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Diamante Oculto

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Nina Bestimmungsort
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Sinopsis

Theodore está al borde del abismo. Está de pie allí a punto de lanzarse al acantilado, llegó el momento en que lo único que desea es morir. Un nuevo personaje llega a su vida, sin embargo, ella es su mayor pesadilla; una combinación mortal que le recuerda todo lo que ha perdido. Una huérfana e indigente, Theo la ha contratado para que cuide a sus hijos. La chica de diecinueve años es protegida por un ángel, el mismo ángel que Theo no acepta dejar ir. Declarados enemigos mortales. Quizá el uno termine siendo la salvación del otro, un pequeño diamante oculto en el que se reflejarán sus razones para seguir. Secuela de "Siguiendo Mi Estrella fugaz". Serie "Mi Única Razón".

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Sinopsis

Con mis manos me sostenía con fuerza temiendo porque mis pies me fallaran y la suela de mi desgastada zapatilla resbalara en aquel tubo empapado. Subía las escaleras adjuntadas en el exterior trasero de un edificio en el centro de la ciudad; miré sobre mi cabeza intentando saber dónde afirmaría mi paso. Puedo ver donde pisaré y la altura en la que me hallo a pesar de las molestas gotas de agua cayendo en mis ojos; está lloviendo sobre mi cabeza, sobre la ciudad. ¿Por qué todo cuadro melancólico se pintaba de la misma forma? Si, igual que ahora, lluvia. Tenía una perspectiva diferente de ella hacía días atrás, ahora que vivía en la calle podía entender lo cruel que podía llegar a ser. Antes parecía inspiradora y tan tranquilizante. Ahora son como lagrimas que caen del cielo, lamentos y dolor, si, esos clamores de Dios al ver como la perfecta tierra que había creado algún día, se habían convertido en un basurero, ese mismo mundo en el que vivíamos dónde los ricos lo obtienen todo y los pobres perdemos incluso lo que no tenemos.

¿Se puede ser feliz aun frente a las dificultades? Pienso que si, aunque mi cielo esté oscuro y mi futuro no valga nada. Tal vez mi vida tendría un propósito, lo encontraría y si no había ninguno estaba dispuesta a crearlo, así es, mi propio destino. Al final yo era la que decidiría hasta dónde quería llegar.

Llegué hasta la cima del edificio dónde había creado una improvisada guarida para poder dormir durante la noche. A duras penas oculta de la lluvia, igual, mis pies se mojarían. Miré las luces de la ciudad, era inevitable no imaginarme en casa, no tenía mucho, pero para mí cualquier cosa era suficiente. Así me había criado mi abuela, con un ojo sencillo lista para que sucediera lo inesperado, creada para sobrevivir entre la nada. No era mi elección, jamás lo sería, pero supongo que ella sabía que este día algún día llegaría y lo mucho que lo necesitaría. Ahora lo único que me importaba era encontrar la manera de que ella estuviera bien, tenía muy poco tiempo, pero necesitaba encontrar la manera de que ella estuviera protegida y cómoda en los últimos días de su vejez, no quería fallarle, ella me lo había dado todo aun cuando no era su obligación. Ella es todo para mí, si, mi única razón para luchar contra lo que sea que se pusiera frente a mí:

Un ruido calaba en mi oído golpe tras golpe, abrí mis ojos preguntándome de dónde venía. Salté de mi cama y caminé hasta la ventana, corriendo las cortinas miré el origen de los golpes. El corazón se me congeló tan pronto lo vi, lo conocía, sabía quién era él y el mal agüero con el que cargaba. Corrí desesperadamente por el segundo piso practicante saltando todos los escalones que me fueran posibles hasta llegar a la terraza delantera. Mi abuela estaba allí sentada en su silla de ruedas mirando como aquel rotulo se clavaba en nuestro jardín de lirios; su apacibilidad me parecía indignante. ¿Cómo podía estar tan tranquila sabiendo lo que estaba perdiendo?

― ¡No lo hagas, por favor!―grité con desesperación corriendo hacia él.

―Lo siento Zyn, no hay más tiempo, la hipoteca venció hace un año; hice todo lo que pude.

― ¿Qué haré? ¡Mírala Eros ―Señalando a mi abuela― ¿Dónde se supone que la dejaré? Tiene 90 años y es paralitica, tiene problemas respiratorios y del corazón. No puede vivir en la calle.

― ¿Sabes todo el dinero que deben? Nunca podrás cancelarlo, lo siento, pero no es mi trabajo saber que harán a partir de ahora―dijo él.

Típico de los prestamistas, tan común de los accionistas en los bancos eran egoístas, fríos y sin compasión, interesándose solo en su propia ganancia.

―No. ―Caí de rodillas tomándolo del traje―. Dame un mes, solo un mes, eso será suficiente para encontrar un asilo dónde dejarla y el dinero para pagar su primer mes. Por favor, te lo ruego―dije con lágrimas en los ojos.

―Una semana Zyanya, es lo único que tienes―dijo señalando la descripción del rotulo.

Sería regateada en solo una semana.

Él sacudió su traje librándose de mí para luego salir aplastando nuestras flores. Aun de rodillas sobre la tierra volteé a mirarla, seguía ahí mirando tranquilamente como él se alejaba llevándose todo lo que teníamos. Mis ojos estaban aguados de lágrimas de desesperación y ella, sonrió. Si, así era... sonrió.

Suspiré y limpié mis lágrimas, irguiéndome del suelo en plena humillación.

¿Ahora que seguía? ¿Qué haría?

Caminé hasta ella y la abracé. Lo que más me dolía de todo esto era tener que dejarla, mi querida mamá, yo había consumido sus años, su juventud, le debía todo.

¿Cómo podría dejarla?

―Todo estará bien―dijo ella correspondiendo a mi abrazo.

Estaba vieja pero lúcida, sabía lo que pasaba y lo recordaba todo. Su vieja programación no era impedimento para que ella se acoplara a la perfección con nuestro sistema avanzado. Mi abuelita querida.

―Tú estarás bien, lo prometo―dije.

Jalé su silla quitándola de la vista juzgadora de los vecinos, caras de lastima y tragedia, aun así, ninguno dispuesto a ayudar.

La mañana siguiente mi labor fue ardua, amarré mi cabello en un bonete y saqué todo lo que pude al patio. Mis mejillas se llenaron de acuarelas cuando colgué mi medida desesperada: el gran cartel que avisaba que lo vendería todo.

Vecinos ansiosos y personas desconocidas no tardaron en hacerse presentes, no faltó aquel que intentó estafarme o incluso robar algo aun en mi plena desesperación. Para el final de aquella semana había recaudado lo suficiente para pagar un par de meses de asilo para mi muy hermosa viejita. El último día me dediqué a empacar sus cosas y derramar mi alma en nuestro último día juntas... ¡Cuánto la amaba! Era mi heroína, mi todo.

Por la noche me desprendí de ella tal cual una madre cuando deja partir a su primer hijo en soledad por en medio de esta atropellada vida. Lloré, lloré sobre su cuello y le repetí cien veces lo mucho que la amaba antes de que la desprendieran de mis brazos halándola en su silla de ruedas en dirección a su nueva casa. Sabía que esa sería la última vez que la vería al menos por un largo tiempo.

Esa noche volví a mi vacía casa empaqué en una bolsa nuestros pocos alimentos en la nevera, una par de prendas de vestir, una sabana y una bolsa llena de recuerdos que no podría dejar. La fotografía de bodas de mis padres, una foto de mi muy galán abuelo y por supuesto una de mi querida nana, mi única familiar con vida. Además de alguno que otro recuerdo más detallado. Luego de eso mi mochila y yo caímos en las escaleras de la entrada esperando que mi nuevo destino llegara a despertarme, y así fue, vi venir sus finos zapatos por la calzada de cemento, atravesándola como dueños y señores del mundo entero. Trajes refinados y relojes de oro, resultado de su ganancia sobre todos nosotros.

―Debes irte o la policía vendrá por ti―dijo aquel viejo conocido.

―No es necesario. ―Levantándome del escalón―. Disfruten de nuestro sufrimiento, ahóguense en su egoísmo, carguen la factura a su conciencia―dije mirándolos a los ojos mientras me alejaba.

Ellos no respondieron más que alzando sus cabezas con enfermo orgullo.

Aunque me hallaba perdida en un mar de personas en la nada no me sentía igual a ellos, todo era diferente a mis ojos. Quizá era poco realista, pero... ¿Cuál es el sentido de serlo?

Prefiero vivir en un sueño a despertar en la cruel realidad y hundirme en una depresión que resultaría trágica, al menos así tenía mis razones para seguir, luchar, jamás rendirme. Podía respirar, mirar las luces de la ciudad y decirme: “Hay mucho más allá de todo esto”, si, solo es cuestión de encontrar mi diamante oculto.