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Ajuste

Sergio

La gente cree en lo que quiere creer. 

Yo pasé un mes internada en un retiro de rehabilitación mental porque vivir con una persona autodestructiva por diez años te destruye. Yo me aburrí de la paz y como diría mi psicóloga, estoy acostumbrada a la guerra constante. La mía es una guerra emocional, la de esta gente es una guerra real, en la cual un día  te despiertas y lo que conoces como vida deja de ser vida, se convierte en un recuerdo, entre cenizas, muertos y huidas. 

A veces me resulta incluso poético y eso me recuerda la importancia de mantenerse en contacto con Dios al que no le hablo desde la primera vez que mi esposo tuvo una sobredosis y con un psicólogo como mínimo. Mi familia tiene razón, a mí me sobran razones y excusas para estar internada, pero soy una loca divertida. Y anoche llegó un regalo de mi padrino, con una canasta llena de vino Whajith, por favor, qué más se le puede pedir a la vida, también envió un celular y una nota.

Isabela, mi amor, no es fácil. No me imagino lo que estás doliendo o sintiendo, pero me queda la duda: ¿esta es la vida que quieres vivir? ¿Sola en medio de la muerte? Me quedo muy trágico, ahora recuerda que tienes dos amigas locas que te aman, un Sergio que te acosa, y la verdad me encantaría que estuviesen coqueteándose de manera inapropiada. Tienes hermanos que dependen de ti emocionalmente y la familia, tus papás, nosotros tus tíos, todos coincidimos en que no estamos listos para vivir sin ti. Te amo mucho muchos res y siempre serás mi consentida y solo hace falta una llamada y voy personalmente por ti. Te apunté del otro lado el número de Cash, que sé que te sabes, por favor llámale que va a matar a alguien.

Recuerda esto siempre, como dice: Mily ¡¡Te amamos con la vida!!

Tío Sebastian, el padrino y casi-papá que más te ama en la vida.

Después de releer un par de veces aquella nota por parte de mi padrino y casipapá, decidí que Ian a llamada podía al menos tranquilizarles a todos.

Hice la llamada porque mi tío Sebastian nunca habla demasiado y menos escribir una carta larguísima.

—Hola, papá.

—Isabela, eres una ¡irresponsable! Ehh, te gusta andar señalándome los errores, pero, no te alejas demasiado de mí. Hazme el favor y explícamelo a modo que lo entienda.

—Soy una adulta, Carrick. Tengo mi propio dinero y mi vida. Lamento si no estás de acuerdo, pero, he sido la madre de todos los hombres que me han rodeado; tú, Bash, Santiago y luego Xander. —Él intentó defenderse y continué. —Como me he dado cuenta de que el jodido príncipe azul no va a venir a rescatarme he decidido tomar vacaciones de ser una princesa.

—¿Crees que no me siento culpable de lo que te pasa? —preguntó. —Mi amor, de dónde lo veas, es mi culpa. Te dejé ahí mucho tiempo, estás siguiendo los patrones míos con tu madre, y sí, has estado toda la vida responsabilizándote por lo que no te toca, lo que pasa es que estás en una zona de guerra, mi amor y todos los días vivo pensando en que te puede pasar algo y no hice lo suficiente.

—Papá, tienes cuatro hijos pequeños. Dedícate a ellos.

—Isabela Burwish Pieth, puedes cumplir cuarenta años o noventa, tú siempre eres y siempre serás mi primera hija. Te amo mucho más de lo que me dejas demostrarte y tengo una enorme necesidad de protegerte.

—¿Y la más importante?

—También y mi heredera, pero, no le digas a tus hermanos —los dos reímos y le pedí que me contara un poco sobre mis hermanos y sus nuevas ocurrencias.

Yo me uní como voluntaria de guerra y ahora tengo en un pequeño campo de sobrevivientes pakistaníes un centro de aprendizaje. Los niños aprenden historia, modales y mejoran el inglés y yo puedo tomar fotografías y escribir  durante horas sin interrupción. Ayudo a los enfermos, ayudo a veces a las cocineras que se burlan de mí y poco a poco aprendo el idioma, así como, aprender de las verdaderas desgracias de la gente. 

Un grupo de militares se acercó con alimentos. 

Fui a dar una mano con los alimentos, los soldados suelen ser muy amables con la gente, sobre todo los de nuestro gobierno que en realidad no tienen parte en la situación que se vive en estos lugares. Uno de ellos sonrió y me guiñó un ojo, yo continué con lo que estaba haciendo uy cuando regresé por la siguiente caja, volvió a guiñarme un ojo y me quedé seria viéndole. 

El traje y la barba hacían que el pequeño Sergio se viera todo menos pequeño. Sonrió y no necesité más confirmación para saber que era él, sus amigos rieron mientras me acercaba corriendo y él también. 

—Sergio—dije sorprendida.

 Sergio dejó la caja en su lugar y vino a abrazarme. Yo le abracé con todas mis fuerzas porque es el hermano molesto de mi mejor amiga y eso no va a cambiar en la vida, pero, es familia, siempre lo ha sido y siempre lo va a ser. 

—Isa, ¿desde cuándo estás aquí? 

—Seis meses. —respondió y se encogió de hombros. —¿Tú cómo estás? ¿Cómo te sientes?—pregunté. 

—Bien, solo... Esto es estresante y agotador. 

—Me imagino. 

—¿Comes bien? ¿Duermes lo suficiente? Quieres que... 

—No eres mi mamá, Isabela.

—Soy como tu hermana —Sergio rio y le di un golpe en la cabeza. 

Le llamaron y él hizo una ella. 

—Eres todo menos mi hermana —respondió y puso su mano en mi trasero. 

—Acabas de enviudar. 

Sergio se apartó y me hizo una seña para que dejara el tema quieto. La muerte de un ser querido es muy diferente para todos. Yo sentí vergüenza por no haber podido salvarle ni ayudarle y  Sergio por primera vez conoció la impotencia de no tener la respuesta. 

—¿Nos vemos para Navidad? 

—Sí, solo... Sergio, escríbeme. Escríbeme cartas —pedí y le di la dirección del campamento.

Sergio escribió la suya y prometió escribir. Le di un abrazo y le dejé ir. 

Esa misma noche le escribí una carta a Sergio. 

Hoy les dejé un ratito a Cash y Sebastian.

¿Cómo lo ven? Les he puesto a ese par juntitos en el lugar menos esperado.

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