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Capítulo 5

CAPÍTULO 5

UNAS HORAS ANTES...

MARCUS

—Llegaremos tarde, Don.

—Nunca llego tarde... Y si así fuera, entonces que esperen. —mi arrogancia no tiene límites.

Al pasar por la puerta, uno de mis chicos me da mi chaqueta, y la arrojo sobre mi hombro. Meto la mano en mi bolsillo y saco mis lentes oscuros...

—Hagamos esto de una vez.

(####)

Me preparaba para reclamar lo que, por derecho, es mío. Me haría cargo de la pequeña pandillita de mediocres que aterrorizan Milán, los que juegan a ser dioses. Solo que aún no saben quién es el verdadero dios. He visitado a la muerte y he vuelto del infierno; no hay lugar para mí en el cielo, así que estoy listo para seguir haciendo esto.

Todo estaba listo. Parte de mis hombres me esperaban ya en Milán; nada más que la seguridad viajaría hoy conmigo. Cuando hablo de la seguridad, me refiero a Damon; él es mi Underboss y también se encarga de mi seguridad y de una parte de mi imperio. Mi concigliere, Manuel, es eso: mi mano derecha, mi consejero.

Al llegar al aeropuerto, mi jet privado me espera. Desafortunadamente para algunos, mi atención se centra en la rubia y sexy azafata de piernas largas e increíble trasero. Mi polla se contrae de anticipación.

—Buenas tardes, señor Don Marcus. Ya estamos listos para despegar, en cuanto lo indique —me dice el capitán del avión.

—Muy bien. ¡Que tal ya! —le digo al subir las escaleras, con mis ojos puestos en esa deliciosa rubia que se relame los suaves labios rosados. Al llegar a su lado, la empujo sutilmente hacia la parte de atrás del avión, con una necesidad imperiosa.

—Señor Don D'Angelo... —me dice en un susurro jadeante.

—Te espero. Tráeme un escocés —la corto antes de que pueda continuar hablando. Sabía que tenía un protocolo que cumplir. Paso de largo los asientos, directo a la habitación, donde me pongo cómodo, colocando mi arma en la pequeña mesita al lado de mi chaqueta.

Me siento en la cama, deshaciendo el nudo de mi corbata, y agarro mi teléfono, desplazándome a través de los mensajes de texto. Algunos son de trabajo, y los demás son de Emma; joder, qué mujer más sexy y tan malditamente caliente que le gusta tentar a su suerte. Leo su SMS:

"Hoy me toca jugar sin ti y eso me pone muy triste :-("

El SMS iba adjunto con un pequeño video de ella jugando con su lindo coño húmedo. Mi polla se engrosa un poco más, y juro que estoy listo para estallar.

Cuando estoy a punto de sacarlo y darle la liberación que necesita, la puerta suena y sonrío internamente porque sé que es la bonita rubia.

—Adelante —grito. Tal como lo predije, ella asoma la cabeza y me mira.

—Su escocés, Señor... —su voz se quiebra al verme sacar mi polla de los pantalones; es una invitación abierta para que sepa lo que quiero de ella. Bien puede negarse e irse y dejarme que yo me ocupe de mi asunto, o puede aceptar y complacerme. Pero entonces la veo relamerse los labios, con sus ojos fijos en mi miembro.

—Pasa —le ordeno. Ella lo hace, pasa, trancando la puerta tras de sí. Camina hasta detenerse frente a mí y me entrega el vaso. Me tomo el líquido ámbar de un trago y, con autoridad, le digo: —Arrodíllate —y lo hace. Abro mis piernas para darle mejor acceso y ella se acomoda, poniendo sus antebrazos en mis piernas.

Acaricio su mejilla con mis nudillos hasta su boca, donde paso mi pulgar por ese grueso labio inferior que se ve provocador. Ella abre su boca para mí, y como si supiera lo que quiero, saca su lengua, la pasa por mi pulgar, llevándolo dentro y chupándolo. Gimo, deseando que sea mi polla lo que esté en esa cálida boca suya.

En ese momento, el avión comienza a moverse, listo para despegar. Sé que estoy rompiendo unas cuantas reglas de seguridad; nunca me han importado las reglas que no sean las que yo imponga.

—Quiero follar tu boca —le susurro, continuando con mis caricias—. Así que lo haré —determino.

Ella simplemente asiente. Tomo su cara con ambas manos y la inclino para morder ese labio que se burla de mí. Ejerzo presión lo suficiente hasta oírla gemir; entonces la suelto. Con una mano agarro la parte de atrás de su cabeza y con la otra la tomo por el cuello, guiándola hasta mi miembro. Metiéndosela hasta el fondo de su garganta, a la vez que aprieto su cuello, causándole temor al pensar que puedo ahogarla. La siento hacer arcadas y veo lágrimas correr de las esquinas de sus ojos. Le retiro la polla y la muy puta me sonríe al tiempo que atraviesa con la lengua mi hinchada cabeza. Entonces sé que ella está conmigo en esto y que mi juego le gusta.

Me follo su boca como más me gusta, duro y rápido. Con una mano libre, desabrocho su camisa y le saco un seno del sujetador; son tan jodidamente grandes y hermosos. Los masajeo al tiempo que aprieto con el pulgar y el índice su duro pezón. Ella gime más, abro sus muslos y puedo imaginar lo que está pasando allí. Muevo mi pie entre los de ella para que así pueda montar mi pierna... Y eso hace, monta mi pierna como una jodida perra caliente.

—¡Aaah, sí, así! —le digo, disfrutando de una buena mamada. Sintiendo el deseo recorrer mi cuerpo y el clímax acercándose, mi polla se engrosa más en su boca antes de estallar en su cálida garganta, llenándola de cremoso semen caliente.

—No tragues —le gruño con los dientes apretados. Una vez que los temblores que recorren mi cuerpo pasan, me retiro de su boca y le obligo a abrirla más—. Muéstrame —y en silenciosa sumisión, lo hace. Sonrío con satisfacción—. Traga —le ordeno. Ella lo hace y luego vuelve a chupar mi verga, dejándola limpia. Las lágrimas derramadas con anterioridad manchan su cara de negro.

Me levanto de la cama, guardando mi miembro antes de ofrecerle ayuda para ponerse de pie y la dejo ir. Le señalo el baño para que se limpie. Camino fuera de la habitación con mi teléfono y me reúno con Manuel y Damon; este primero menea la cabeza en negación.

—Sí. En mis tiempos, eso no se podía hacer o los problemas serían grandes —dice Manuel. Damon ríe. Yo también hago lo mismo y me siento a su lado.

—Suerte entonces que estamos en el mío. Y aquí, yo mando —le sonrío, al tiempo que presiono el botón de enviar en mi teléfono celular. Miro por la ventanilla del jet y me doy cuenta de que hemos despegado.

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