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Capítulo 2

Durante esa semana Lien preparó absolutamente todo para viajar. Sus nervios parecían estar calmos, cuando en realidad la estaban consumiendo por dentro. El sonido de la puerta la descolocó, preguntó quién era y la voz de Leo hizo que su piel se estremeciera de un sentimiento que no pudo identificar. Leo se había disculpado por engañarla, pero no intentó contactarse más con ella, y quizá eso la desconcertó en partes. Dudó en abrir la puerta, pero ¿qué más daba? estaba intrigada por saber qué quería y aunque se convencía de que ya no sentía más que desprecio por él, sentía la necesidad de verlo, de sentir nuevamente su colonia habitual y perderse en sus ojos café.

- Lien, sé que estás del otro lado, por favor abre la puerta.- Dijo Leo en tono suplicante.

- Sea lo que sea que tengas que decirme, hazlo rápido porque estoy muy ocupada. - Respondió abriendo la puerta y dejándolo pasar.

Leo la sorprendió con un abrazo, sus manos estaban calientes y su semblante mostraba cansancio. Lien le sostuvo la mirada sin poder creer, que el amor y la necesidad de tenerlo cerca había desaparecido.

-Me enteré que te vas cariño. No lo hagas, quédate conmigo, prometo nunca más engañarte, lo que pasó con Brenda fue tan estúpido, me comporte como un niño. Te amo Lien.-

-Espera un momento ¿Te tomaste dos maldita semanas para darte cuenta que me amas? No te comportaste como un niño Leo, eres un inmaduro. ¿Olvídate de mí, me creíste capaz de aguantarme tu traición y de hacer como que nada pasó? Estás muy equivocado, ésta mujer que ves aquí, no es la misma de hace dos semanas. Y te lo debo a ti.-

-Lo siento amor, no sabía lo que hacía. No sabía cuánto te necesitaba hasta que te perdí. Ni Brenda ni nadie me da la tranquilidad que tú me das.- Soltó Leo sin medir el riesgo de sus palabras.

- ¿Qué rayos estás diciendo? ¿Ni Brenda ni nadie? ¿Con cuántas más me has engañado? - Exclamó Lien con una furia que jamás había sentido. Las lágrimas amenazaban con brotar pero no se dejó ganar.- Vete de mi casa y no vuelvas más.-

Volvió a su cuarto y tomó dos bolsas con todas las cosas que tenía de él, en su casa. Con fuerza le entregó una bolsa haciendo que Leo trastabillara y cayera sentado al suelo fuera del departamento.

- Pensaba deshacerme de todo ésto, pero ya que estás aquí, llévate toda ésta basura y sal de mi vida de una vez por todas. - Soltó Lien con seguridad. Una sonrisa victoriosa se dibujó en sus labios.- Mucha suerte Leo, ya estás fuera de mi vida.- Concluyó y cerró la puerta en su cara.

Se apoyó un buen rato de espaldas pensando en la manera que había actuado, se sintió vulnerable unos minutos, pero no se dejó vencer. Suspiró con fuerza y cerró sus ojos imaginando su vida sin el hombre que había creído que estaría a su lado por siempre.

El viaje a Inglaterra duró veintidós horas, y aunque Lien estaba algo cansada, la ansiedad de encontrarse con su hermana, hizo que mágicamente todo pensamiento desapareciera. Estiraba su cuello para poder visualizar a Ross y encontró unos brazos sacudirse entre el tumulto de personas, sonrió con un nudo en su garganta por tanta emoción y al llegar a los brazos de su hermana, se rompió en llanto.

Un poco era por la emoción, pero la mayor parte era porque desde que se había separado de Leo, no había tenido a nadie a su lado con quién compartir ese dolor. Sentía que sus pulmones reventarían por la fuerza que generaban al respirar aceleradamente.

-Ya Li, todo estará bien. Que te hayas separado, quiere decir que dios escucho cada palabra, cuando decías, "Líbrame de todo mal, amén."- Susurró Ross haciendo que Lien sonriera olvidando su tristeza. - Estoy tan contenta que hayas decidido venir a despejarte. Inglaterra te encantará, hay tantos sitios para conocer, la gente es muy cálida.-

-En realidad, tengo algo de intriga porque ni siquiera sé hablar bien inglés. -

-Tranquila, no es para nada complicado, descargas un traductor en tu celular y problema resuelto. - Soltó Ross con sutileza.

Al segundo día de su llegada a aquella ciudad, Ross y su marido se fueron de vacaciones. Estarían quince días en Dubái y era el tiempo que durarían las vacaciones de Lien. La casa era lo bastante grande como para vivir una gran familia y aunque se encontraba en medio de la ciudad, era un lugar bastante tranquilo. El cuarto que utilizaba Lien tenía un hermoso balcón con plantas, lástima que la vista daba a un edificio de siete pisos.

Su primer día sola tenía que comenzar de lo más tranquilo. Se preparó un café y con su libro en la otra mano, se asomó al balcón a ver la calle desde arriba. Ya a las siete de la mañana se escuchaba el típico movimiento de las personas y el sonido del tránsito. Respiró aliviada, por no tener que ser una de esas personas que salían a trabajar. Disfrutaría de esos días y conocería cada pequeña parte de esa extraña Inglaterra que aún se le hacía desconocida. Dejó su libro en el muro del balcón y bebió un poco de café, suspiró disfrutando del sabor y la tibieza del líquido marrón y en un torpe movimiento, golpeó el lomo del libro haciendo que cayera a la calle.

-Me cago en la mierda...- Exclamó Lien mientras veía como su libro caía sobre la cabeza de alguien.

Sin pensarlo dos veces corrió hacia afuera buscando la dirección dónde había caído el libro. Aún estaba en ropa de cama y descalza cuando un hombre se detuvo a mirarla con una sonrisa y su libro en la mano. Lien llegó hasta él tomando su libro maldiciendo por el daño que tenía. El hombre sólo meneaba su cabeza sorprendido y fue cuando ella se percató de disculparse.

-Lo siento, es que se me cayó ... - Se paró en seco, recordando que no estaba en México. El hombre abrió los ojos sin entender. - Carajo, esto no me lo esperaba... Ok, I'm sorry. Es que éste Book, me costó a lot of money. - Soltó rodando sus ojos por su malísimo inglés. - You're fine? - Preguntó levantando su pulgar y el hombre hizo lo mismo con una sonrisa de diversión.- Ok, no necesitas ir a un hospital, ese chichón desaparecerá como yo y mi libro... Bye.- Soltó a la ligera y caminó a paso rápido para volver a la casa.

El hombre se quedó de pie viendo a Lien entrar a toda velocidad y volvió a sonreír, casi sin creer aquel raro encuentro. Ella volvió al balcón para tomar su café mirando distraídamente hacia abajo. Lo que no se esperaba, era ver a aquel hombre parado en el mismo lugar observándola con una indescifrable sonrisa. Atraída por aquel rostro que hubiese disfrutado más de cerca que de lejos, sostuvo su mirada unos eternos segundos, hasta que él levantó su mano a modo de saludo y siguió su camino. Lien lo siguió con la mirada, tenía una camisa color blanca, y un pantalón de vestir gris, el cual marcaba muy bien su trasero y hacía juego con unos brillantes zapatos negros.

- Si no fuese por mi corazón herido, te saludaría, pero ya caí una vez y no caeré dos veces en la misma trampa. - Se dijo a sí misma, y de repente el hombre se dió vuelta para volver a mirarla.

Su corazón comenzó a latir desbocado, como si hubiese cometido un delito y estuviesen a punto de descubrirla. Un calor subió por su cuerpo y un tono rosado pintó su rostro. Hacía bastante tiempo que su cuerpo no se comportaba de ese modo.

-Malditas hormonas... Maldito Leo, si no fuese por tu culpa, no estaría lejos de mi casa, comportándome como una estúpida niña...-

< Cuánto tiempo pasará para amar de nuevo? Por lo pronto no espero a nadie, no espero cariño de nadie, ni busco en quién refugiarme. Todo se supera en la vida, y tú ya eres pasado, ni loca dejo que mis sentimientos sigan amarrados a ti.>

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