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El lado Oscuro Iluminado #4

97.0K · Completado
Claudia M. Sánchez
49
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9.0
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Sinopsis

CUARTO LIBRO DE LA SAGA. Elizabeth Reed y el empresario Matthew Evans ha superado los primeros obstáculos que amenazan con separarlos. Un matrimonio tranquilo, es lo que más desean, sin embargo, aun no todo es paz y tranquilidad en sus vidas... Matthew tratará de dejar ese pasado que lo marco, y que puede seguirlo atormentando sí Elizabeth se ve expuesta al peligro.La última parte de esta saga, en donde, todo puede dar un giro inesperado. Keira Hunter... la chica que sigue siendo un misterio para Elizabeth. Elsa Hills...Su familia...Más Secretos revelados. ¿Podrá Matthew dejar atrás su lado oscuro que lo lastimó por años?

RománticoDulcefirst loveAmor a primera vista AventuraDramaPoderosoEmbarazada

Prólogo

Es mi primera semana en la escuela. Ya no quiero ir. Todos se burlan de mí. Se burlan de lo pequeño que soy.

Evangeline me lleva en su auto a la escuela, quisiera decirle que ya no quiero ir.

—Bien, ya llegamos—me sonríe dulcemente.

Me planta un beso en la frente y acaricia mi pequeña mejilla.

—Matthew, sé que te sucede algo—toma mi mano— la escuela siempre en un inicio dará miedo, pero se aprende mucho, podrás contar, escribir mejor, cantar... Muchas cosas, porque tú eres un niño muy inteligente. Bueno, cariño, es hora de entrar a la escuela. Te quiero mucho.

Abro la puerta y con un pequeño salto bajo del auto. Moviendo la mano me despido de ella hasta que la pierdo de vista.

El pasillo de la escuela me parece enorme; los maestros siempre me llaman "pequeño", aunque ese no sea mi nombre y me sonríen como si les agradará. En una de mis manos llevo mi almuerzo: es una manzana y una cosa llamada "sandilch", creo. Me da miedo caminar solo por aquí.

—Miren, ahí está ese tonto—murmuran algunos.

Bajo la mirada a mis pies y camino más rápido. Se burlan entre ellos y me lanzan cosas de papel. Llego hasta las altas cajas de metal y trato de abrir la mía, con los únicos números que me sé: 1, 2, 3, 4...

—Ahí está ese enano.

Guardo mi almuerzo y saco un lápiz. Alguien me jala por mi grande mochila y me tira contra el suelo frío.

—Uyy, el tonto enano se cayó—se burla un niño gordo.

No puedo respirar, quiero llorar, pero más niños me rodean para verme.

—Ese lápiz es mío.

Mis lagrimas por fin se desbordan.

—Ronald, hay que burlarnos porque ni siquiera sabe defenderse—llega un niño de grandes ojos oscuros.

—Dime, ¿por qué no tienes amigos? ¿Por qué eres tan enano? ¿Eres hijo de enanos? ¿Tu primo es un gnomo?

Me jala por mi camisa y me obliga a ponerme de pie. ¡No quiero que me toque! ¡Me golpeará como el sujeto en el pasado! ¡Me golpeará! Lloro más fuerte. Me observa con una enorme y fea sonrisa, decide soltarme y aprovecho para correr lejos de ellos. Busco la puerta más cercana y me encierro ahí.

No quiero que nadie me toque. Me pegaran, al igual que el tipo...

—Mami—digo en voz baja.

Hace tiempo que no la veo. La extraño. Me tapo la cara con las manos, humedeciéndome rápido. ¿Por qué se burlan de mí? Soy más pequeño, Evangeline ha dicho que es normal.

Yo creí que iba a tener muchos amigos, como lo observaba en la televisión. Me quito la mochila y la pongo en el suelo para recargar mi cabeza. No sé a dónde entre, hay muchas cosas raras. Solo quiero que no se burlen...

Mis ojos se abren al oír el sonido de la puerta. Alguien trata de entrar.

—Cariño, soy yo, Evangeline. Tu mamá.

—Evangeline—digo en voz baja.

— ¿Puedo entrar, cielo?

No sé responder a eso. Me pongo de pie y yo mismo abro la puerta. Afuera están unos maestros y ella.

— ¿Me podrían dar un momento?

Los maestros se van. Evangeline me toma de la mano y se sienta en el piso.

— ¿Por qué lloras, cariño? ¿Te molestaron?

Muevo la cabeza tratando de decir si.

—No les hagas caso—vuelve a decir.

Suelta mi mano y la vuelve a tomar para apretarla un poquito.

—Tú eres un niño muy hermoso, ellos solo hacen eso porque quisieran ser como tú, y aunque sean dos o tres años mayores que tú, también deben respetarte.

Los dedos de su mano hacen como si caminaran en la palma de mi mano.

—Ya no te molestarán—me limpia una mejilla con el dedo gordo.

—Gracias—logro decir.

Sonríe.

—Oh, mi amor—me da un beso en la mejilla.

Le sonrío débilmente.

—Recuerda siempre que tú eres muy valioso y tú serás grande, nunca te rindas, cariño.

Quiero mucho a Evangeline. Me vuelve a dar otro beso en la mejilla.

—Cómo quisiera abrazarte—parece más triste.

Bajo la mirada a los bordes de tela de mi suéter.

—No pienses que eres muy pequeño para esta inmensa ciudad. Tú serás grande.

Sonríe y yo mismo le doy un beso en la mejilla.

Evangeline siempre será mi mami.