El Sótano.
No dejaba de mirar esa figura negra frente a mí, tanto ella como yo nos mirábamos. Cerré los ojos cuando esa figura levantó la mano.
—¿Eros? —Pregunté esperando que la sombra respondiera.
—Selena.
La voz de Eros me hizo girar sobre mi propio eje. Lo miré a los ojos y bajé poco a poco las escaleras.
—Pensé que eras tú.
—¿Quién?
—La sombra que había ahí.
Señalé las escaleras. Eros frunció el ceño y negó rápidamente.
—Estaba en la cocina.
—Había alguien —susurré.
—Tranquila, ven, hice algo de comer.
Miré una última vez hacia las escaleras y entré a la cocina junto a Eros.
—¿Lo has cocinado todo tú?
—Si, no sé cocinar, nunca lo había echo, así que si sabe mal di que está muy bueno.
Ambos reímos y comencé a probar la sopa.
Puse cara de asco y reí.
—Está buenísima.
—No mientas, no la comas trae, hacemos otra cosa.
Volví a reír.
—De verdad está buena, para ser la primera vez está riquísima.
—¿De verdad no me estás mintiendo?
—Te lo prometo.
Ambos comenzamos a comer. Miramos hacia nuestra izquierda y vimos a Dean y a Ameli sonriendo mientras nos miraban.
—Que bonita pareja —comentó mi mejor amiga.
Dean y ella comenzaron a reír, negué con la cabeza y volví la vista hacia la esquina de la cocina, miré a Eros y luego otra vez a la esquina. Estaba la sombra de hace unos minutos, volvió a levantar el brazo señalándome, un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal. Sentí una mano en mi hombro y salté de mi silla pegando un pequeño grito asustando a las tres personas que estaban en la cocina.
—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —Preguntó Ameli y yo negué.
—¿Otra vez la viste? —Esta vez la pregunta salió de los labios de Eros.
Lo miré con miedo y asentí.
—¿Qué viste qué? Responder joder, ¿qué vio? —Cuestionó mi mejor amiga asustada.
—Una sombra —dije en un susurro.
—¿Otra sombra?
Miré a Dean y asentí. Se miraron entre ellos y habló mi mejor amiga:
—Creo que ya se lo que te pasa
La miré esperanzada.
—He escuchado y leído sobre esto, ver cosas que solo lo ve una persona y las demás no.
—¿Y qué es? —Preguntó Eros.
—Es un trastorno mental, esquizofrenia, tener delirios.
Suspiré sentándome en la silla, lo que decía Ameli no tenia ni pies ni cabeza.
—No tengo delirios Ameli.
—¿A no? ¿Y la sombra qué es?
La miré boquiabierta y negué.
—Eros también se me aparecía en forma de sombra y no era un delirio.
Ameli asintió cruzándose de brazos.
—Pues ya me dirás que es. ¿Ves fantasmas o algo así?
Reí por las ocurrencias de Ameli.
—No lo sé, pero es muy extraño.
—Puede que sea como yo —se metió en la conversación Eros —puede que sea alguien que te está pidiendo ayuda.
—Bien, ¿por qué a mí?
Los tres negaron.
—Hombre yo si fuera fantasma te buscaría a ti —dio Dean.
Reí negando. Miré a Eros que tenía la mirada perdida por algún lado de la cocina, su rostro estaba serio.
—Intenta comunicarte con él.
—No va a poder —habló Eros mirando a mi mejor amiga.
—¿Por qué no? Contigo lo hizo.
—Si, pero hasta que no pude aparecerme en forma humana, esa sombra tiene que encontrar una forma para comunicarse con ella, en forma de sombra no sabemos hablar.
Suspiré apoyando la frente en la mesa.
Volví a mirar hacia la esquina y esa sombra volvió a aparecer. Me levanté de la silla y despacio me fui acercando a esa sombra. Volvió a levantar la mano, me acerqué aún más a ella, esa sombra intentó tocarme pero traspasó mi cuerpo. La miré fijamente, ella parecía mirarme, esta vez no lo sentía como cuando veía a Eros, esta vez era muy diferente.
—¿Quién eres? —Pregunté casi en un susurro.
Esa sombra volvió a levantar la mano.
—Esto es inútil —susurré.
Cerré los ojos para intentar pensar con claridad.
—Sótano.
—¿Qué?
Me giré para mirar a mis amigos y ellos me miraron ceñudos.
—No hemos dicho nada —habló Dean.
—Sótano.
Volví a escuchar. Miré a Eros y salí corriendo de la cocina, comencé a buscar el sótano.
Vi una puerta de color marrón, aunque la pintura estaba muy cascada, Abrí la puerta y empecé a bajar las escaleras, encendí la luz y comencé a buscar a esa persona. No había nada, seguí buscando con desesperación, la puerta de ese sótano se cerró de golpe haciéndome gritar del susto, comencé a temblar del miedo. Mi mirada pasaba de un lado a otro buscando una salida. Mi mirada quedó quieta en una esquina, otra vez esa sombra.
Comencé a gritar el nombre de Eros con muchísima fuerza. Esa sombra se comenzó a mover hacia donde yo estaba, grité con más fuerza al verla completamente cerca de mí, la luz se apagó dejando todo a oscuras.
Esto me pasa por querer ayudar…
Sentí una mano agarrar mi tobillo y ahí fue cuando creí que mi vida ya se acababa, que hasta ahí llegaba: Selena.
—Soy Marck, y tú me perteneces.
Una aterradora voz resonó en todo el sótano.
—Soy Marck, y tú me perteneces.
Repetía una y otra vez dejándome casi sin aliento. La puerta del sótano se abrió fuerte dejando ver a Eros, encendió la luz y bajó rápido,
—¿Estás bien? ¿Qué pasó?
Negué y comencé a caminar para salir de ese lugar. Me senté en el sofá llevándome las manos la cabeza.
—Selena, ¿qué pasó? —Volvió a preguntar Eros.
—La sombra me susurró dos veces: sótano, bajé y allí estaba, la puerta se cerró y la luz se apagó, luego volví a escuchar la misma voz susurrando: soy Marck, y tú me perteneces —. Solté un suspiro.
Eros se sentó a mi lado, cogió mi mano y la apretó delicadamente.
—Tranquila pulga, él no te hará nada —parecía tan seguro de sus palabras que por un momento me las creí, pero esto se me estaba haciendo demasiado grande.
—¿Cómo estás tan seguro? Ni siquiera la puedes ver.
—Selena, cuando te digo que ni esa sombra ni nadie te va a lastimar será por algo, no dejaré que nadie te haga daño.
Lo miré a los ojos algo más tranquila, pero seguía asustada. Miré hacia todos los rincones de ese salón y suspiré tranquila a no ver ninguna sombra.
—Mañana nos iremos.
—¿Dónde?
—Italia, allí hay gente que conoce a Dean, buscaremos su ayuda.
Asentí y miré hacia la puerta. Me levanté y salí de casa, necesitaba despejarme. Comencé a caminar entre los árboles. Mi mirada viajaba hacia todos los lados, esta era la primera vez que me sentía muy bien estando lejos de mi casa. Nunca me gustaron los cambios pero ahora era diferente. Sentí una manos rodear mi cintura, di un salto del susto y me giré para quedar frente a Eros.
—Me asustaste —susurré al tenerlo tan cerca.
—Perdón pulga.
Sus manos en ningún momento dejaron de tocar mi cintura, su cuerpo y el mío estaban muy cerca.
—Me encantan tus ojos —murmuré.
—Son raros.
Reí y asentí.
—Eso es lo que hace que me gusten.
Eros acercó más su cara a la mía poniéndome muy nerviosa.
—¿Qué haces?
—Nada.
Se acercó aún más.
—Quiero besarte.
—Eros.
La voz de Ameli nos hizo separarnos, Eros soltó un suspiro, lo miré una última vez y me acerqué a mi mejor amiga.
—¿Qué hacíais? —Preguntó con voz pícara haciéndome negar rápidamente.
—Solo hablábamos.
Le conté la historia mientras andábamos.
—¿Quién es Marck?
Negué suspirando. Llevé mis manos hacia los bolsillos de la chaqueta.
—No sé pero tengo miedo.
—Yo también lo tendría.
Me abracé a mi misma.
—Cambiando de tema —continuó hablando —¿te gusta Eros?
La miré ceñuda y negué.
—¿Por qué me preguntas eso?
—Porque a él se le nota que si le gustas.
—¿Qué dices Ameli? No nos conocemos casi.
—Bueno, él te vigilaba desde las sombras, te conoce más de lo que crees.
—No me digas eso que me da miedo.
Ambas reímos.
—Es guapo y me cae bien.
—O sea que te gusta.
—O sea que es guapo y me cae bien.
Volvimos a reír, tomamos de nuevo el camino hacia la casa y nos adentramos a ella. Dean y Eros estaban sentados en el sofá hablando. Ameli y yo nos sentamos en otro sofá y miramos a los chicos.
—Mañana tenemos un viaje de casi un día, yo me voy a dormir.
Ameli se levantó y yo la seguí.
—Selena, espera —la voz de Eros me hizo frenar.
Dean se despidió de él, pasó por mi lado y me revolvió el pelo para luego continuar andando y subir las escaleras. Miré a Eros y esperé a que hablara.
—¿Necesitas algo? —Pregunté ya que veía que él no tenía intenciones de hablar.
—Si, necesito hablar contigo.
Caminé hasta estar a su lado y ambos nos sentamos en el sofá.
—Dime.
—Tus padres.
Fruncí el ceño mirándolo. ¿Qué tendría que decirme de ellos? Se que mis padres eran en parte culpables de que esto estuviera pasando, pero eso ya lo sabía. Esperé a que continuara hablando.
