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Capítulo 3: ¿Dormiste conmigo y no lo quieres reconocer?

Dentro del dormitorio, había dos cuerpos ardientes, que se entrelazaban centímetro a centímetro en la gran cama blanda, se oía gemidos seductores y respiraciones fuertes…

Parecía una gran tormenta amorosa, que duró toda la noche.

Vanesa ya estaba casi despierta, pero se sentía extremadamente cansada y con los ojos borrosos veía la cara que tenía enfrente como si fuera su esposo.

—Orlando...

Este murmullo reveló su deseo oculto. La mujer no paraba de repetir ese nombre con los ojos cerrados y lleno de lágrimas.

—Orlando, Orlando...

El ambiente encantador desapareció, Dylan miró fríamente a Vanesa con los ojos entrecerrados, y secó sus lágrimas.

—Vanesa, abre tus ojos y mira quién soy —ordenó Dylan, apretando su barbilla.

La voz fría asustó a Vanesa y abrió los ojos inconscientemente.

—Orlando.

Vanesa no se dio cuenta del peligro escondido y seguía repitiendo ese nombre mientras abrazaba al hombre.

—¡Maldita sea!

Dylan golpeó la cama y se levantó para ir al baño llevando a Vanesa en sus brazos.

Vanesa todavía estaba inconsciente. Dylan la había querido tirar directamente en la bañera, pero finalmente se tumbó con ella en la gran bañera de tres plazas y abrió el grifo con temperatura bien regulada.

Dylan lavó torpemente a Vanesa y a si mismo, luego la sacó en brazos hacia el dormitorio.

—Ya hablaremos cuando estés despierta.

Dylan se quedó dormido abrazándola.

Se puede dormir bastante cuando uno está exhausto. Vanesa no se despertó hasta la tarde.

A primera vista, vio una figura espectacularmente sexy, cuyos músculos parecían esculpidas a la perfección.

Las escenas de anoche pasaron por su mente como una película y de repente recordó haber visto a…

—¡Orlando!

Pero la sonrisa de Vanesa se detuvo al instante y preguntó:

—¿Quién eres tú?

«¡Ni siquiera conozco a este hombre! ¿Me acosté con él?»

Vanesa apartó al hombre en medio del pánico y lo miró con recelo cubriéndose con la colcha.

—¿Te dormiste conmigo y ahora no lo quieres reconocer? ¡Qué cruel eres!

Dylan la miró con una sonrisa misteriosa, al sentarse se mostraba su buena figura y su…

Vanesa se giró rápidamente con la cara sonrojada.

—Si incluso hemos hecho el amor, ¿de qué te avergüenzas?

—¡Cállate!

Vanesa lo miró con enojo, ya no se atrevió a bajar la vista y se fijó en su cara.

De modo que, descubrió que el hombre se parecía un poco a Orlando y quizás por eso ella lo había confundido.

«No será…»

El rostro de Vanesa se puso pálido por el gran asombro y preguntó con voz temblorosa:

—Tú eres... el ti-ti-tito… —Vanesa se atragantó al hablar—. Eres el tío Dylan, ¿no?

El hombre sonrió cada vez más y apretó la barbilla de Vanesa, obligándola a acercarse.

—¿Ya recuerdas quién soy? Sí, soy “Tito” —dijo Dylan, le gustó ese apodo ocasionado por el error de Vanesa, que hacía una referencia especial a tiíto.

Cuanto más se acercaba Dylan, más rígida se ponía Vanesa.

—No esperaba que siguieras siendo virgen tras haberte casado un año y medio con Orlando. ¿Debo alegrarme por eso, Vanesa?

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