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Capítulo 2

Él ignora la llamada y comienza a bajar las escaleras, tomando mi mano.

Y al final acabo en su moto, después de muchos chantajes. Primero me besó y luego me puso el casco.

Sucio chantajista.

Me aferro a él, completamente aterrorizada, mientras zigzaguea entre los coches por Via Cavour.

" Vamos a morir " , espeto, empujando mis dedos en su musculoso pecho. Se ríe y adelanta a un coche mientras un Fiat no muy lejos nos toca la bocina. Llegamos a via Nazionale por la gracia de Dios y en el semáforo Adrien se queda atrapado entre dos coches.

- ¡ Ao , no hay nada más verde que esto! - golpea con los nudillos la ventanilla del coche de al lado, que está detenido a pesar de la luz verde del semáforo. El tipo sigue enviando mensajes de texto, luego el auto detrás de nosotros toca la bocina espasmódicamente, perforando mis tímpanos.

- Ama, ¿qué estás haciendo? - me pregunta mi colega, mientras me bajo de la moto y llego al coche de ese maleducado que me está destrozando los oídos. Golpeo la ventana con el puño, obligándola a abrirse.

- ¡ Ya lo tocaste, canta! Grito , señalándole el dedo medio. Una mujer en el siguiente panda silba y aplaude. El chico me mira en estado de shock mientras vuelvo a subirme a la bicicleta detrás de Adrien.

Romano sí, estúpido no.

- Por supuesto, muy tranquilos romanos – se ríe, arrancando de nuevo el coche cuando el coche de delante decide marcharse.

- Tienes que hacerte respetar - respondo, todavía molesto.

Cuando llegamos a la pastelería estamos sin aliento y además llegamos media hora tarde. Dirijo un taller seguido por Adrien mientras me recojo el pelo, esperando que no me despidan. Lo que me saluda es la mirada sucia que me lanza Derek.

Virgen, esto.

Un cangrejo.

-¿Vinieron ustedes dos juntos? - pregunta sin molestarse en ser discreto.

- Sí - es la seca respuesta de Adrien, que pasa a mi lado y lee rápidamente el pedido.

- ¿ Y por qué? -

- Tu negocio, Tommà. Siempre los olvidas - gruñe el francés, sacando un par de bastardos de un cajón. Derek permanece congelado en el centro de la habitación, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, mirándolo con ojos de fuego. El otro entonces lo mira, atraído por los ojos ardientes de Derek.

- ¿ Que estas esperando? ¿La paloma mensajera? - lo retira chasqueando los dedos, ganándose una mirada sucia.

Me pongo a preparar una tarta de peras y chocolate sin decir una palabra, bajo la mirada curiosa de Giovanna y Chiara.

Trabajamos horas interminables, cuidando especialmente la parte del diseño de la tarta para presentar mejor la masa. Cuando termino de decorar el último pastel de dos niveles son las ocho de la noche y solo quedamos Derek, Adrien y yo en el taller. Nadie habla, las herramientas son las únicas que hacen ruido y ni siquiera me atrevo a mirar hacia arriba.

- ¿ Tienes... uhm, hambre? - Después de otros veinte minutos de silencio decido romper este ambiente de final de Masterchef.

- Sí - y - No - son las respuestas contradictorias de mis colegas, que mantienen la cabeza gacha. Ni siquiera entendí quién dijo qué .

- ¿ No quieres una pizza? - .

De nuevo, “no” y “sí”.

- Muy bien, haz las paces con tu cerebro. Llego a casa , golpeo un paño de cocina sobre la encimera y guardo el pastel en el frigorífico antes de salir corriendo del taller.

Esto de que Derek me odia si estoy con Adrien y Adrien se irrita si hablo con Derek me ha cabreado.

- Sandria - me llama mi colega francés, saliendo del laboratorio.

Me doy vuelta y lo encuentro a los ojos. Coloca un paño de cocina en su hombro y viene hacia mí, antes de besarme. Él prueba mis labios haciéndome caer hacia atrás y me muerde el labio lascivamente y luego me suelta, antes de que pierda completamente la cabeza.

- Toma un taxi, ¿no? - me pregunta, tocando mis labios con los suyos.

- Tomaré un taxi – confirmo asintiendo. Está obsesionado con el metro.

- Te llamaré cuando llegues, ¿vale? - murmura para luego dejar un beso final en mis labios.

- Está bien – susurro mientras regresa al laboratorio después de darme una sonrisa.

Cuando llego a casa estoy devastada por decir lo menos, así que cierro la puerta sin hacer ruido e inmediatamente respondo la llamada de Adrien.

- Que acosador, acabo de llegar a casa – me río con él, encajando el móvil entre mi hombro y oreja mientras me quito las botas de tacón, que ya me han torturado bastante por hoy. Su risa me pone de buen humor, tan ligera, cristalina y baja.

- ¿ No era un maníaco? - me dice con voz ronca. Entro a la sala de estar desierta y me dejo caer en el sofá, hundiéndome junto a Mops, todavía dormido.

- Ahora sois los dos – me río, palpando las almohadas con la sensación de que hay algo duro debajo de la colcha. Enderezo la espalda para poner una mano debajo de la almohada, donde a menudo un rectángulo obstaculiza mi descanso.

- Entiendo. ¿Debería agregar esto también a mi lista de personalidades? - me pregunta divertido, mientras saco de las almohadas el celular de Edoardo. Lo miro un momento, todavía con la misma tapa destrozada y el botón de inicio medio roto.

- Deberías- - Me detengo inmediatamente cuando enciendo la pantalla del teléfono para comprobar la hora, viendo un mensaje que hace que se me congele la sangre en las venas. Y podría jurar que me salté un latido .

Me siento mal.

Mi corazón dejó de latir, estoy seguro.

No es posible. No puede ser cierto.

- ¿ Ama? - después de varios segundos de silencio Adrien me vuelve a llamar sacándome de mi consternación. ¿Y el? ¿Lo sabía todo?

¿Cubrió a Edoardo y Alexis? ¿Tiene algo que ver con eso?

Mi cabeza comienza a dar vueltas cuando releo el mensaje con los ojos muy abiertos.

-¿Sandria ? -

- Tú - gruñí. - No lo puedo creer – se me escapa un sollozo mientras el mundo parece derrumbarse bajo mis pies.

- Ama, ¿qué estás diciendo? - su voz se vuelve perpleja, luego dos lágrimas caen de mis ojos.

- ¿ Sabías todo? Edoardo... la droga - pronuncio finalmente la infame palabra, levantándome a tientas del sofá. - ¿ Es por eso que no quisiste decirme nada? ¿Estás en esto también? -

- Sandria, yo no- -

- Dime que no es verdad – mi visión se vuelve borrosa y lágrimas calientes corren por mis mejillas, rodando por mis mejillas como lluvia.

- Yo- -

- ¡No! ¡Eres un idiota! ¡Me ocultaste todo! T-tengo que encontrar a Edoardo – una punzada en las sienes me fuerza los dientes, así que termino la llamada, dejando caer mi celular al suelo. Me meto las manos en el pelo con la visión borrosa y entonces una risa femenina llega a mis oídos, amortiguada por una puerta.

Me levanto y sin siquiera darme cuenta llego frente a la habitación de mi hermano, entrando como una furia.

Y para la escena que tengo delante no tengo palabras.

- ¡ Sandria, maldita sea! Llamando ¿verdad? - Edoardo empuja a un lado a Grace, quien se cubre con las sábanas y con expresión de sorpresa en el rostro.

No puedo hacerlo.

¿Esto también ahora?

- Dios, esto es una pesadilla - Me llevé las manos a la cara, apretando los dientes. - ¿ Al menos le dijiste que tratas? - sale como un gruñido. Estoy de pie en la puerta, con los ojos inyectados en sangre y mirando a los de mi hermano.

Jadea, sin saber qué decir.

- Amy, yo- -

- ¿Te gusta tanto ser un idiota? Y tú, ¡¿traicionas a Giovanni por un mierda como él?! - Le lanzo su maldito celular a mi pariente de sangre, aún sollozando. Grace me mira con los labios entreabiertos y la piel de gallina.

Ella también me repugna ahora.

- No es lo que parece - comienza Edoardo, intentando recuperar sus pantalones del suelo.

- ¡ No me importan tus malditas excusas! - las lágrimas comienzan a correr por mi rostro nuevamente, mientras me agarro del marco de la puerta con una mano. - ¡ Tú y ese pendejo de Alexis! ¿Te sientes importante al tratar? ¿Y Adrián? ¡¿Lo trajiste también?! ¡Te odio! - Le tiro lo primero que se me ocurre, uno de los zapatos de Grace que se estrella contra la pared. - Y tú – siseo hacia el que debería ser mi mejor amigo. - Me das asco - . Otro sollozo se escapa de mis labios mientras cierro la puerta detrás de mí y me dirijo hacia la sala de estar. Recupero mi bolso y salgo por la puerta principal, llorando desesperadamente mientras bajo corriendo las escaleras después de ponerme los zapatos apresuradamente, arriesgándome a tropezar varias veces. Entro al auto sollozando, mi cerebro en total confusión y mi corazón roto.

Ahora sólo desearía poder dejar de vivir por un tiempo.

Refúgiate en mis pensamientos, porque estoy tan trastornado que ni siquiera recuerdo mi nombre.

Me dejé atrapar por el tráfico y conduje hasta medianoche, llegando a Ostia por milagro, estoy muy alterada. No dejé de llorar ni por un momento, sollozando desesperadamente sobre Cristóbal Colón con todos los momentos que pasé con Adrien, Edoardo y Grace en mi cabeza.

Mi colega no podría haberme mentido peor. Y esto es en lo que pienso mientras apoyo la frente en el volante, estacionado frente a la casa de mi madre, con el corazón literalmente hecho añicos y la mente hecha pedazos.

Pensé que lo conocía, pero tal vez Derek tenía razón.

No sé nada sobre él, nada. Esta es la verdad.

Quién sabe cuántas mentiras me dijo .

¿Y luego Gracia? Ella, que siempre se burlaba de todos los que morían detrás de mi hermano, al final cayó con ambos pies.

Exageré, es cierto, pero parece casi hipócrita criticar a Anita por haberse acostado con Edoardo y luego hacer lo mismo.

Salgo del auto con el bulto y cruzo la avenida oscura buscando las llaves en mi bolso con manos temblorosas. Cuando finalmente los encuentro, los meto en la cerradura y abro la puerta con otro sollozo de la noche.

Para mejorar la situación, también empezó a llover y el agua fría que se desliza por mis hombros me provoca largos escalofríos.

- Sandria, ¿qué te pasó? - mi madre me recibe con un pasador en el pelo y una infusión en la mano, medio dormida. Me estremezco, mojada por la lluvia helada, de pie en la entrada.

Y recuerdo que hace dos semanas estuve aquí riendo y llorando con mi hermano. Ese imbécil. Dios, ¿por qué todo siempre tiene que salir mal?

No quiero ser la misma vieja perra que da malas noticias. Si Edoardo tiene la intención de informar bien a nuestra madre, de lo contrario, es asunto suyo.

Y entonces inventamos algunas tonterías.

- Yo… uhm, rompí con mi novio – resoplo para hacer más creíble la escena, mientras la sonrisa de Adrien reaparece ante mis ojos.

¿Tenía novio? No.

Bueno, casi.

- Ay cariño, ven aquí - mi madre deja la taza en el primer mueble que encuentra y me abraza abrazándome con fuerza. Pasamos unos minutos así, en el pasillo sumergidos en la oscuridad, yo respirando entrecortadamente, ella todavía un poco asustada.

- ¿ Estuvieron juntos mucho tiempo? - . Pero no te preocupes, no te preocupes.

- Muchisimo - . Qué mentiroso patológico. Ahora entiendo que es un gen compartido.

- ¿ Cual era su nombre? -

- Uhm…Carlo – Me sueno la nariz ruidosamente con el pañuelo que me pasa, inhalando el olor a ropa sucia que tiene. - Estaba pensando en quedarme aquí un par de días - Sí, también porque si vuelvo a ver ese imbécil de tu hijo casi lo mato.

- Por supuesto. Ven, te haré la cama - Sigo a mi madre a mi antigua habitación, abandonándome en un sillón hasta que ella me insta a desvestirme y deslizarme entre las sábanas limpias que acaba de cambiar.

Diez minutos más tarde, con una camiseta sin mangas y unos pantalones cortos diminutos de cuando tenía dieciséis años, lloro en la cama para variar.

Ahogo mis sollozos contra la almohada con estampado floral y golpeo con el puño las suaves mantas, cerrando los ojos con fuerza hasta que se me escapan las lágrimas.

Me pongo boca arriba, observando el techo blanco iluminado por la luz de la luna que se filtra por las ventanas.

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