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Capítulo 2: Acuéstate conmigo

“Noche eterna” era el cóctel más famoso del Bar MC.

El camarero ya estaba acostumbrado a ver gente que venía a emborracharse y se lo preparó en seguida.

La bebida era brillante y transparente, Vanesa se lo bebió de un trago. Tras el frescor de la menta, sintió un picor que le ardía desde la garganta hasta el interior; su cara sonrojada la hacía ver más encantadora.

La gente la miraba como lobos hambrientos, algunos la contemplaban embobados y otros hasta le coqueteaban.

—Otra copa más para la señorita, gracias —dijo un hombre formalmente vestido—. yo te invito.

Vanesa solo quería tomar para emborracharse y nada más, por eso volvió a beber otro coctel de un solo trago, pero se atragantó al beber demasiado rápido y empezó a toser.

—Ten cuidado.

El hombre aprovechó para acariciarle la espalda y su mirada se hacía cada vez más ardiente al tocar esa suave piel.

—¡Vete a la mierda, no me toques!

Vanesa no pudo soportar que un pervertido la tocase, apartó su mano y caminó tambaleando hacia la salida tras haber pagado.

—Te acompaño, que estás borracha.

El hombre se levantó rápidamente para agarrar la muñeca de Vanesa, pero esta lo evitó, cayendo en el brazo de otro hombre. El acosador vio a quien pertenecía aquel brazo y se escondió asustado entre la multitud.

Vanesa, muy borracha, lo abrazó sin pensar y se acurrucó en su hombro como una gatita.

—¡Qué bien hueles! ¡Decidido! —murmuró Vanesa con una sonrisa pícara.

Dylan Moya se sorprendió al ver a la persona que había metido en sus brazos.

«¡Es ella! ¿Acso está borracha?»

Vanesa tenía la cara roja, su mirada estaba perdida y su cuerpo parecía como el fruto prohíbido del jardín del Edén que seducía a la gente para darle un mordisco.

—Señor, acuéstate conmigo esta noche y te pagaré mucho dinero.

«Vaya, parece que esta quiere pagar por el sexo. Pero, eso de señor…»

—¿Señor? ¿Aparento muy mayor? —preguntó Dylan, levantando la barbilla de Vanesa.

Mua.

—Está bien, son muy blanditos.

Vanesa estaba borrachísima, besó esos atractivos labios sin pensarlo apenas vio que se acercaban.

No estaba mal, por lo menos no sintió asco por el beso.

Sin embargo, Dylan se quedó completamente atónito, no esperaba que la conejita que tenía en sus abrazos resultara tan salvaje.

A lo mejor Orlando no ha visto el lado salvaje y coqueto de Vanesa.

—¿Quieres acompañarme? ¡Tengo dinero!

Al no haber recibido ninguna respuesta, Vanesa se impacientó, disgustada pinchó varias veces con el dedo el pecho de Dylan y dijo con tristeza:

—Déjalo, buscaré a otro…

No obstante, Dylan la abrazó con fuerza cuando ella iba a alejarse.

—¿A quién quieres buscar?

—¡No tiene nada que ver contigo!

Vanesa no sabía lo que le esperaba y trataba de zafarse.

—Ya es tarde para arrepentirse.

Dylan esbozó una sonrisa y la besó sujetando su barbilla. A diferencia del beso infantil de Vanesa, el de Dylan resultaba ardiente y dominante.

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