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Besos de un infiel

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Sinopsis

Jessy Hamilton, 25 años, metro sesenta y cinco, melena castaña, ojos verdes claro y tono de piel dorada clara, mantiene su figura intacta luego de haber dado a luz a su pequeña hija Luz, junto a su pareja un contador de finanzas, Sebastián Walk. Su esposo de 29 años, alto de metro noventa, cabello rubio oscuro, ojos azul cielo y pectorales marcados y tonificados. Son una pareja joven donde el amor arde. Su vida da un cambio cuando Jessy comienza a trabajar luego de cuatro años de haber cuidado a su hija, la pequeña Luz debe ir al jardín y Sebastián cambia de edificio, pero manteniendo el contrato con la misma empresa textil. Nuevas personas entran a su vida, ellos mantienen su relación de pareja intacta, el deseo arde entre ellos, pero una tercera persona no recibe un no como respuestas y la venganza es lo que hace caer.

DramaRománticoDulceUna noche de pasiónAmor a primera vista SeductorSEXOHistoria PicanteAmistad

• Capítulo 1 •

Domingo en familia, así es mi día y me encanta pasarlo junto a mi hija y mi esposo.

Me muevo de un lado al otro buscando especias para la carne que estoy preparando y escucho los gritos de mi pequeña Luz.

— ¡Papi déjame! ¡No más cosquillitas! — exclama riendo sin parar.

Sebastián debe estar atacándola con sus dedos en su pequeña barriguita.

—¡Papi, no! — sigue carcajeando.

Avanzó al salón para verlos y Sebastián la tiene en su cojín gigante de oso haciéndole cosquillas sin parar.

—¡Mami, ayuda! — pide mi hija cuando me ve.

Por suerte ya me lavé las manos, voy corriendo hasta llegar al lado de ambos y saco a Sebastián de encima.

— No se vale, ustedes son dos contra uno. — se queja mi marido cuando nos tumbamos encima de él.

Luz le hace cosquillas a su padre con sus pequeños dedos mientras yo estoy encima de su pecho para que no se levanté, aunque sé que se está dejando atacar porque los brazos musculosos no los tiene de adorno, con su fuerza ya nos tendría a las dos encima de su hombro.

Los tres reímos con la televisión de fondo, Luz estaba viendo sus caricaturas cuando Sebastián había llegado de la tienda con vino.

Mañana sería un ¡Súper Lunes! y lo celebraríamos a lo grande.

Desde que nació Luz solo me dedique a ella, no trabaje, no termine mi carrera de Marketing por quedarme atenta a su cuidado.

Lo decidí así porque era nuestra primera hija, yo solo tenía veinte años y no le confiaba a nadie el cuidado de mi pequeña a nadie, además no me quería perder sus primeras veces como sus primeras palabras, sus pasitos o la primera vez comiendo sola.

Luz ya tiene cuatro añitos, estaba cerca de los cinco. Llevamos conversando con Sebastián bastante tiempo sobre un nuevo trabajo para mí, ambos estábamos de acuerdo, no nos faltaba nada según él, pero más que por necesidad lo hago por mí, amo a mi hija, pero estar encerrada en casa las veinticuatro horas del día me estaba absorbiendo mentalmente.

Aunque Sebastián solo apoyaba la idea siempre y cuando tuviéramos con quién dejar a Luz, por suerte el año pasado comenzó a funcionar un jardín muy cerca de casa, llegábamos alrededor de diez minutos caminando.

Cómo no sé conducir un auto y es Sebastián quien lo usa para transportarse a su trabajo, me toca ir caminando a la escuela con Luz.

Pero el dilema era, mi trabajo.

¿En qué podría trabajar?

La verdad me encantaría laborar en lo que estudie.

Marketing.

Pero no termine la carrera, al tercer y último año quedé embarazada de Luz, congelé y pensé en retomarla, pero con Luz siendo tan bebe no logré organizarme, me consumía todo el tiempo y mi madre no es muy dócil con los bebés, si bien tuvo dos hijos, pero a su edad ya no le quedaba mucha paciencia, luego de que mi padre nos abandonara no era muy dócil con los niños.

Se que no se negaría cuidar a su nieta porque la adora pero mamá es un poco descuidada.

Busqué trabajos por internet y el viernes pasado me han llamado de un Minimarket, es como un pequeño supermercado donde podré ser cajera, reponedora o estaré encargada en la bodega. Mi horario la primera semana seria de tarde, pero ya la segunda semana tendría que ser completo, es decir, comienzo a las nueve y termino alrededor de las cinco.

No tiene mucha influencia con mi carrera, pero es lo que había y estaba feliz pero también muy nerviosa.

— Ya, ya, muchas cosquillas para mí, ahora le toca a mamá. — bromea Sebastián.

— ¡No! — intentó ponerme de pie antes de que me agarren, pero es inútil.

Sebastián me tumba y Luz comienza las cosquillas.

Comienzo para reír como una loca, soy muy cosquillosa y Sebastián no se queda atrás cuando lleva sus dedos a mi cuello.

—Ya, basta. — murmuró sin dejar de reír. — Mami le duele el estómago. — me quejo y Luz para de inmediato.

No sé qué tiene mi hija cuando le digo que algo me duele, pero se asusta.

Deja de hacerme cosquillas y besa mi mejilla.

— Lo siento, mami. — susurra y se levanta.

Sebastián me mira negando.

— Eres una mentirosa. — dice en voz baja en mi oído.

— Calla. — susurró y me da un beso en los labios.

— ¡Papá, no! — exclama mi hija y quita a su padre encima de mí.

— No seas celosa, también hay para ti. — carga a Luz y comienza a besar sus mejillas regordetas.

— Basta, papi, quiero ver mis ponis. — alega Luz y su padre le hace caso.

Luz tiene una obsesión con los ponis últimamente, hasta nos ha pedido un pony de regalo, uno real.

Tremenda loca.

— Ven aquí. — Sebastián me ayuda a levantarme.

Me vuelve a dar un beso casto y Luz gruñe.

Suelto una risita y Sebastián me da una palmada en el trasero antes de irme a la cocina.

Sigo con la comida, el arroz está casi listo, introduzco la carne al horno, eso sí demora y no entiendo porque la dejé para el último.

Pues ni modos.

— ¿Cómo te sientes para mañana? — Sebastián llega a la cocina y me rodea la cintura.

Su pecho duro me recibe y me pegó a él, me encanta sentirlo cerca.

— Bien, un poco nerviosa, pero nada fuera de lo normal. — besa mi mejilla.

— ¿Y tú? También tienes prácticamente un nuevo trabajo. — hablo.

— Solo será un nuevo edificio, quizás algunos nuevos empleados, pero todo seguirá igual. — comenta sin mucho interés.

Me volteó y rodeo con mis brazos su cuello. La estatura entre nosotros es notoria, su metro noventa me saca casi dos cabezas y me pongo de puntitas para besarlo.

— Mmm... — jadea.

— Los estoy viendo y no me hace gracia. — reclama mi hija desde el umbral de la puerta con las manos en su cintura.

Nos separamos y me río, Luz es tan celosa y berrinchuda. No le gusta vernos cariñoso, ni que nos besemos y me da mucha risa cuando arruga las cejas.

Parece nuestra mamá.

— Ven aquí, princesa. — Sebastián le abre los brazos y la carga dándole un beso a nuestra celosita.

— ¿Estás emocionada? Mañana es tu primer día en el jardín. — dice Sebastián y Luz arruga de inmediato la nariz.

No está muy feliz de ir al jardín y tengo miedo de que me haga un berrinche o llore y no quiera quedarse.

— No pongas esa carita, en el jardín podrás hacer amiguitos, podrás jugar, llevar tu colación…

— Yo quiero estar con mami. — me interrumpe estirando sus brazos en mi dirección y la cargo.

— Yo también, mi amor, pero mientras tú estás en el jardín yo estaré trabajando ya luego en la tarde ya esteramos juntitas con papi. — digo y Sebastián nos abraza.

Se que será difícil para ella y para mí también, llevamos cuatro años juntas día y noche.

— Papá traerá pizza mañana si vas al jardín y te portas bien. — dice Sebastián y a Luz se le iluminan los ojos, ama la pizza.

— Lo pensaré, papi. — sentencia nuestra hija.

— Yo voy a llamar a mamá, si me dice que no te portaste bien no traeré pizza. — entona claro, Sebastián.

Luz duda y se hace la pensativa.

— Está bien, me portare como una princesa. — gruñe y se baja de mis brazos corriendo al salón.

— Son igual de manipuladores ambos. — entrecierro los ojos mirando a Sebastián.

Me abraza dándome un beso en la frente.

— No me mires así, mi amor. — nos mantenemos abrazados.

Amo a Sebastián, no solo porque físicamente es atractivo, eso es algo superficial pero lo que realmente amo es su persona, la forma en la que nos trata a Luz y a mí.

Cómo si fuéramos sus más grandes tesoros, no le cuesta expresarse, me recuerda siempre que me ama al igual que mi hija, es cariñoso y jamás nos ha tratado mal.

— Te amo. — murmuró, él me sonríe y toma mi rostro entre sus manos.

— Yo también te amo, bebe. — una tonta sonrisa se instala en mi rostro.

Debido a la cantidad de años que nos llevamos me dice bebe, cuando nos conocimos yo tenía recién dieciocho mientras que él ya tenía veintidós años.

— Si Luz no estuviera ya te tendría encima de la encimera. — susurra en mi oído.

— Eso ni lo dudo. — respondo cerca de sus labios.

Luego de unos largos minutos esperando que la carne estuviera lista con Sebastián y Luz ordenamos la mesa, luego servimos los platos.

— ¡Salud por nuestro súper lunes! — brinda mi amor y lo seguimos con Luz alzando nuestras copas.

Llega la noche, Luz tiene sueño y la voy a acostar a su cama, mientras tanto Sebastián se queda en la cocina lavando los platos y cubiertos.

Le pongo el pijama a mi hija y cepillo su cabello, Luz se queda sentada en su cama con los pies colgando y jugando con su muñeca.

— Mami. — dice la dulce voz de mi hija.

— ¿Si, cariño? — paso el cepillo en su largo cabello castaño.

— Valeria pregunta si puede acompañarme al jardín.

Valeria es su muñeca y según ella le habla, no la contradigo porque es una niña y siempre está solita, supongo su muñeca le hace compañía.

— Mm... Es mejor que Valeria se quede cuidando nuestra casa. — titubeo.

— ¡Buena idea! porque tú no estarás y yo tampoco. —dice con entusiasmo — Tienes que cuidar la casa Valeria, mami estará trabajando y yo en el jardín con amigos nuevos. — le habla alzando su dedo índice como si le diera una orden y me rio bajito.

Terminó de cepillar su cabello y le hago una trenza para que no se le hagan nudos al dormir, por último, vamos al baño y cepilla sus dientes.

Volvemos a su cuarto y me quedo junto a ella en la cama mientras me hace preguntas sobre el jardín hasta que cierra sus ojos y se queda dormida.

— ¿Ya se durmió? — Sebastián entra al cuarto y asiento.

Me levanto de la cama y dejo un beso en su frente.

— Dulces sueños, mi amor. — murmuró y Sebastián también besa su frente.

Ambos salimos de su cuarto y vamos al nuestro.

—¡Estoy agotada! — me tumbó en la cama de espalda.

Sebastián no pierde el tiempo y se tira encima de mi abrazando mi cuerpo y hunde su cabeza en mi cuello.

—Umh… — besa mi cuello y jadeo.

Permanecemos besándonos un rato y a esto me refiero cuando lo amo. Estás mínimas cosas que me hacen sentir querida y amada por el hombre que amo pensando que estoy con el hombre correcto.

— Luz me dijo que quería llevar a Valeria al jardín, supongo que ya le está gustando la idea. — comento mientras enredo mis dedos en su cabello.

— Eso es bueno, de seguro se acostumbra rápido, es muy parlanchina.

— Eso lo saco a ti. — rio.

— Supongo que sí, vamos a ponernos el pijama. — propone.

— Vale. — nos levantamos de la cama.

Cada aunó se coloca su ropa, yo optó por un camisón y Sebastián como siempre su pantalón de chándal quedando con el torso descubierto.

Nos lavamos los dientes juntos y nos vamos a la cama, apoyó mi cabeza sobre su pecho mientras el acaricia mi cabello y me envuelve entre sus brazos dándome calor.

Se queda observando la televisión mientras yo cierro los ojos cansada.