EL VIEJO PITT
Cuando era niño yo vivía en el distrito de Comas, en la Ciudad de Lima, en una calle que se llamaba La Gasca y siempre teníamos broncas con los chicos de La Bellido, que era paralela a la nuestra, nunca tuvimos buenos momentos siempre anduvimos en un eterno conflicto, no sé cuándo nació esa disputa por una supremacía a todas luces absurda pero no para ninguno de nosotros entonces. Los encuentros de futbol eran a muerte, llovían las patadas, el juego sucio, los goles mal contados o no vistos y no faltaba que de ahí naciera otro germen de odio y violencia que se prolongaba por un tiempo indefinido. Éramos chicos, yo no tendría más de ocho años y ellos también rondaban la misma edad que la mía, aun así, ya nos liábamos a golpes cuando la ocasión lo ameritaba. Todos pertenecíamos al Pueblo Joven de Comas, así denominaban las autoridades a un barrio en formación, enclavado en las zonas más desérticas y despreciables para vivir, sin ningún servicio básico. Pero ahí crecimos, nos hicimos hombres a fuerza de superar las dificultades y algunos todavía sobrevivimos
Casi todas las familias que habitábamos esas calles estériles y empolvadas habíamos llegado como perros rabiosos a reclamar un hueso que nos correspondía por derecho propio y el que lograba agarrar el suyo bien y el que no se iba fuera. Gente de todas las castas ansiosas de conseguir un pedazo de terreno donde hacer vida, siempre y cuando fuera en la periferia de la capital para entrarle al juego de las oportunidades, ahí estaban, el comercio, las industrias, las diversiones, todo. No habíamos buenos ni malos todos éramos marginados, olvidados, huérfanos, parásitos de la sociedad, hijos desarraigados de los pueblos más alejados de la sierra o la selva, donde nunca llegaba el desarrollo. Estar cerca de ese monstruo magnifico, significaba ir un paso delante de los demás, ya no eras un desahuciado del mundo, tenías un lugar cerca de Lima y eso significaba bastante.
El clima de Lima, la capital no es ni frío ni caliente, sino de regular a templado, se podía estar en mangas de camisa todo el tiempo, tampoco llueve como es debido, las lluvias que caen son ligeras apenas si logran refrescarte la cara, “garuas” las llaman. Por eso el sitio es hostil como una pedrada por la espalda, no hay vegetación que crezca,
la tierra es seca y llena de pedruscos y cuando sopla el viento se levantan las malditas polvaredas. El cielo es completamente gris y pálido, ni cuando hay sol es celeste y carece totalmente de nubes. Nuestras casas no eran más que tugurios, chozas; algunas tenían unas ligeras bases de concreto y todo lo demás esteras y palos. Aun así, creo que mi infancia fue maravillosa y llena de prodigios; no reniego de ella, al contrario, me inundó de imaginación y endureció mi carácter o simplemente blindo mi inocencia para que permaneciera con toda la pureza posible.
Peter pertenecía a La Bellido, era mayor que Beto, su hermano. Y supongo que le pusieron ese nombre a raíz de la película de Peter Pan. Ellos vivían con su madre y su tía, la madre trabajaba para mantenerlos en una fábrica o en la limpieza de condominios, quién sabe. Y la tía atendía una pequeña tienda que abrieron en la parte delantera de su casa, al mismo tiempo cuidaba de ellos y los educaba con mano dura y férrea. Yo recuerdo que la tía era una señora fea y amargada jamás la vi sonreír y siempre andaba gritando, por suerte no era pariente mío. La madre por el contrario era un ser dulce y tierno, pero se dejaba ver muy pocas veces. Peter era una mansa palomita con su tía, pero cuando estaba con los muchachos era un maldito parasito facineroso, siempre buscando problemas, viendo a quien fastidiaba o burlándose de su apariencia y muchas veces llegábamos a soltarnos un manotazo. Yo no era de los que se andaban peleando con todo el mundo, pero tampoco me dejaba. Cierto día y no sé porque razón se me puso al brinco y como andaba con tres o cuatro amigos de su barrio se sentía protegido y muy malo. Por suerte uno que andaba con él estudiaba conmigo en la misma escuela y aunque no éramos grandes amigos nos tolerábamos y salió en mi defensa. “Cálmate Peter que no te ha hecho nada,” le dijo. Y lo agarró de los brazos para quitármelo de encima. Obviamente no iba a dejar que me sonara, pero si podía evitarlo mejor.
Crecimos y el barrio creció con nosotros, ya había construcciones de material noble donde el albañil suplantaba al ingeniero y al arquitecto pero iban modificando el paisaje urbano y nos fuimos haciendo un poco más civilizados, ya se veían cables de energía eléctrica por aquí y por allá, los sistemas de agua y drenaje ya formaban parte de la mayoría de las viviendas, postes de alumbrado que iluminaban la calles de noche y veredas por dónde transitar. Muchos de los chicos ya estaban terminando la secundaria y otros asistiendo a la Universidad. Peter empezó temprano a tomar como descocido, a veces llegaba completamente ebrio a su casa, más de una vez magullado con sangre chorreándole de la nariz y los labios y la ropa revolcada o hecha jirones. La tía lo amenazó con dejarlo fuera de la casa si volvía aparecer borracho y se lo cumplió.
Una noche Peter amaneció tirado en la calle y muerto de frío, por más que grito, aulló y maldijo la tía nunca le abrió. Santo remedio porque eso lo calmo un poco. En el fondo tenía fuertes traumas emocionales y creía que bebiendo en exceso lo iba a superar, pero no.
Nunca conoció a su padre, su madre le dijo que había muerto en un accidente cuando nació Beto, pero esa era una historia que se inventó para quitárselo de encima, lo cierto era que su padre era policía y estaba a cargo de la custodia de un banco, estudio detenidamente el sistema de vigilancia y noto que había ciertos vacíos en ella, algunas fallan de origen que podrían beneficiarle para salir de su estado de pobreza sustrayéndole algunos billetes al banco.
No era el único policía corrupto así que no le costó trabajo formar una bandita para robarlo. Tenían armas y decidieron correr el riesgo, entraron a una de las sucursales, amagaron a los clientes y obligaron a los empleados a darles el dinero, pero no se percataron del sistema de alarmas y una de las secretarias logro accionar el botón. Mala leche, les cayó una patrulla encima cuando intentaban fugarse y abrieron fuego de ambos bandos, no todos cayeron, pero uno de los muertos por el impacto de las balas fue el padre de Peter. Nunca se lo dijeron abiertamente, pero era un secreto a todas voces. Otro de sus traumas era que la tía no era precisamente hermana de su madre, ni siquiera su pariente y ambas dormían juntas.
La vida va dando giros inesperados nos hicimos jóvenes y cada quien opto por tomar el camino que el destino le asignara. Peter tuvo problemas para terminar la secundaria, repitió el año varias veces por flojo y vago, hacía como que iba a estudiar, pero se perdía a jugar dados, cartas o endrogarse y un par de veces fue expulsado por mala conducta, la última vez porque le abrió la cabeza a uno de sus compañeros con premeditación alevosía y ventaja, tuvo suerte de no irse a prisión argumentando defensa propia pero igual lo echaron de la escuela.
No volvió a pisar un centro de estudios ni a tomar un libro en sus manos, eso no era lo suyo. Se dedicó a criar perros de raza en el patio de su casa, los criaba, vendía y se ganaba un dinero. A veces lo veía cargando cachorros en el brazo o jalando la cadena de un Doberman por la calle. La tía hacía poco había muerto de una extraña enfermedad. Algunos decían que alucinaba y que había perdido totalmente la cordura, gritaba y decía cosas extrañas y afirmaba que un demonio la perseguía. Murió retorciéndose y vomitando un líquido negro y apestoso por la boca. Ni el mismo cura de la parroquia quiso acercarse a darle la extremaunción porque según él estaba endemoniada. No hubo velatorio la enterraron al día siguiente de su fallecimiento en el más absoluto secreto. Beto era la cara opuesta de Peter, era un chico más formal o al menos eso parecía y ya había ingresado a la Universidad, físicamente no se parecían en nada, aun así, eran hermanos.
Yo tenía una novia con la que salía regularmente, nos llevábamos bien y hacíamos una buena dupla, era una chica bastante linda y un día me invitó a la fiesta de cumpleaños de su amiga Laura, una ex compañera de estudios, como el asunto era pasar una tarde de sábado en buena compañía acepte con gusto a llevarla. Ya en la reunión me presento a su amiga y esta a su vez nos presentó a su novio. Y ¡Oh, sorpresa, era el viejo Peter, mi rival natural, el de barrio contra barrio!
Nos dimos la mano, obvio ya nos conocíamos, pero mi sorpresa se acrecentó cuando vi a un Peter cambiado, se veía tranquilo como si hubiera alcanzado una paz espiritual que jamás había tenido. Me invitó una botella de cerveza y ambos brindamos por el encuentro. Laura su pareja tenía una bebé de poco más de dos años, con síndrome de Down, estaba con ellos, vestía un trajecito rosa y eso la hacía una monada de niña, al parecer Peter estaba feliz de sentirse “papá” y creo que por eso lo vi tan cambiado. Pero mi madre tenía una frase muy reiterativa que decía: “Nunca te fíes de los lobos que se visten de corderos”, y me lleve de su sabio consejo. Ese no era el Peter que yo conocía y antes de la medianoche decidí que había que poner pies en polvorosa, le dije a mi novia que nos fuéramos. “Oye si apenas estamos entrando en ambiente”, me dijo. Pero yo insistí y nos largamos.
Volvimos a cruzarnos un par de veces más, pero yo me mantuve mi distancia. En esos tiempos tomaba clases de Dibujo de Arquitectura en el Metropolitano y el horario era rígido y si me perdía una clase en la siguiente andaba en la luna, nos dejaban tareas bastante extenuantes donde me obligaba a ser cuidadoso y preciso con los planos que dibujaba. Y mi vida social se hizo muy restringida, solo tenía los fines de semana para ver a los amigos o echarme una canita al aire. Una vez me lo encontré con la mano enyesada y le pregunte que le había pasado y me dijo que se había agarrado a trompadas con un tipo y se había roto los nudillos. No me extraño en absoluto
Un día cualquiera fui a visitar a mi novia como hacia regularmente y me dijo con aire de preocupación, ¿Sabías lo que paso con tu amigo Peter?
Supuse que había tenido una de sus frecuentes peleas y conteste. No, ¿Que paso?
El fin de semana Laura y él salieron a pasear y llevaron a la nena a un día de campo, Peter llevo frutas y le peló un durazno a la niña y se lo dio, según dice mi amiga estaban sentados bajo un árbol para protegerse del sol, cuando en eso un niño que jugaba por ahí cerca enredo su cometa en una de las ramas del árbol y Peter se prestó ayudarlo, Laura descuido a la niña por colaborar con él y cuando voltearon la nena se estaba ahogando, se había tragado la semilla del durazno. Por más que intentaron ayudarla no pudieron, la llevaron de inmediato a un hospital, pero falleció en el camino. Ya te podrás imaginar cómo esta Laura, le echa la culpa a Peter por lo ocurrido y le dijo que ya no quería volver a verlo. Pero él quería a esa niña, le dije. Sí, y el tipo ésta completamente desecho ya volvió a embriagarse y anda como sonámbulo en las calles. Esta vez no tenía una tía que le dijera, “párale ya no le hagas”. Meses después me entere por unos amigos que en una de sus consecutivas peleas callejeras Peter había muerto apuñalado.
El viejo Peter tenía una prematura vocación de suicida por eso murió antes de cumplir los treinta años. Se dejó morir o dejó que la muerte lo cargara
