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Capítulo 4: He Vuelto

Wall Street, EE.UU.

En esta codiciada franja de tierra dominada por imponentes rascacielos, el sol se reflejaba en los cristales de los edificios, proyectando un brillo frío.

Un hombre empujó la puerta de un lujoso apartamento, cargando una pila de documentos. Justo en ese momento, el sonido de la ducha se detuvo y la puerta del baño se abrió de golpe, revelando una silueta seductora.

Sus largas y esbeltas piernas asomaban entre los pliegues de su bata de baño, insinuando más de lo que mostraban.

"Aquí tienes", dijo el hombre.

La mujer le echó una mirada al recién llegado, jugueteando despreocupadamente con su largo cabello. Se acomodó en el mullido sofá con una gracia innata y tomó la copa de vino que la esperaba. Sus uñas, pintadas de un rojo profundo, combinaban con el color del vino.

El hombre le lanzó una mirada fugaz antes de maldecir en voz baja y apartar la vista con rapidez.

Acababa de salir de la ducha, su piel aún enrojecida por el calor del agua. La bata, atada con descuido, dejaba entrever su generoso escote, a punto de desbordarse.

"Vístete, y firma estos documentos", dijo el hombre, arrojando la carpeta sobre la mesa.

"Tranquila", respondió ella con desgano, mientras deslizaba sus dedos sobre la pantalla de su iPad. Llevó la copa a sus labios y dio un sorbo pausado, disfrutando del sabor del vino.

En la pantalla, un video comenzó a reproducirse.

Apareció un hombre de rasgos apuestos, siendo entrevistado por un reportero.

"Señor Alvarez, lo veo radiante. ¿Se aproxima una buena noticia?"

El hombre esbozó una sonrisa cortés y respondió:

"Sí. El próximo día quince, Susan y yo celebraremos nuestra fiesta de compromiso. Espero contar con la presencia de nuestros amigos de la prensa."

"¡Felicitaciones, señor Alvarez! Estoy seguro de que muchas personas esperaban con ansias una noticia tan maravillosa de usted y la señorita Simmons..."

La voz del reportero se desvaneció en el fondo mientras Aurora apuraba el vino de un solo trago. Un amargor imperceptible quedó en su boca.

"Aurora, ¿estás bien?", preguntó el hombre con preocupación.

Aunque ella había decidido dejarlo ir, esa persona seguía siendo una herida abierta en su corazón.

Aurora sonrió de manera seductora y se inclinó a servir otra copa.

"¿Por qué no lo estaría?", susurró, luego, levantó la mirada con decisión. "Consígueme un boleto. Me voy esta noche."

Asher, el hombre a su lado, asintió sin dudar. Sabía muy bien que casi todo en la vida de Aurora podía negociarse, excepto esto.

Ella había esperado y planeado meticulosamente durante tres años para este día.

"Todo está listo desde hace tres meses", dijo Asher con calma. "¿Avisarás a tu familia de tu regreso?"

Aurora soltó una carcajada fría.

"¿Para que intenten matarme de nuevo? Esta vez regresaré como estudiante de intercambio", dijo ella.

"Entendido."

Aurora se puso de pie, su expresión transformándose en pura seriedad.

"Asher, te dejo la empresa. Me ha tomado tres años llegar hasta aquí, y solo confío en ti para manejarla..."

No era común que Aurora hablara con tal sinceridad, lo que hizo que la expresión de Asher se volviera inusualmente solemne.

"Lo entiendo. Haz lo que tengas que hacer. Aquí todo estará bajo control."

Aurora bajó la mirada un instante antes de susurrar:

"Gracias."

Esa misma noche, ella abordó un avión de regreso a su país natal, Clothville.

Al pisar la tierra que una vez fue su hogar, una brisa cálida y ligeramente seca la recibió.

Sus labios se curvaron en una sonrisa diabólicamente encantadora.

"Bien… estoy de vuelta."

En la zona VIP del aeropuerto, alguien ya la estaba esperando.

"Señorita Montgomery, soy Cameron. Estoy aquí para recogerla."

Aurora se quitó las gafas de sol y miró al hombre con indiferencia.

"Vámonos."

Había cambiado por completo.

La débil niña de hace tres años había muerto.

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