracurriculares.

—Pondré todo de mi parte para compensar —contestó Ana. Ceci, si bien no estaba siendo grosera, imponía un poco, y aunque nada de lo que decía era falso, no podía dejar de preguntarse qué tanta pérdida podía significarle unos pocos pesos a una empresa que manejaba billones.

—Bien, veo que tienes una actitud receptiva, eso es positivo. De igual manera, tendrás una semana para leer tu contrato antes de firmarlo. Si tienes alguna duda, o estás en desacuerdo con algo, por favor, pide cita con Mabel para hablarlo directamente conmigo.

—Gracias... ¿Podría preguntarle cuál es su cargo en esta empresa?

—Soy la asistente de presidencia —contestó la mujer mirándola directamente a los ojos.

—Ah... ¿es decir que Mabel es la secretaria de la asistente del presidente? Estoy confundida —Ceci sacudió levemente su cabeza.

—Mabel y yo trabajamos bajo las órdenes directas del señor Soler, pero mientras ella se ocupa de su agenda y los asuntos sociales tales como reuniones y otros, yo soy su apoyo en los asuntos financieros y contables.

—Ya. Qué organizado —Ceci sonrió al verla un poco desconcertada, le pareció que era directa, y, por lo tanto, confiable.

—En otro tiempo hubo más de tres secretarias que hacían este mismo trabajo, era un derroche, luego sólo quedé yo, y era demasiado trabajo. Ahora al fin las cosas se han equilibrado—. Ana sonrió.

—¿Cuánto tiempo lleva trabajando en Texticol? Si me permite preguntar...

—Claro. Llevo veinticinco años trabajando con los Soler —Ana alzó ambas cejas al escuchar la cifra.

—Ya debió jubilarse, ¿no?

—Está igual que el señor. Pero no, no opino igual. Me jubilaré cuando sea incapaz de sumar dos más dos—. Ana se echó a reír. La mujer le caía bien. Miró en sus manos el contrato y se puso en pie.

—Ya sé que no importa si lo digo, ya que archivar documentos no es la gran cosa, pero haré bien mi trabajo.

—No se equivoque, cada papel que pase por sus manos será importante y confidencial. Yo opino que, al contrario, su trabajo será muy importante.

—Mmm... visto de esa manera, hasta me sube la moral. ¿Cuál será mi lugar de trabajo?

—Mabel te indicará —Ceci se puso en pie y caminó hasta la puerta. Habló unas cortas palabras con ella, y con la misma celeridad volvió a entrar a su oficina.

—Se ve muy llena de energía —le comentó a Mabel, una mujer de menos de treinta, de cabello castaño claro y largo, no muy delgada y aun así guapa, que caminaba delante de ella por uno de los pasillos indicándole el camino.

—Ah, lo está —contestó Mabel con voz sonriente—, todo el tiempo, y eso que no toma café. Por cierto, bienvenida a Texticol.

—Gracias.

—Viene bien tener a alguien de edad similar en el mismo piso.

—¿Trabajaré en este piso?

—Sí, claro. Aquí es donde están los archivadores.

—Ah... yo que creí que estaría en el rincón más oscuro del edificio —dijo en voz baja, y Mabel la miró extrañada. Eso la habría aliviado, significaba no tener contacto con el jefe a ningún momento del día, pero sospechaba que estando en el mismo piso se encontrarían más veces de las que desearía.