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Conquistando a él

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SHEYssLA
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Sinopsis

Olivia es una chica con un pasado trágico y Levi es el chico más guapo y simpático que ella haya podido conocer. Ella hará todo lo posible porque él no se acerque a ella, pero Levi hará todo lo contrario para conocerla.

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«Olivia es una chica con un pasado trágico y Levi es el chico más guapo y simpático que ella haya podido conocer. Ella hará todo lo posible porque él no se acerque a ella, pero Levi hará todo lo contrario para conocerla.

Cuando sus caminos se crucen, sus vidas darán un gran giro. Pero por mucho que ames a una persona, basta para que otra intente hacerle daño, echándole la culpa a una de las 2 partes y a la otra, dejándola completamente destrozada. Y muchas veces, el amor no lo salva todo. ¿Podrán resolver todos los problemas? ¿Dejará a Olivia Levi en su vida?»

1 de Enero de 2021.

Necesitaba escribir como me sentía hoy, como estaba hoy, porque en esta fecha conocí a alguien importante que quizás no vuelva a ver en mi jodida vida, pero sus ojos no han abandonado mi mente desde que lo vi a primera hora de la mañana en las escaleras de la universidad.

Lo vi. Vi a ese chico que aparecía en mi mente cuando duermo, y lo digo en pasado porque hace meses que no ha vuelto a mis sueños. Lo vi aunque quizás no sea él exactamente, pero su parecido físico es innegable y perfecto. 

Estaba subiendo las escaleras cuando de pronto, como si de una pared se tratase, me quedé congelada a dos escalones de acabar de subir la cuesta.

Él, con su cabello rubio, alto, con esa camiseta de hockey de color negro con las letras de 'BX.TK' y el número 78 a su espalda, junto con unos pantalones vaqueros ajustados y con una mirada perdida en su móvil, estaba allí, apoyado en la columna que adornaban la universidad. Me quedé estupefacta, era como ver un fantasma pero en vez de salir huyendo quería acercarme y seguir admirándolo. Pero hubiese sido como una loca acosando a alguien, por lo que negué con la cabeza y seguí caminando como quien no le hubiese pasado algo.

Pero, cuando pasé a su lado y sentí su mirada sobre mí, mi piel se erizó y me congelé al escuchar aquella voz grave que me enamoró al instante.

Sí, como cualquier loca, me giré y le dediqué una mirada intentando demostrarle que no me afectaba su atractivo físico ni esos ojos tan profundos como el mar, cuando en realidad por dentro me estaba muriendo de vergüenza por haberte escuchado.

—¿Me puede explicar donde se llega a la biblioteca de la universidad? Es mi primer día aquí y no sé que hacer.

Así me contestó y tan solo me sentí como un pájaro aprendiendo a volar frente a un árbol grande lleno de hojas, perdida. De esta forma me describiría este día. Estaba perdida en sus ojos y, como pude, le contesté con buenos modales donde se encontraba la dichosa biblioteca. 

No quería que se marchase, quería decirle que esperaba verlo, pero hubiese sonado como una loca gilipollas, por lo que le dije tan solo que bienvenido a la universidad.

Es mi primer año, aun no había hecho amigos. ¿Qué más podía hacer?

Y ahora estoy como una colegiala mirando mi diario y recordando a ese chico con las mejillas sonrojadas.

Enero de 2021.

Miré el reloj con tranquilidad mientras que movía mi bolígrafo con nerviosismo encima de la mesa ocupada por mí. Me encontraba en estos momentos en la biblioteca, rodeada de libros y de gente extraña a la que no conocía de nada.

Era uno de esos días calurosos a pesar de estar a finales de octubre.

Estudiaba y miraba el reloj para saber cuándo tendría mi siguiente hora de clase en la universidad. No me gustaba estar sin hacer nada, era como mirar el sol en la playa sin leer un libro o disfrutar mirando el mar. Necesitaba hacer algo y mi mente lo pedía. Pero no sé por qué, cuando me giré, lo encontré allí. Ese chico que me había encontrado en las puertas del cielo hacía unos días. Estaba allí, a unos metros de mí en dos asientos más allá de la mesa completada solo por mí y ahora por él.

Me dio miedo girarme con dramatismo y mirarlo, pero no pude evitarlo. Como la polilla que se siente atraída por la luz. Yo era esa polilla y él la luz. Una luz brillante que me hizo pensar si es de este mundo.

Tragué saliva y, con lentitud, lo miré. Ya no llevaba aquella camiseta de hockey negra como la que se había puesto el primer día que lo vi. Llevaba una sudadera fina pegada a su cuerpo, que me dejó ver la figura perfecta de él. No sabía cómo se llamaba, pero su olor a Christian Dior me explicaba que debía tener un nombre singular, no muy común y que solo unos pocos llevarían. Quizá me equivocaba y hacía de un grano de arena una montaña, como quien escalaba el Everest.

Pero no le pregunté. Estaba ante esa duda de si saludarlo o, en cambio, callarme y seguir con mis estudios, fingiendo que un ángel no estaba a dos asientos del mío. Pero no era fácil.

Me decanté por no saludarlo y volver a mirar a mi libreta llena de apuntes, equivalente a horas y horas de buscar en la biblioteca. No quería saludarlo y que él me mirase con extrañeza, sin recordarme, porque era evidente que un chico como él no se acordaría de alguien como yo. Jamás alguien en su sano juicio lo haría. Y por muy perfecto que fuese, chicos como él siempre evitaba por recuerdos de instituto, cuando todos se burlaban de mí.

Pero, cuando sentí su mirada sobre mí y me dijo esas palabras, dejé de pensar en ello y mi corazón se puso a la altura de las nubes.

—Hola, ¿qué tal? —preguntó desde su posición y yo moví mi cabeza lentamente, como si temiese que ese saludo no fuese a mí. Pero al girar mi cabeza sí, era para mí y esos ojos me hipnotizaron sin previo aviso—. Me llamo Levi. Nos conocimos en la entrada de la universidad.

Respiré con dificultad, como quien buscaba una respuesta en una pregunta de examen, pero solo ve la hoja en blanco y comienza a ponerse nervioso por no estudiar con anterioridad. Así me sentía yo, mirando a los ojos a aquella pregunta mientras que yo era la hoja en blanco en ese dicho lugar.

—Yo soy Olivia —susurré alargando la mano como hacía él y ahí fue cuando ya podían hacer mi propio funeral.

Era como tocar el cielo y volver a bajar a la tierra sin avisar. Como quien bajaba en paracaídas desde lo más alto y llegaba al suelo tras disfrutar de las vistas. Su mano cálida acarició la mía y sentí desmayarme. Exageraba cuando hablaba así, pero así era como me sentía.

Sus ojos se movieron como si estuviesen sorprendidos por mi respuesta. Fue ahí cuando su mano abandonó la mía y sentí perder algo importante. Pero como si no me afectase, alejé mi mano y la volví a poner sobre la mesa aun sin dejar de mirar a ese chico que tan afectada me tenía por dentro.

Me observó, ladeando al cabeza como si fuese la chica más interesante que había visto en su vida y me analizó. Sentí como sus ojos miraban mi rostro, luego mi cuello y seguía de esa forma mirando mi cuerpo desde donde él podía verme y juré que mis bragas se caían al suelo por esa mirada tan íntima y ese repaso mental que me estaba dando él desde su mente. Y me pregunté qué es lo que sentiría él al hacer eso, pero sus ojos no demostraban sentimientos. Eran expresivos cuando querían, pero cuando no lo deseaba no lo demostraba e intenté relajarme como pude.

—Olivia... Tienes un nombre que nunca había oído. —Me dijo mientras que intentaba seguir descifrándome como deseaba—. No eres una chica muy habladora, ¿verdad?

Apreté la mandíbula y negué con la cabeza. Era cierto, ni aunque fuese la persona con la que más confianza tuviese, hablaría demasiado. Las palabras para mí eran sagradas y solo las decía cuando eran necesarias. Solo cuando mi corazón lo sentía, por eso quizás nadie quería indagar en mi alma y conocerme. Ya nadie le gustaba adentrarse en alguien y conocerlo a fondo. Nadie lo hacía y a mí no me importaba. Porque era consciente de que si alguien lo hiciera me sentiría expuesta y no lo quería.

—Hay quien dice que escondo muchos secretos —susurro, cambiando mi mirada y volviendo a mi mesa, a mi libreta llena de apuntes y seguí sintiendo la mirada de él sobre mí.

Por el rabillo del ojo, lo vi levantarse y sentí el peso del mundo sobre mis hombros. Sabiendo que el único que quería hablar conmigo, y ese era Levi, quería irse, la tristeza se apoderó de mí lo antes posible.

Pero me sorprendió escuchar una silla moverse a mi lado y un cuerpo limpio sentado en la silla.

Volví la cabeza otra vez y me quedé allí, mis labios a menos de centímetros de los míos, con hermosos ojos recorriendo a mi alrededor y yo con un rostro pálido que lo veía muy de cerca. Muy cerca.

—Pues pienso descubrir cada esquina de tu mente y disfrutaré conociéndote a fondo —susurró, guiñándome un ojo y sacando sus libros de estudio sin quitarme la mirada sobre la mía.

Y me sentía como quien descubría un tesoro, como el que ganaba la lotería o como el periodista que descubría el mayor secreto de un político. Él estaba a mi lado y yo ya no supe fingir que no estaba ese ángel caído del cielo. No lo pude hacer porque su fragancia me tenía a sus pies y me sentía una estúpida por enamorarme a primera vista de alguien a quien no conocía. Ya que le dabas ventaja a que te rompiese el corazón más temprano y peor.