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Prólogo.

Su lengua pasaba por el lado derecho de mi cuello, su mano derecha bajó a mi entrepierna dejándome sin respiración.

Tuve que cerrar los ojos cuando sentí sus dedos penetrar mi vagina, sentí su sonrisa en mi cuello.

—¿Quieres ser mía pulga?

Odiaba que me llamara pulga, él decía que me llamaba así por lo bajita que era... Y si, no se equivocaba era muy bajita, medía 1,55.

Mis ojos y los suyos se conectaron.

—Respóndeme Selena —murmuró autoritario.

Mordió levemente mi labio inferior.

—Si —susurré muy bajo.

—No te escuché.

—Hazme tuya Eros.

Encorvé la espalda al sentir la respiración de Eros en mi entrepierna.

Abrí los ojos al no sentirlo. Miré hacia la esquina de la habitación, encendí la luz y allí lo vi.

—¿Te divertías conmigo en sueños? —Preguntó burlón.

—¿Por qué me haces esto?

—Necesito que me saques de allí, arréglatelas para volver al psiquiatra.

—Eros, mis padres no me van a llevar.

—Pulga, arréglatelas te he dicho, llevo años encerrado, llevo sin ver realmente la luz desde que tenía cinco años.

Lo miré y suspiré.

—No sé como ir y mucho menos como sacarte.

—La puerta grande de color blanco.

—Ya la estuve mirando, tiene cuatro candados y no tengo las llaves.

—Yo si.

Sacó las llaves y me las tiró a la cama.

—Ahora sácame y haré de tus sueños húmedos una realidad.

—Que te jodan.

Sonrió de lado y desapareció.

«Estamos jodidas».

Él nos terminará jodiendo.

«Y nunca mejor dicho»

Suspiré y comencé a trazar un plan para sacar a Eros de aquel psiquiatra.

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