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Capítulo 1

Theodore.

Aun no eran las 7 a.m. y ya corría como loco por toda mi casa. No me sentía joven como para seguir con esto, ni siquiera recordaba la edad que tenía en ese momento, aun no llegaba a los treinta estaba consciente de eso, creo. Me hallaba completamente ahogado, sus energía sin restricciones me agotaban.

¡Dios, un poco de piedad! ¿Que había hecho mal? ¿Por qué ella había muerto? Ahora estaba solo corriendo detrás de un par de niños de cuatro años recién cumplidos. Tenían tanta energía como era imposible creer. En eso se parecían a ella, ocurrentes, todos unos artistas del escape y el engaño multiplicado por dos agregándole un 50% de mis genes estaban creados para ser el desastre que llevaría el mundo a la ruina. Tal vez estaba exagerando, pero simplemente no podía más contra ellos.

Jamás me imaginé en esta situación, ser un padre soltero.... ¡de mellizos! Su trágico nacimiento no les quitó energía ni vida, al contrario, se llenaron tres veces más de ella. Me desesperaban tanto hasta el borde de llorar desconsoladamente deseando que tuvieran un botón de apagado.

¡¿Por qué no podía ser más fácil?!

Moira y Kevin pasaron frente a mí gritando así que al fin logré tomarlos de sus capuchas y arrastrarlos de ellas, eché a Kevin en mi hombro y a Moira en mi cadera, aún continuaban pataleando y gritando como si siguieran corriendo. Prácticamente los eché a los dos dentro del auto, sin mucha paciencia o cuidado porque eran casi indestructibles, Moira saltó una vez de su balcón al árbol del vecino apenas con tres años, aunque cayó al suelo ella ni siquiera se torció un tobillo. Cosas como esas pasaban todos los días y aun no me acostumbraba.

Se arrastraron como ratas hambrientas por todo la camioneta metiéndose hasta en maletero en un abrir y cerrar de ojos. Tuve que caer entre los asientos para tomar a Kevin y jalarle del pie para luego amarrarlo su silla de seguridad, era el más débil y fácil de someter, en cambio, Moira era tan indomable como su madre. Tuve que chantajearla para que saliera del fondo del auto y se sentara en su silla... ¿Cuánto me costó? Nada menos que 100 dólares, no, mi hija no era nada tonta.

¿Qué haría con el dinero? ¡No tenía la menor idea!

Durante el viaje en carretera el desastre no era para menos, intentaba justificar mi llegada tardía a la reunión mientras conducía, pero ellos se encargaban de que fuera casi imposible que me escucharan al otro lado del teléfono. Me resigné a llegar tarde y sin avisar.

Aparqué el auto frente a la cafetería de Lisa, tan pronto los seguros del auto se abrieron Moira y Kevin saltaron del auto y se abalanzaron a la autopista corriendo entre los autos para llegar al otro lado como si no fuera peligroso. Golpeé mi cabeza contra la manivela del auto repetidas veces, terminarían con mis nervios, me matarían de un susto.

Bajé del auto y esperé un espacio para correr hasta la entrada de la cafetería. Al abrir la puerta lo primero que vi fue a Lisa con su muy anaranjado cabello apretado en un moño, siempre tan hermosa e inocente, por cada vez que la veía extrañaba más a mi preciosa Kylie.

Caminé hasta Lisa y la halé del brazo, haciéndola dar una vuelta entera sin previo aviso para luego inclinarla como si la fuera a besar.

―Tomazo tomatazo, me asustaste―dijo ella en son de broma riendo con dulzura como solo ella sabía hacerlo.

―Necesito un favor enorme...

―No sigas―interrumpiéndome―, déjame adivinar: ¿Necesitas que cuide a rabanillo y su berenjena mientras trabajas?

―Se que eres una chef, pero, por favor... ¿Puedes dejar de hablar de mis hijos como si fueran verduras?

― ¿Caramelo y su barquillo? ―Rodé mis ojos, era típico de Lisa.

―Los cuidas, ¿sí o no?

―Si me vuelves a dejar estar de pie con normalidad con gusto de respondo―dijo, pues aun la tenía inclinada.

―Lo siento. ―Volviéndola en posición.

―Cariño, necesitas hacer algo con esto, lo sabes. Yo no puedo estar para ellos todo el tiempo, tengo mi familia, tus hijos necesitan alguien que se ocupe de ellos como es debido―dijo mientras caminaba recogiendo en una bandeja la basura que dejaban sobre las mesas.

―Lo sé Lisa, sigo intentándolo―dije siguiéndola.

―Deja de intentarlo y hazlo, consigue esa niñera Theodore, no te lo repetiré otra vez―dijo con firmeza, mandándome como si fuera mi propia madre.

―Mañana contrataré una sin falta, lo prometo.

―Si no lo haces yo lo haré por ti. ¿Te quedó claro? ―amenazó.

―Si señora―respondí militarmente.

―Así me gusta ―dijo apretándome las mejillas, si, sabía que estaba cachetón y ella era la principal culpable de ello.

―Hey... ¡Busca a tu copia barata en Italia y apártate de la mía! ―dijo Vilhelm saliendo de la bodega. Jaló a Lisa de frente de mí para luego abrazarla posesivamente.

―No quiero volver a ver a Sandra en mi vida―dije asqueado.

―Ni me lo recuerdes―bufó Lisa con el desprecio que Sandra se merecía―. Vilhelm deja de actuar como si fuéramos la pareja perfecta, apártate de mí. ―Empujándolo de su lado.

―Mi amor, sabes que yo te amo―dijo Vilh intentando mantenerla en sus brazos.

―Yo también; pero no dejaré que me pisotees―Tomó un papel de pastelillo lleno de dulce y se lo aplastó en la frente a Vilh. Así hizo que la soltara, continuó con su trabajo en su negocio, Vilh solo lamía el lustre en su rostro.

―Mi esposa, siempre tan especial―dijo, no de mala manera, aun así, con un tanto de segundo sentido.

Sabía que la amaba, sabía que se amaban; pero Lisa no había vuelto a ser la misma desde el video de Vilh besándose con una modelo alemana ese video por el cual se separaron largos meses; había pasado mucho tiempo desde eso, cuatro años y medio para hacer específicos, aun así, ella seguía siendo una mujer de hierro.

―Tal vez si dejaras de engañarla ella sería empalagosa contigo, como antes―dije.

― ¡Yo no la engaño! ―se defendió Vilh automáticamente, vi en sus ojos la intensión de lanzarme contra el vitral y dejarme sin dientes.

―Lo sé―admití.

La campanilla de la puerta de enfrente se abrió y ambos volteamos a ver hacía allí. Aquella rubia de rulos de seis años venía entrando con su uniforme de escuela lista para su primer día en jardín de niños; nuestra pequeña Estrella iluminaría cualquier salón de esa escuela.

― ¿Dónde está mamá? ―preguntó mirándonos.

―Donde siempre mi vida―respondió Vilhelm.

Casi de inmediato Moira y Kevin salieron de debajo del mostrador gritando a más no poder, corrieron hasta Estrella y se amotinaron sobre ella, botándola al piso con brusquedad.

― ¡Niños! ―dije asustado corriendo hacia ellos, el sonido de Estrella al caer había sido como un meteorito golpeando tierra.

Los tomé a ambos de encima de Estrella alzándolos uno en cada brazo. Vilh reaccionó de inmediato levantando a su hija del piso tan pronto la libré de sus aparatosos primos.

― ¿Estás bien? ―preguntó Vilh tocándole el rostro brazos y piernas como cualquier padre preocupado.

―Estoy bien papá―dijo ella con dificultad debido a que Vilh sostenía sus mejillas haciéndole una boca de pato.

― ¿Aun quieres ir a la escuela? Mejor quédate en casa. ¿Si después te da un derrame cerebral y no puedo llevarte a tiempo al hospital? Si los niños son malos contigo me llamarás y te recogeré de inmediato. ¿Tienes fiebre? ―Tocando su frente―Se quedará, no lo discutiré ―Al fin finalizando con sus excusas.

Estrella bufó y puso sus ojos en blanco, solté a Moira y toqué la frente de Estrella, su temperatura era completamente normal. Vilh estaba paranoico de nuevo.

―Deja ir a la niña a la escuela―le dije.

―No―dijo firmemente como si fuera lo último en la vida que pasaría.

―Es normal, ella quiere ir, debe ir―dije y la señalé, Estrella asintió apoyándome.

― ¡Se queda! ―insistió Vilh con terquedad.

― ¡Vilh! ―dijo Lisa llamando su atención, cruzó los brazos y lo miró con una ceja en alto.

―Enseguida cariño. ―Tomó a Estrella del mostrador para luego llevarla en dirección al auto no dándole tiempo ni de despedirse de su madre.

Ambas se tiraron besos mientas Vilhelm se alejaba con la niña al hombro.

―Creo que yo debería irme―dije.

De inmediato una avalancha de ollas se escuchó caer en la cocina, Lisa se estiró mirando los estragos para luego mirarme fijamente, no tenía que usar palabras para decirme quienes eran los responsables.

Caminé en retroceso para luego correr escapando del lugar. Técnicamente corrí hacia el otro lado de la calle hasta mi auto, para luego ponerlo en marcha en dirección a mi reunión ejecutiva con media hora de retraso.

Debía conseguir una niñera, pero...

¿Dónde? ¿Cómo lograría que soportara a los niños por más de un día?

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