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(1)

Amaris resopló miserablemente mientras miraba a su alrededor. De algún modo, había acabado en el popular barrio de discotecas de la ciudad, conocido por su ambiente nocturno. Los fuertes ruidos que emanaban del interior de algunos edificios no hacían más que recordarle los intensos y rítmicos latidos que oía cuando apoyaba la cabeza en el pecho de Fernando. Esto hizo que la pena volviera a invadirla. Tal vez puedas encontrar un bar más tranquilo, gruñó Maena.

Amaris dio un respingo al oír de pronto una voz ronca en su cabeza y tardó un momento en recuperarse lo suficiente para responder. 'Pero… Maena… Yo no bebo… Nunca lo he hecho' protestó.

'Tampoco los compañeros predestinados se acuestan con la hermana de su compañera… y, sin embargo, aquí estamos. Ahora parece el momento perfecto para empezar a beber' respondió brutalmente sin tacto en sus palabras, duelen, pero es la cruel verdad.

Amaris se mordió el labio, insegura de qué responder, y sintió que Maena suspiraba con fuerza.

'Aunque no quieras beber, quiero algo que nos adormezca a las dos. El fratricidio está mal visto y si vuelvo a ver a esa z*rra, puedes estar segura de que recibirá su merecido. Hasta entonces, busca un sitio tranquilo y bebe hasta que me calle' gruñó.

Amaris respiró hondo y bajó la cabeza, esperando que su pelo le cubriera el rostro de las miradas curiosas que se dirigían hacia ella.

Finalmente, llegaron a un bar muy conocido por su clientela de alto nivel y su compromiso de proteger su intimidad. Era el lugar perfecto para esconderse un rato. El portero la detuvo al instante y se echó a reír.

'Escuche, señorita, sé que nos llamamos La Catedral, pero creo que se ha equivocado de iglesia, no puede casarse aquí'.

Amaris sintió que sus mejillas se sonrojaban intensamente mientras levantaba la cabeza para mirarle desafiante.

El hombre palideció visiblemente al darse cuenta de quien era y se disculpó profusamente.

'Ah… ¡Señorita Anderson! Lo siento es que… con su atuendo… los vestidos de novia no suelen ser… y…' Tartamudeó sin remedio, tropezando con sus palabras mientras Amaris entrecerraba los ojos hacia él y los iris dorados de su loba lo miraban con furia.

'Si quisiera chistes iría a ver a un cómico. Quería un sitio tranquilo para beber donde nadie me molestara' Amaris siseó.

El portero se apresuró a escoltarla hasta el interior y la condujo a una habitación de la última planta, reservada solo a las personas de alto perfil. Ser hija de un rey alfa le otorgaba ese privilegio y, mientras entraba en el lugar, levantándose el dobladillo del vestido para no quedar envuelta en él, agradeció la ausencia de miradas indiscretas.

El gerente del establecimiento no tardó en acercarse a ella y disculparse profusamente por la conducta de su portero. Como muestra de su sinceridad, le ofreció bebidas de cortesía para la velada.

Amaris había aceptado la oferta amablemente y cuando él le entregó la carta de bebidas aceptó las sugerencias de Maena y no se contuvo a la hora de pedir. Después de su cuarta copa de Bellevue Cabernet, tomó la decisión de que de ninguna manera seguiría adelante con la boda.

Si Fernando era capaz de hacerle esto ahora, antes incluso de que estuvieran casados y marcados, lo más probable era que su comportamiento no hiciera más que empeorar.

'Es la peor clase de traición. Deberias seducirlo y dejar que le arranque el p*ne para que nunca más pueda p*netrar a otra mujer' gruñó Maena.

Por alguna razón, Amaris soltó una risita ante su fiereza y una onda de diversión la recorrió desde la dirección de Maena.

'Sería un poco complicado, Maena. Creo que el rechazo estaría bien' dijo con una risita.

'Quizás te lleves a un hombre a casa esta noche y le devuelvas el favor' sonrió Maena.

'Maeve' protestó Amaris, cuyo rubor por el vino se acentuó de repente al sentir que se le calentaban las orejas.

Al poco tiempo, Amaris se vio en la imperiosa necesidad de ir al baño y, mientras recorría los pasillos que parecían un laberinto de habitaciones y despachos privados, entró directamente en lo que pensó que era el baño de damas.

Mientras se ajustaba el vestido y tomaba asiento en el cubículo, se oyeron pasos que entraban en el lugar, por lo que ahogó una risita.

Sin duda, el alcohol había tenido un efecto drástico en ella. Aunque tenía una tolerancia naturalmente fuerte al alcohol, las brujas de Bellevue habían hecho maravillas con su línea de vinos fortificados.

Se balanceó un poco al ponerse de pie y se giró al sonrojarse mientras se quedaba inmóvil. Se oían claramente los tonos de los dos hombres que hablaban.

'Alfa, sé que no quieres hablar de esto, pero debes considerar tus opciones' suplicó una voz masculina.

'No otra vez, Ben' Una voz profunda y ronca suspiró pesadamente, cansada de cualquier tema relacionado con esto.

'Parece que hemos adquirido el talento de escuchar a escondidas…' Murmuró Maena divertida en la cabeza de Amaris.

'¡Shhhh! Podrían oírnos' respondió Ann a través del enlace mental, conteniendo otra risita.

'Si los demás se enteran de la maldición, sabes que provocará ofertas de adquisición'.

'¿Y qué? ¿Si no tengo una Luna no puedo gobernar bien? Dame un respiro, Ben'. La voz grave resopló burlona.

'¡Si no puedes producir un heredero, el futuro de la manada no está asegurado! Al menos considera tomar una pareja elegida'.

'¿Y si mi compañera aparece mientras tanto?'

'¿Puedes estar seguro de que serán sinceros sobre ese asunto? La maldición te quitó la capacidad de…'

¿Qué maldición?

¿Una maldición? Hace años que no se habla de eso y a un alfa… Sería un delito imperdonable, no solo por el hecho de ser alfa, a cualquier persona que le apliquen una maldición es un delito que se paga con su vida… ¿Quién sería capaz de cometer algo así? Una bruja no veo porque lo haría actualmente, estamos en paz con ellas, incluso estaba tomando uno de sus vinos.

No entiendo qué pasa, tengo que seguir escuchando para ver si entiendo.

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