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2

Rara vez tengo un dilema en mi vida. No es fácil elegirlos y si los tienes, debes buscar las partes buenas y malas de estas cosas. ¿Pero elegirías el más pequeño de los dos y por qué? yo tampoco lo se Creo que tal vez el cerebro eligió lo que pensó que era correcto, aunque no lo fuera. Así que pasé más de media hora pagando el alquiler o comprando buena comida para el resto del mes. Tengo una beca de medio tiempo y regular para pagar la universidad. Pero no le alcanzaba vivir sabiendo que tenía el salario más bajo y un pequeño departamento donde vivía solo, lejos de la universidad.

Fui directo a la despensa a mirar toda la comida que tenía, y cuando la conté mentalmente, supe que no vendría hasta dentro de tres días. Pero tal vez se sacrifique si tiene éxito. Y decidí pagar los dos meses de renta que debía. Más vale tener un techo y pasar unos días buscando algo para comer que vivir en la calle, o eso pensaba yo.

Así que hice lo correcto entonces. Pagué al dueño del apartamento y luego, cuando saqué mi hoja de dibujo, salí de mi escondite y me dirigí a un pequeño banco donde siempre me sentaba. Proporciona una vista completa de todas las casas de la zona, porque está a la vuelta de la esquina, un gran lugar para una silla de calle, pero no puedo cambiarlo. Tomé mi blog, mi lápiz y comencé a dibujar lo primero que se me ocurrió. Dibujar es como respirar para mí, algo que necesito casi todos los días para relajarme después de un día ajetreado y algo que me ayuda a mantenerme distraída. Me encanta y seguro que me gusta. Empecé a dibujar a los cuatro años e incluso fui a clases de arte donde paré porque siempre me aburría allí.

Y cuando pinté casas al atardecer con el cielo, con nubes rosadas a la luz del sol, me puse a pensar en lo que pasó hace cuatro años. Fue un día mortal cuando me prometí que nunca estaría con nadie. Siempre pensé que le tenía miedo a las relaciones, pero pensara lo que pensara, no entendía por qué.

Negué con la cabeza mientras mi mano continuaba moviéndose con el lápiz, retocando, sombras, luz oscura que necesitaban para crear dibujos completos y dibujar casas negras. como si fuera una simple silueta del cielo. Miré el dibujo después de mucho tiempo trabajando en él para sonreír y estar feliz con la forma en que estaba hecho.

De repente sonó el teléfono y detuve lo que estaba haciendo para contestar:

—¿Diga?

La respiración entrecortada de un niño se escuchó de fondo y sonreí al imaginarme quien era.

—Lire, Lire. ¿A que no sabes qué? —preguntó mi hermanito pequeño al otro lado del teléfono como si hubiese corrido tras veces en el barrio y hubiese vuelto para contarlo.

—¿Qué, Nicholas? —contesté sujetando el teléfono con pasividad mientras reía en mi interior por como aún no pronunciaba demasiado bien mi nombre.

—Mamá me va a traer un perrito —dijo y yo levanté las cejas con sorpresa.

Normalmente mi madre era reacia a traer animales en casa. Le gustaban, pero no los quería por el miedo de tomarles cariño en un futuro cercano. Recuerdo que siempre le preguntaba a mamá si podría tener un perro y su respuesta era clara y concisa.

«No, Olivia. No insistas» decía ella.

¿Cómo olvidar aquellos momentos?

—¡Vaya suerte, Nichi! —exagero un pequeño grito y luego él comenzó a dar saltos tras la llamada ya que no paraba de escucharse fatigado por algo que estaba haciendo.

—¿Cuándo vendrás para que lo veas? —Volvió a preguntar y ahí no supe que contestar.

MI primera respuesta era que pronto... Pero sería mentir. Me encontraba en la otra punta del país a donde yo vivía realmente. Me encontraba aquí por mis estudios solamente y, en cuanto pudiese acabarlo, volvería con mi familia. Era algo primordial en mi vida, la familia y sobre todo mi hermano pequeño que era lo que más quería en este mundo.

¿Qué más podía pedir?

Pero era en estos momentos cuando cada tarde me llamaba y me preguntaba por lo mismo. Y yo volvía a desilusionarlo. No quería hacerlo, pero no me quedaba otra opción. Por lo que, con mi mayor dolor en este mundo, le dije una negativa como las de siempre, que de momento no podría volver pero que los echaba de menos.

Cuando acabé la llamada, guardé mi móvil y volví a poner mi vista en el cielo. En ese arrebol que se formaba en las nubes de color rojo o rosado por los rayos del sol. Llevaba poco tiempo aquí estudiando y ya deseaba acabar la carrera, pero no porque no me gustase, me fascinaba la carrera que estaba haciendo... pero estar lejos de la familia no me era fácil. Quizás otras personas le eran más que fácil para hacer sus vidas lejos de donde se habían criado, pero yo no era así.

—¿Perdida? —escuché una voz y mis ojos se agrandaron casi al instante en el que lo escuché.

Me giré, levanté mi cabeza y allí estaba.

No supe cómo ponerme, ni que decir. La sorpresa era más que evidente en mi rostro y como mi corazón comenzó a moverse como si tuviese un jodido motor cerca. Él estaba allí, sentado al otro extremo del banco y mirándome con esos ojos que hipnotizaban. Estaba en una nube, como si yo fuese una simple gota de lluvia y él el cielo entero. Así me sentía, pequeña y aun así quería que me hablase porque de esa forma me hacía sentir como si esa gota de lluvia fuese lo más valioso que habría en todo el universo.

—¿Hola? —cuestionó, sonriendo y viéndose un pequeño hoyuelo que me hizo tener ganas de apuntarme a su club de fans y ser el número uno de ese pequeño hoyuelo.

—Ho... Hola.

—¿Estás bien? Siento si te he asustado, estaba dando un paseo por aquí y te encontré sentada en este banco. Espero que no te importe —dijo mientras se hacia atrás su cabello con tranquilidad y clavando sus ojos sobre los míos.

La calle estaba prácticamente vacía. El barrio donde he estado viviendo durante dos meses era poco transitado por las personas, tan solo los que vivían aquí. Mi piso incluso estaba detrás de este banco, en la cuarta planta donde podía ver lo alto de todo el lugar. Y ahora mismo, en medio de estos edificios no tan altos, pero siendo casas de gente trabajadora estaba él, un ángel mirándome como si fuese la única chica que conociera en este mundo.

—Si... Estaba pensando —murmuré y pude ver como dejaba de mirarme a los ojos para posar su vista sobre mi libreta aún abierta.

Sus ojos prácticamente se iluminaron como si el sistema solar tuviese dos soles y su rostro se acercó a la libreta y, por instinto quizás, apreté mis piernas ya que tan solo llevaba una falda corta y delicada, sonrojándome al momento.

—¿Lo has hecho tu? —preguntó y yo asentí.

Pero como si supiera que soy una persona muy cerrada, sin avisarme a penas, posó sus manos sobre mi libreta, rozando las yemas de sus dedos sobre mis manos y me quitó la libreta para comenzar a mirar todo lo que tenía dibujado dentro. Mis mejillas se sonrojaron tanto por el roce de su piel con la mía, como por saber que él se pondría a mirar mis dibujos sintiéndome desnuda y expuesta por ello.

—Wow... Son muy buenos —susurró sorprendido mientras pasaba página y página, observando mis pequeñas obras de arte. Y fue ahí cuando vi un brillo en sus ojos al clavar los suyos sobre los míos y sonreí sin saber por qué —. ¿No has pensado en venderlos? —cuestionó y yo negué con la cabeza sin saber que más decir.

Quería hablarle de muchas cosas, pero mi timidez ante los ojos de él me dejaba sin palabras. Sentía que en cuanto abriese mi boca, él conocería hasta lo más profundo de mis pensamientos y lo guapo que era no me ayudaba en absoluto.

Y él hizo lo que menos me esperaba. Como en aquella mañana cuando se sentó a mi lado en la biblioteca, se arrastró por el banco y se pegó a mí, sin dejar ni un solo centímetro de separación. Nuestros cuerpos estaban juntos, pegados y yo ya no supe que hacer.

Se acercó a mí de nuevo, casi sintiendo sus labios sobre mi oreja, consiguiendo que su luz atravesara mi oscuridad, erizándome la piel en respuesta y sintiéndome de nuevo perdida en el buen sentido de la palabra.

Y me dijo:

"Tengo muchas ganas de conocerte, pequeña".

Sus palabras resonaron en mi mente, como si algo hubiera regresado a mi mente por el resto de la noche.

Nos sentamos en el sofá solitario durante mucho tiempo, viendo cómo comenzaba la mañana de la noche, el sol descansando y la luna saliendo. Todavía no estaba del todo lleno, pero era suficiente para dormir con el chico en ese rincón.

No dijimos nada más, solo disfrutamos de la celestial compañía entre las luces de la calle, el pegamento... los dos son muy cercanos. Me pareció desmayarme de nuevo cuando sentí que ella estaba tan cerca cuando olí su aroma único del perfume que amaba. Y estoy sonriendo por esa experiencia.

Ahora estoy un día más en mi próxima clase y no puedo dejar de repetir el mismo tema.

Tal vez estoy loco pensando en Levi, ¿o son mis ideas? Negué con la cabeza mientras trataba de hacer que la lección fuera más importante, tomando notas en lugar de escuchar lo que decía y susurrando en mi corazón cada minuto. Pero cuando pensaba en su pelo rubio, en cómo me lo decía y en cómo la miraba...

Tuve que parar o estaba aún más loco que antes. Incluso mientras el maestro hablaba, solo estaba mirando un punto fijo con rasguños en el pizarrón. Perdí la cabeza, pensó, y no entendí cuánto lo amaba. Solo lo conozco desde hace unos días y hemos hablado tres veces para que pueda verme en más de una hora.

En la clase ...

Cambié mi mirada de la pared al tablero para mirar la puerta, detrás del pequeño vidrio que estaba en la puerta, vi la cara de Levi, y luego me sonrió desde el otro lado. Juré dejar de latir mi corazón para poder verlo, y cuando miré alrededor y finalmente lo miré, tragué saliva.

Quería pellizcarme, saber que era verdad y preguntarme cómo sabía dónde estaba, qué carrera estaba estudiando. No entiendo que un tipo como él pueda ser bueno con una chica como yo. Es algo que no expliqué, y los últimos años que pasé en la escuela secundaria me demostraron que tipos como Levi se burlaban de mujeres como yo. Por la misma razón que ve a un hombre guapo, simplemente disfruta de las miradas, porque una vez que abre la boca, puede destruirlo todo.

Pero cuando se volvió hacia mí y se quedó allí, no podía creer que me estuviera esperando. Hasta que se apoyó contra la pared y se quedó mirándome lo que estaba haciendo. No puedo creer que. ¿Cómo se hizo? ¿Quizás fue una estafa para averiguar algo de mí? ¿Quizás quiere que lo ayude con su tarea? No fue tan difícil porque en la escuela secundaria me preguntaron si era un amigo barato y al final solo me usaron y se rieron. Mi pasado era tan corrupto, tan oscuro y mi alma tan negra que mi baja autoestima se negaba a pensar que este niño realmente quería ser mi amigo. Pero mi mente pronto rechazó la idea para poder confiar en los demás.

Y cuando terminó la clase y sus compañeros estaban fuera de clase, tranquilamente vino con una carpeta azul marino en la mano y se sentó a mi lado.

- ¿Me estás ayudando? preguntó cuando me vio hurgando en mis notas, libros y bolígrafos para ponerlos en orden en mi vieja mochila. Y la razón por la que era lento, torpe y temblaba de nervios era él.

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