Librería
Español
Capítulos
Ajuste

• Capítulo 2 •

Jessy

Me despierto temprano para no atrasarme con Luz y sus cosas del jardín. Sebastián se queda en el cuarto dándose un baño mientras que yo bajo a la primera planta para preparar el desayuno.

Pongo la cafetera y pan al tostador, preparo huevos con tocino y sirvo jugo en dos vasos, alisto la mesa con dos puestos.

Ya luego le daré el desayunó a Luz.

Pasan unos minutos y Sebastián baja las escaleras, su mirada azulada se clava en mi mientras que yo lo recorro completo, su atractivo no pasa desapercibido y sobre todo su porte, alza la comisura de sus labios mostrándome su dentadura blanca, mechones de pelo rubio oscuro caen sobre su frente. Como era habitual vestía un traje negro a su medida, la camisa blanca se le adhiere a su pecho y brazos musculosos, haciéndome salivar.

Deja la chaqueta de tela en el perchero y avanza hacia mí, mi nariz percibe su loción varonil y sonrió.

— Luz aún no despierta, pase a despedirme y solo murmuro algunas cosas que no entendí. — comenta, mientras toma asiento.

— Es temprano aún, ya te traigo el café, mi amor. — le doy un beso fugaz en los labios y no me deja avanzar porque me deja caer en sus piernas y me da un beso cálido mientras sus manos suben por mis piernas desnudas.

— Se te hará tarde. — susurro cerca de sus labios.

— Vale, solo porque estoy justo en la hora te dejo ir. — sonríe y me levanto yendo directo a la cocina.

Al volver Sebastián está revisando su celular.

— ¿A qué hora entra Luz? —pregunta cuando dejo su café en la mesa— Gracias, mi amor.

— Entra a la una de la tarde. — respondo, vuelvo a la cocina por el pan y mi té.

— Hablaré con mi jefa, ojalá me dé una media hora libre para poder llevar a Luz al jardín y a ti al trabajo. —bebe un sorbo de café— No quiero perderme el primer día de clases de mi hija.

— Lo sé, mi amor. ¿Cómo creció tan rápido? — murmuro cabizbaja.

Me duele que mi chiquitita crezca tan rápido.

— No lo sé, joder ya tendrá su primer día de clases. — dice como si no lo pudiera creer y yo estoy igual.

— Le envié un correo a Yushelt, ojalá me de permiso o si no me escapó. — se encoje de hombros.

— No seas loco ¡Te pueden despedir!

— ¡Que va! Soy el mejor, no les conviene despedirme. — exagera.

— Soy el mejor. —me burlo— Apresúrate que vas tarde.

Alza la mirada y se levanta rápido.

— Haré todo lo posible por venir a medio día. — me da un beso y sale de casa.

Exhalo antes de empezar a ordenar, lavo los cubiertos y por último barro la casa.

Iré a despertar a Luz, tengo que bañarla, vestirla y darle desayuno, que bueno que ayer preparamos la mochila con sus útiles escolares.

Ya son las diez de la mañana y voy en busca de mi pequeña revoltosa.

— Luz. —beso su rostro— ¡Luz de mi corazón! Despierta, princesa. — comienza a pestañear.

— ¡No, mami! — se vuelve a tapar con las sábanas.

— Vamos dormilona, recuerda que hoy vas al jardín.

— ¡No quiero mami!

— A bueno, entonces llamaré a tu padre y le diré que no traiga pizza. — hago como que estoy marcando el número de Sebastián y Luz salta de la

cama.

— No, no, no. Ya estoy despierta, vamos. — me quita el celular y lo deja en su cama tirando de mi mano en dirección al baño.

Cojo su tolla y dejo su ropa en la cama junto a su cepillo de cabello y unos elásticos para su peinado.

— Vamos, Luz ya te dije que tú te tienes que desvestir, ya estas grande. — Luz reclama, pero termina haciéndome caso.

— ¿Por qué no puedes hacerlo tu mami? Como cuando era un bebe.

— Por ya no eres un bebe y debes aprender. — la dejo en la bañera y le paso la esponja, luego le lavo el cabello.

Terminamos rápido y la llevo a su cuarto, le colocó la ropa interior.

— Ayúdame con la ropa, ponte la faldita y la camiseta. — me pone mala cara, pero lo hace.

La tengo muy malcriada preparándole todo yo, así que debe aprender a independizarse con mínimas cosas como vestirse sola, lavar sus dientes, ir al baño.

— Te secare el cabello, luego te daré el desayuno y lo tomaras sentada en el sofá mientras yo me baño. ¿Si, luz?

Asiente jugando con Valeria en sus manos.

Le seco el cabello, lo tiene tan largo que me tardó varios minutos, luego bajamos para darle el desayuno, le colocó sus caricaturas y le sirvo un bol de yogurt con fruta.

— Luz, quédate aquí, hija, por favor. —me pongo de cuclillas — Ya vuelvo.

Luz se queda en el sofá comiendo y corro a bañarme, sé que es inquieta y le costará quedarse en el sofá mucho tiempo.

Tomó una ducha lo más rápido posible lavando mi cuerpo y cabello, lo bueno que es corto y se me seca rápidamente.

Salgo del baño y escojo unos vaqueros negros, una camiseta ajustada de tiras. En el trabajo me darán una camiseta con su logo y una pechera para utilizar en horas laborales.

Aplicó una sombra clara en mis párpados resaltando el verde de mis ojos, un poco de máscara en mis pestañas dándole volumen y en mis labios gruesos un poco de gloss.

Bajo las escaleras en busca de mi hija y espero que siga donde la deje.

— Mami quiero un pony, como ese. — apunta la televisión saltando en el sofá una y otra vez.

Siento que se me sale el corazón viendo la brincar tan alto.

— ¡No saltes en el sofá, Luz! ¡Te puedes caer! — me acerco rápido.

— ¡Lo siento, mami! — dice con una sonrisa burlona y vuelve a saltar quedando sentada en el sofá, toma a Valeria y la sienta en sus pequeñas piernas mirándome con una sonrisa llena de ternura.

Joder, me dejara loca esta niña.

— Vamos arriba, voy a trenzar tu cabello. — murmuró cansada.

Luz se adelanta mientras voy a dejar el bol a la cocina y lo lavo rápidamente.

Cuando llego a su cuarto este ordenando sus ponys por tamaño y la llamó. Se sienta en la cama, terminó separando su cabello en dos y le hago dos colas de caballo, no me da tiempo para trenzar su cabello.

Ya son las doce y Sebastián no ha llamado, supongo que no le dieron permiso.

Bajo con Luz a la primera planta y la observó.

Se ve tan grande, mi princesa.

Su tono de piel es blanca, el cabello castaño claro con los dos moñitos le cae por su espalda y se le hacen leves ondas en las puntas, tiene ojos grandes y muy claros, no se define si su color es azul como su padre o verdes como su madre, depende de la luz. El uniforme le queda justo a su medida, las medias le llegan casi a las rodillas y su faldita un poco mas arriba, se ve adorable.

Falta media hora para que Luz entre a clase, así que espero unos minutos mientras ella juega yo arreglo mis cosas para el trabajo, creo que no almorzare o comprare algo allá. Guardo mi cargador, las llaves y mis documentos. Le hago la lonchera a Luz con su almuerzo, unas galletas, manzana picada y un jugo.

Faltando quince minutos para la una, salimos de casa tomadas de la mano.

Luz camina en silencio y eso es raro, en ocasiones aprieta mi mano y la miro de reojo.

—¿Y si los niños no quieren jugar conmigo, mami? — dice con voz afligida.

Me detengo y me cocolo frente a ella en cuclillas.

—Mi amor, si no quieren jugar contigo pues buscas otros amiguitos y si no, juegas solita, no hay nada de malo en jugar sola, ellos se van a perder tu compañía. — ella me mira con sus ojos cargados de tristeza y comienzo a debatir si realmente quiero trabajar.

—Esta bien, mami. —me abraza— Te quiero.

—Yo te amo, mi vida. —susurro y mi pequeña vuelve a ser ella, mi Luz.

Cuando llegamos a la esquina del jardín hay varios niños y sus padres, lástima que Sebastián no pudo venir. Luz comienza a caminar mas lento y eso me asusta, no quiero que le tenga miedo al jardín o querer soltarse de mí.

—¡Papi! — exclama y suelta mi mano.

Observo la dirección a la que corre y dejo de respirar por un segundo al ver al guapo hombre que sostiene a mi hija entre sus brazos, avanzo hacia ellos y Sebastián no tarda en besarme. Tenemos la mayoría de las miradas en nosotros, mayormente femeninas que observan a Sebastián con determinación, el porte y lo galán no pasan desapercibido, sobre todo como lo hace lucir el traje que carga.

— Lo siento, casi no llego. —se disculpa y niego.

— ¿Te dejaron o escapaste? —pregunto risueña.

— ¿Qué crees tú? — musita y abro los ojos.

— Sebastián. — reprendo.

— Es broma, solo que me respondió tarde el correo un poco tarde mi jefa y por eso casi no llego. — dice él.

— Mas te vale.

Una profesora sale a informar que los niños ya deben entrar a clases y Luz hace un leve puchero, no por favor.

No quiero verla llorar o no querré dejarla aquí.

— Ya tienes que entrar, Luz. — Sebastián le baja de sus brazos y la veo dudar.

— ¿Quieres que te acompañemos? — pregunto, pero niega, observa a los demás niños despedirse de sus padres y eso parece ayudar porque se despide de ambos y nos da una leve sonrisa.

Avanza a la entra cargando su mochila y me la pena me invade porque siento ganas de llorar, Luz saluda a la profesora de la entrada y ella las dirige junto con otra niña al salón.

Sebastián me abraza y besa mi cabeza, sé que a él también le entristece, pero se hace el fuerte con el tema.

— Solo serán unas horas, amor. Luego vendremos por ella. — murmura.

— Lo sé...— la voz se me quiebra— No puedo evitarlo, es mi niña.

— También es mi niña, pero son cosas por las que debemos pasar.

— Espero que digas eso cuando traiga su primer novio a casa. — se tensa y me da una mala mirada.

— No me recuerdes eso que recién tuvo su primer día de clases. — gruñe.

Me rio y seco las lágrimas locas que salieron.

— Vamos al auto, ya entraras al trabajo. — caminamos hacia el auto aun con su brazo en mi cintura.

Nos montamos en el coche, tardamos veinte minutos en llegar, Sebastián rodea el auto y abre mi puerta bajo nerviosa y antes de avanzar Sebastián me detiene tomando mi rostro.

— Mantendré el celular en alta voz, si no te gusta el trabajo, te dicen algo, si alguien se pasa de listo, la más mínima cosa me llamas, mi amor. — dice afligido.

— No soy una niña, Sebastián. —digo en voz baja— Gracias por traerme.

Beso la comisura de sus labios y entro al minimarket.

No están pequeño como pensaba cuenta con cinco cajas y alrededor de siete pasillos, me acerco a una señora que dice "jefa" en su pechera, se llama Roberta Lord.

—Hola, soy Jessy Hamilton y hoy es mi primer día de trabajo. — me mira con ojos cansados.

—Claro la nueva, sígueme. — dice sin agrado.

Creo que le cai mal.

Se dirige a una oficina y saca unas bolsas plásticas del mueble.

—Tu uniforme. ¿Alguna pregunta? —niego— Bien, comenzaras reponiendo.

Sale de la oficina.

—¡Ahora Hamilton! — grita y pego un salto.

Salgo de prisa a los pasillos.

¿Qué se supone que debo reponer?

Primero voy a baño de empleados a cambiarme, ella me dirige y me muestra nuestros casilleros, guardo mis cosas luego de cambiarme la camiseta y colocarme la pechera con mi nombre salgo a los pasillos.

— Pasillo cinco, necesita recargas de leches. — ordena Roberta con tono firme.

Camino a pasos rápidos para que no vuelva a llamar mi atención.

— Hola, soy Tracy. — una chica de cabello negro rizado llega a mi lado.

— Hola, soy Jessy. — sonrío tímida.

Ella al parecer se da cuenta de que no tengo ni la más mínima idea de lo que debo que hacer.

— Tienes que tomar ese carro y reponer las leches en el pasillo cinco. — murmura apuntando el pasillo cinco.

— Gracias. — murmuro y ella asiente.

— De nada, cualquier cosa me preguntas a mi o a Fabricio. — dice tomando el carro de al lado.

— ¿Quién es Fabricio? — pregunto.

— Es nuestro compañero, lo notarás de inmediato cuando lo veas, es moreno y muy alto. — comenta con gracia.

— Está bien, muchas gracias.

Ella asiente y desaparece por algún pasillo mientras yo cojo el carro y me dirijo al pasillo de las leches, me espera un largo día.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.