Capítulo 4: Caminando por las murallas
Aretha
- Ahora, dúchate y ven a la cocina y te traeré algo de comer.
- Gracias, señor.
- No, llámame Carmine.
- Gracias Carmine, pero no tengo nada que ponerme.
- Está bien, Rachelle dejó algunas cosas aquí cuando se fue. Además, sois prácticamente de la misma talla. Aquí siempre llevamos ropa de trabajo, así que mira en el armario y encontrarás ropa de trabajo.
- OK, gracias Carmine.
En cuanto sale, me meto en la ducha para lavarme. Una vez que he terminado, me visto con mi traje. Es un vestido completamente negro con un delantal blanco. Me llega por debajo de las rodillas.
Me arreglo el pelo y salgo. Siempre me han admirado por la calle porque tengo una bonita figura con cintura de avispa, un buen trasero y un bonito busto. Hay que decir que el Señor me ha mimado. Intento encontrar el camino a la cocina, esta casa es tan grande que te puedes perder.
Encuentro a un hombre en mi camino, es tan alto como el primero que encontré en el salón.
- ¿Y quién es ésta? ¡Caperucita Roja! ¿De dónde vienes?
Se acerca a mí, me rodea y me acerca a él:
- Señor...
- Armando.... ¡deja en paz a mi madre de alquiler!
Nos dirigimos a Madame.
- Ve y únete a Carmine.
- ¡Sí, señora!
Corro para irme cerca de este caballero.
¡Es tan grande! Me asusta tanto como el otro. Corro a la cocina. Carmine me mira, ¡sorprendida por mi entrada!
- ¿Qué está haciendo? ¿Por qué corres?
- I ... es el señor .... el otro señor
- ¿Te asusta?
- Sí, me miró de una manera extraña.
- Tendrás que hacer todo lo posible para evitarlo, ¡es capaz de violarte!
- Lo sé, estoy muy asustada. ¿Debería limpiar su habitación también?
- No, sólo vas a cuidar la habitación de mamá y el señor. Empiezas mañana por la mañana. Siéntate, debes tener hambre.
- ¡Es verdad, llevo dos días sin comer!
- ¡Oh, mi pequeño! Pero, ¿por qué?
- Es una larga historia Carmine, te la contaré algún día.
Me sirve y empiezo a comer.
Una mujer entra en la cocina, mirando su uniforme, trabaja aquí con nosotros.
Es muy guapa con el pelo suelto. Parece india. Debe ser mestiza.
- Carmine, ¿quién es?
- Conoce ... cómo
¿te llaman?
- Me llamo Aretha.
- Me gustaría presentaros a Aretha, una de las nuestras y también la nueva madre de alquiler de Madame.
Veo que la joven suelta una carcajada sarcástica.
- Si no pude darles a los jefes su hijo, ¿lo logrará esta cosita enclenque? Está tan delgada como si no comiera.
- ¡Ya basta, Marina! ¡Déjala en paz!
- De todos modos, no me importa, ¡mi Armando ya está haciendo mi trabajo! Así que uno menos no me hará nada.
Coge una manzana de la mesa y sale.
Termino de comer y le pregunto a Carmine:
- No sé si te he entendido bien, ¡pero yo pensaba que se acostaba con los dos jefes!
- Sí, has acertado, en esta casa pasan muchas cosas. Tus ojos verán muchas cosas pero tu boca debe permanecer siempre cerrada.
- Vale Carmine, ¿pero no sabe la señora que el señor está tonteando con ella?
- Sí, la tiene.
- ¿Pero no está celosa?
- No, ella sabe que su marido no puede amar a una sirvienta...
- ¿Y por qué?
- ¡Él es así! Cuando la señora no está cerca y él tiene un antojo, ¿sabes lo que quiero decir?
- Sí.
- Cuando le apetece, coge a una de las chicas de la casa y ¡hace lo que tiene que hacer!
- ¡Oh, Dios mío! ¿Y si no quiere?
- Ninguna de las chicas se niega, al contrario, ¡están listas siempre que uno de los hombres las necesita! Parece que son buenas en lo que hacen.
- ¿Qué significa ser un buen tirador?
- Significa que saben qué hacer cuando lo hacen.
- ¿Qué cosa?
- Ustedes tampoco acaban de nacer. Eso significa que saben usar el tercer pie.
- Ho....
- ¿Lo has entendido ahora?
- Sí, entiendo.
Será mejor que descanses, mañana por la mañana te despertaré y te llevaré al dormitorio principal para que te asees.
- Vale, pero quiero ayudarte a fregar.
- No, no es necesario. Tenemos una máquina para eso.
- Vale, pero...
- No hay peros que valgan, jovencita. Descansa un poco.
- Muchas gracias Carmine, eres muy amable.
- De nada. Que descanses.
Salgo y camino por las paredes para no tropezarme con alguno de los hombres de la casa. Llego rápidamente a mi habitación. Uf, estoy a salvo por esta noche.
Me cambio, busco en el armario y encuentro un viejo camisón, ¡que creo que servirá!
