1 - 2
—No te preocupes, Noel, eso no pasará.
—Tienes razón —dice— Henry ahora estará velando por su bebé.
Tragué grueso cuando dijo eso y sentí un pequeño dolor en el pecho. El solo hecho de imaginar a Henry con Millena me llena de rabia. Y me da miedo esto que estoy sintiendo. Son más que celos, es como si no quisiera que Henry estuviera con ella a pesar de que fue su esposa y de que será la madre de su bebé. Pero es que no podía ignorar lo que siento. Creo que me volveré una celosa psicótica si sigo así.
—Así es, él ya no tiene nada que ver conmigo.
—No puedo creer que ese chico sea padre tan temprano. Aunque lo entiendo, si es con la mujer que amas no habría problema. —sentí que me miró. Si eso era una indirecta estaba muy equivocado.
—Supongo.
—¿Por qué estás tan seria? —pregunta después— Desde que volvimos no hablas mucho, solo estas pensativa e inexpresiva.
—No lo estoy —me volteé a él— Es solo que estar aquí me trajo muchos recuerdos. Quisiera saber qué pasó con Mayra o Gilberto. Nada más.
—Bueeno, si tú lo dices —acarició mi pierna. Sabía que esa caricia no venía sola. Él estaba buscando algo más y la verdad es que no estaba de humor.
—Noel, tengo hambre —me senté en la cama.
—Vamos a comer algo entonces —se puso de pie. Me tendió la mano así que se la tomé. Mientras salíamos del dormitorio no dejaba de pensar en que en cualquier esquina Henry aparecería.
—Conozco un buen restaurante—añadió— Mañana alquilaré un coche. No podemos estar en taxis todo el tiempo.
Le miré extraño, parecía que Noel ahora quería parecerse a alguien más... pero era imposible.
•
Cuando llegamos al restaurante, un poco lujoso la verdad, nos sentamos en una mesa cerca de una enorme ventana que daba a la carretera.
—¿Por qué quisiste venir aquí? —le pregunté con el entrecejo fruncido.
—¿No te gusta?
—Claro que sí, es solo que no pensé que fuera tu estilo.
—Es bueno cambiar un poco.
El mesero llega poco después y nos da la carta. Estaba anocheciendo, podía ver a lo lejos en el cielo ponerse anaranjado, en el mar ha de haber una hermosa puesta de sol. Quizás Mayra la esté viendo desde la casa de... Vamos, Anabella, no pienses en ese tipo más. Hace una semana no pensabas en él y ahora que vuelves no paras de hacerlo. No me entiendo.
—Me gusta —le sonreí a Noel.
Después de decirle nuestra orden al mesero Noel se sienta en un lugar cerca de mi y me abrazó.
—Pensé que ya no volveríamos a estar así nunca jamás —murmuró— Agradezco que hayas vuelto conmigo. Yo te perdoné el que me hayas cambiado por alguien más. Es la confusión, lo sé. Pero sé que me amas a mi.
Elevé las cejas un poco sorprendida por el egocentrismo de Noel.
—Sí, no te preocupes—le palmeé la espalda.
•
Luego de cenar íbamos saliendo del restaurante cuando miré pasar una silueta muy familiar.
—Ah... ¿no es Mayra? —le pregunté a Noel, señalando a la chica.
—¿Quién? No creo.
—Sí, lo es —le dije— ¡Mayra! —exclamé lo suficientemente alto para que ella volteara a ver. Iba con una falda corta color azul, una camAna adherida al cuerpo color mostaza y de tirantes, y unas sandalias cafés. Su pelo estaba más largo y lo llevaba suelto. En cuando Mayra me vio se desconcertó un poco pero luego cayó en cuenta de que en verdad era yo y casi corrió a abrazarme.
—¡Ana! —chilló—Tenía tanto tiempo de no verte.
—Te extrañé —me dio mucha nostalgia y casi me echo a llorar en esa misma acera.
—Yo también pero ¿en donde estuviste todo este tiempo? No contestabas el teléfono ni tus redes sociales. Nada. Es como si hubieras desaparecido del mapa —me dijo. Era verdad, ni siquiera quería entrar a mis redes sociales. No sabía cuántos mensajes había ahí.
—Mayra, Noel esta aquí —le hice seña.
—Oh, hola, Noel, perdón por no saludar pero es que me emocioné un poco.
—No te preocupes. Platiquen a gusto. Yo daré una vuelta por aquí cerca. —se fue con su teléfono celular.
—Mayra, me da mucho gusto verte —se lo dije de corazón. La verdad es que la había extrañado mucho.
—También me da gusto verte.
—¿Vas al trabajo? —le pregunto, aunque en el fondo quería saber lo que había pasado con Henry. No era por interés en el o algo sino porque tenía curiosidad de si lo que había pensado se había vuelto realidad.
—No... es decir, tengo un nuevo trabajo por aquí cerca pero... —dudó en decirme—... ya no trabajo con Henry, Ana.
Me sorprendió que lo dijera, sí.
—¿Por qué no? Millena te corrió me imagino.
—¿Millena? No —frunció el ceño— Lo qué pasa es que... —seguía dudando.
—¿Qué pasa, Mayra? ¿Por qué no quieres contarme?
—Bueno, no se si te sientas cómoda hablando de Henry después de lo que te hizo.
—No importa, esa herida ya sanó—fingí— Ahora estoy con Noel.
—¿En serio? Te conozco y sé que no lo has olvidado. Ven, sentémonos un poco.
Nos sentamos en unas bancas fuera del restaurante.
—Lo que pasa es que cuando te fuiste el señor Meal estaba muy afectado, no sabía dónde estabas o con quien estabas. Te buscaba en la universidad, en la playa, en cada hotel del departamento. El señor Meal te buscaba con desesperación—contó. Eso me dio un poco de tristeza, pero cuando recordé su traición se me quitó— Como nadie sabía en donde estabas se volvió frío y distante, ya no trabajaba, ya no hablaba. Salía pero era para buscarte. Hasta que se dio por vencido. Si piensas que volvió con Millena por lo del bebé pues no lo hizo. Además, Millena salió de viaje casi después de ti, se supone que visitaría a su familia en Londres, no lo sé. Pero el señor Meal... nos despidió a todos. Su casa quedó en el abandono y él se fue no sé para donde. Solo lo vemos a veces por el supermercado y luego vuelve a desaparecer. El señor Meal ya no es el mismo que conocemos.
Me quedé sorprendida por todo lo que me había contado Mayra, es que no podía ser que Henry haya actuado de esa forma por mi. No podía creerlo. Además de que dejó su trabajo, su casa, su vida... no lo entendía. Todo estaba mal. Pero eso no significaba que iría a buscarlo. No. Tenía mi dignidad. Además él me lastimó muy feo.
—No puedo creer lo que me dices —murmuré.
—Es la verdad, tengo casi dos meses de no verlo.
Suspiré profundo. ¿En donde estará Henry? ¿Por qué se fue? ¿Con quien está? ¿Cómo estará? Tenía tantas preguntas que solo el mismo Henry me podía responder, quizás en aquel tiempo no quería escucharlo ni enfrentarlo pero ahora... quizás esté preparada.
