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1. Una Noche Entre Amigos

Era un día inusual para la manada Rair. La lluvia y el viento azotaban de manera infernal los territorios de Sheridan, haciendo imposible que la manada llevara a cabo sus excursiones habituales en el interior del bosque donde habían nacido. Tanto Zander como sus hombres más cercanos se encontraban reunidos en la caverna, pasando horas en discusiones, tomando tragos y jugando, apostando lo que tenían a mano.

—Oye, Carri, tráeme una botella... ¡Vamos, apúrate mujer! — Elevó su voz Zadkiel. Él era el único que se atrevía a alzar la voz, estando al lado de su Alpha, su amigo de toda la vida, Zander. Desde pequeños, habían sido criados por el padre de Zander. Específicamente, habían compartido el mismo techo desde que eran bebés.

—¡Aquí tienes, chico! — Ella depositó la botella en el centro de la mesa, rodeada incluso por ropa interior de sus amantes.

—¡Vamos, bebamos, mis amigos! — Zadkiel agarró una de las botellas que ya estaba abierta; las risas y la celebración seguían palpables, todos ellos eufóricos en ese lugar, perdiendo el tiempo en un juego diseñado solo para los más valientes y audaces en ganarlo.

—¡Hey!... No tan rápido, primero las formalidades. Vamos, ¿qué esperan? No habrá bebidas, al menos que las paguen primero— Carri extendió su mano para que cada uno de los que estaban ansiosos por beber la efervescente bebida se viera forzado a pagar.

—Está bien, así me gusta, amigos, que todos cooperemos... Díganme, ¿Quién está dispuesto a cenar un cervatillo con hierbas? — Carri estaba contenta porque el tiempo les favorecía enormemente. Tenerlos agrupados allí y que siempre estuvieran pagando por las bebidas era una ganancia en la que ella rara vez no podía contar.

—Bien... dado que no tengo pareja, me quedaré a cenar. Reserva un plato para mí— expresó Zander, el Alpha de la manada Rair, al tiempo que se quitaba la capucha de la cabeza. En ese momento, todos guardaron silencio; nadie tenía idea de que su líder alfa estaría en aquel lugar, bebiendo y compartiendo una noche de apuestas y anécdotas con sus hombres.

—Mi Alpha, cielos... Me alegra verlo en mi taberna, mi señor. Saben, les traeré dos botellas más... correrán por cuenta de la casa— Manifestó Carri, apresurándose para buscar las botellas que había prometido para su Alpha.

—Aquí está, mi señor... Que lo disfrute— terminó diciendo ella. Pronto, el resto de los que rodeaban a Zander comenzaron a llamar la atención a Carri por su amabilidad hacia el Alpha, en contraste con su falta de atención hacia ellos.

—Oye, eso no es justo... Vienes, ves a Zander y le ofreces tres botellas. Yo vengo aquí casi siempre y ni siquiera me ofreces nada, mujer— protestó. Carri lo miró por encima de su barbilla, dejando en claro que no encontraba la situación nada graciosa.

—Ya cállate, siempre vienes a vaciar mi cocina... ¿Querías que te reciba con platos y fuegos artificiales? Eres tan... — Los demás solo rieron, dejando claro que Carri no era alguien que se dejara engañar fácilmente.

—Oigan, cállense, no es gracioso... ¡Mujeres! ¿Quién las entiende? — Terminó diciendo, volviendo a sentarse junto a su Alpha. Los demás seguían jugando al truco; aquellos que perdieran tendrían que pagar, y Zadkiel se aseguraría de que cumplieran la apuesta.

Las puertas de la taberna se abrieron precipitadamente, atrayendo la atención de todos los presentes. Un individuo corpulento entró en el establecimiento, captando los murmullos de los demás.

A pesar de la intensa tormenta y los truenos, se podían escuchar los susurros en el aire, llenos de preguntas: ——¿Quién es ese? ¿De dónde viene? — Pero estas preguntas quedaron sin respuesta.

Por otro lado, Zander estaba tomando su bebida sin prestar atención al hombre que ingresaba a la taberna. Él podía sentir que era solo cuestión de tiempo antes de que los hombres comenzaran a atacar.

—¡Maldición!... Y yo que pensaba que disfrutaría de la cena de Carri— exclamó Zander con tono enfadado.

—Alpha Zander, creo que es hora de que nos entregue el título de esta taberna— Carri dejó caer una de sus copas de cristal más caras.

—¿Qué has dicho? ¿Mi taberna? — Preguntó Carri incrédula, para luego fijar sus ojos en Zander, quien aún permanecía de espaldas a todos.

Uno de esos hombres caminó hasta situarse frente a Zander, sin mostrarse intimidado por su actitud. Estiró la silla que tenía delante y luego se sentó en ella.

—Vaya, Carri... Y pensar que muy pronto serás mi propiedad, al igual que tu taberna— Dijo Zander, fijando sus ojos en aquel joven arrogante que estaba sentado frente a él.

—Carri no está en el trato, es más... Ella ya tiene un lugar donde ir a vivir— Masculló Zander. Aquel joven mantuvo su mirada en la joven que pretendía reclamar.

—¿Quién dice que no está? Ella será mía— Carri sintió una profunda impotencia al escuchar las palabras de aquel joven.

Zadkiel, al ver el rostro preocupado y apenado de Carri, intentó acercarse para enfrentar a Jair y darle una lección que jamás olvidaría. Sin embargo, Zander detuvo su avance con un gesto.

—Yo me encargaré... Todos los demás, salgan. También tú, Carri— Los presentes se apresuraron a salir como si estuvieran en el Viejo Oeste; nadie quería ser testigo cuando dos hombres resolvieran un asunto de hombría a su manera.

—Yo me quedaré, mi señor— Mencionó Jacob.

—También me quedaré, mi Alpha— habló Jarik.

—Señor, también me quedaré— Dijo Zadkiel. Zander no tenía dudas de que ellos se quedarían.

El hombre corpulento que entró a la taberna se acercó a Zadkiel y lo agarró de la camisa, arrojándolo hacia un costado donde estaban sentados los demás. Zadkiel cayó sobre una de las mesas, que a su vez se rompió debido a la fuerza del impacto.

Al ver que habían atacado a uno de sus compañeros, Jarik avanzó hacia el hombre para asegurarse de que no tuviera problemas en lanzarlo, al igual que había hecho con Zadkiel.

La noche se tornaba extraña; el aire estaba pesado y denso, como si una fuerza invisible estuviera presagiando... algo.

La noche se tornaba extraño, el aire está pesado y espeso, una fuerza invisible que vaticinaba... Algo.

Carri no estaba muy segura de qué. Pero ella podía hacerse una idea.

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