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Capítulo 2 La última carta

James

Conducía de noche, pensando en cómo vivir de ahí en adelante ¡Mi primer sábado sin ella! Era horrible andar por las calles todo el tiempo pendiente del móvil, con la inútil esperanza de recibir un mensaje de reconciliación por parte de ella. Era triste llegar a casa y saber que no iba a tener que esperarla, ni a ella ni a su exquisita figura, que en esos momentos me estaba siendo causante de un dolor insoportable.

Recordaba lo paulatinamente cambiada que había estado conmigo desde que habían comenzado a ascenderla y aquello me generaba cada vez más inseguridad, puesto que mis colegas no la trataban como si fuese MI novia. Según ella no me había sido infiel, pero de todos modos me dió a entender subliminalmente que había alguien más. Lo más aterrador de todo era la idea de que se haya involucrado con alguien de la agencia y eso me generaba una especie de taquicardia que se mezclaba asquerosamente con mis escasas horas de sueño, lo cual me mantenía con una apariencia horrible, indigna de cualquier clase de dignidad.

En ese contexto tenía que concentrarme, puesto que me acababa de pasar un rojo. Ya casi estaba tocando fondo, puesto que todo me estaba saliendo mal e incluso había llegado al punto de visualizar qué en cualquier momento se acababa todo en mi vida. Además de andar débil estaba sin esperanzas. ¡Marie había roto conmigo! No podía dejar de pensar en la mujer más hermosa que había visto jamás en mi vida.

— ¡Ten cuidado, imbécil! — Oí casi de repente.

De pronto abro los ojos y me doy cuenta de que estoy a escasos centímetros de un bus ¡Pude haber muerto por tanto pensar en ella! El ruido de bocinas y automóviles invadió todo mi ser y eso era una clara demostración de que había tocado fondo. Puse el freno a tiempo y fue un susto muy grande.

Excepto por el automóvil de atrás, que iba extremadamente cerca del mío, pese al escaso tráfico existente a esas horas de la tarde y a través del retrovisor comprobé con espanto que le había roto las luces.

Descendí apresuradamente del coche.

— ¿Que te está pasando? —Preguntó el tipo ese, quien también se había bajado— ¿Acaso aprendiste a conducir en una fábrica de malteadas de pollo?

El tráfico se había reanudado por el otro costado de la avenida y realmente no hallaba qué decir ante tamaña humillación por la cual estaba pasando.

— Discúlpame —Dije—. No me he sentido bien y...

— ¡No se trata de eso, jóven! —Dijo, al parecer causandole lástima mi apariencia, tengo el defecto de ser demasiado expresivo cuando ando mal—. Por suerte no ocurrió ningún accidente. Solo sé que tendrá que hacerse responsable del arreglo, amigo mío.

— Está bien —Dije, extendiéndole inmediatamente una de mis tarjetas, pensando en qué todo aquello pudo haber sido mucho peor.

Mientras corroboraba la información para hacerme cargo de los costos del accidente ahí estaba, con los ojos caídos, pensando derrotistamente que todo aquello era solo el comienzo. El asunto pudo haber pasado inmediatamente a mayores. No podía creer que aquello fuese consecuencia directa de haber ido a dejar esa estúpida carta, ya que según Alexa, mi mejor amiga, si hacía todo bien, Marie iba a estar rogándome para que regrese con ella en treinta días. Sin lugar a dudas ese era mi propósito, aunque por otra parte veía imposible estar sin ella tanto tiempo.

Mi amada Marie:

Quisiera escribirte por última vez antes de desaparecer de tu vida para siempre (En la medida que pueda), puesto qué, por como tienen que ser las cosas, tengo que saber respetar la decisión que tomaste de romper conmigo, independiente de que de aquí en adelante tengamos que vernos todos los días en la agencia, ya que me pediste que por favor no renunciara, pese a mi dolor y a la situación en general, ya que estaré tan lejos y tan cerca de tí al mismo tiempo y pensar en eso es terrible pero al mismo tiempo me tranquiliza.

Es algo que me duele bastante, ya que por iniciativa propia jamás se me hubiese ocurrido romper con la chica que más me ha enseñado de todo en el mundo entero, tanto a dar como a recibir, y eso, tal vez, es algo que me ha logrado engrandecer al máximo como hombre.

Estoy dolido, eso es cierto, pero creeme que en estos momentos es lo que menos me importa, ya que sanar es algo que depende única y exclusivamente de mí. Te amo, Marie, te amo tanto que llegué a ese punto en el cual tú propia felicidad es algo mucho más válido para la tranquilidad de mi alma que el estúpido capricho egoísta de retenerte a mi lado.

Siempre voy a recordar con una cálida sonrisa en cada rincón de mi piel todos esos buenos momentos que vivimos juntos, ya que contigo viví cosas que jamás pensé que iba a llegar a vivir con una chica, mucho menos después de haber terminado la universidad (Antes de conocerte pensaba  que ya no iba a conocer a esa chica que yo buscaba desesperadamente por cada rincón por el cual pasaba intentando convencerme de que no había que dejar nunca de creer). 

Hasta que te encontré y aquellos fantasmas desaparecieron para siempre.

Me duele en el alma saber que todas esas jornadas en las cuales me sentía el dueño absoluto del mundo tomado de tu mano ahora ya no se van a volver a repetir, aunque a veces conservo odiosas esperanzas. ¿Por qué estoy así si ya fuiste lo suficientemente clara conmigo? Pues porque en estos momentos todo mi ser tiene memoria y pues sí, se me hace imposible que tengas tanta determinación como para romper así de golpe una de las etapas más íntegras de tu vida, según tus propias palabras con respecto a lo que para tí significó haber estado conmigo. Tal vez si no me hubieses pedido por favor no renunciara a la agencia no estaría pensando así.

¿Te acuerdas de esa primera vez? Sí, yo no estaba preparado, no por falta de voluntad sino que muy por el contrario. Para mí lo más importante en ese momento era que tú no te sintieras incómoda y es más, me propuse hacer el mejor esfuerzo posible para no demostrar esa ansiedad, cuya fuerza penetraba cada rincón de mi cuerpo completo, deseoso de tus labios y tu cintura y sobre todo de esa rabia que tenías con el mundo, lo cual, como bien ya sabes, fue lo que más me cautivó de tí, ya que para mí la disconformidad siempre fue sinónimo de inteligencia.

Entonces me preguntaste si no me habías gustado, puesto que ni siquiera te había tocado. A mí no se me ocurría ningún motivo como para darte la razón, puesto que elegí cuidadosamente el restaurant y el menú, todo con el fin de asegurar la autenticidad de mis intenciones que consistían básicamente en que estuvieras conmigo para toda la vida.

Cuando te dije eso te reíste, me decías que sí, que después de todo no era tan ilógico que yo pensara eso sí es que teníamos esa afinidad que teníamos y que parecíamos sincronizar bastante. Remataste con tu discurso diciéndome que solo disfrutara el momento y que estaba todo bien y cuando te fui a dejar al taxi dejaste pasar el que pasó y nos besamos ahí mismo, casi en la mitad de la avenida justo cuando yo iba cruzando de regreso, porque me dijiste que no tenías ganas de estar en casa con tus padres aún. Luego me diste a entender que la noche estaba muy helada como para pasarla sola y me pediste definitivamente que te llevara a mi casa.

Nuestras noches eran todas más o menos iguales hasta que me dijiste que te ponía incómoda la presencia de Alexa, por lo que me sugeriste que me mudara de ahí para que así tuviésemos más privacidad, puesto que te era difícil llegar a mí y tener que lidiar con una mujer más, además de mi madre, quien me visitaba bastante en esa época. Tal vez ahí era el momento de pedirte matrimonio, pero por algo pasó lo que pasó y eso me da muchísimo miedo, puesto que es algo que mi mejor amiga jamás me va a perdonar (Nunca estuvo de acuerdo con que dejara la casa si es que no era para irme a vivir contigo).

¿Que nos pasó, Marie? ¿Acaso vernos las caras todos los días en la agencia nos terminó afectando de tal modo que sin querer llegamos a odiarnos? Pues no me parece justo que la existencia de nuestro amor se haya reducido a mera rutina, tomando en cuenta que si nos hubiésemos casado estábamos obligados a llevar a cabo esa realidad de vernos todos los días, a todas horas de la semana, a muy pocos centímetros de distancia.

Ahora mi madre se está recuperando de su terrible enfermedad. Es increíble, porque ahora ya no estaré tan obligado a viajar siempre, pese a que nunca nadie me obligó a hacerlo, ni siquiera ella. Quizá deba hacerlo para matar el tiempo y no pasarlo tan solo y eso me genera la penosa realidad de tener que enfrentarme a estar sin tí más tiempo del que quisiera. No tienes idea como me siento al respecto y eso atraviesa todo mi pecho, el mero hecho de solo pensar en la llegada de los fines de semana de aquí en adelante que por tu ausencia, muy difícil de llenar para mí, se me van a hacer eternos.

Si bien comprenderás que tengo deseos de morirme, por otro lado estoy tranquilo, ya que tengo demasiados proyectos inconclusos que por falta de tiempo jamás llevé a cabo. Mi banda ¿Te acuerdas? Dijiste que habías llegado a mí por eso, porque te gustaba mi banda, que mi gusto artístico te había dejado cautivada. Decías que te daba rabia que trabajase en una agencia de publicidad con el talento que tenía en vez de ser una estrella de rock. Decías que era la música de guitarras más moderna que habías escuchado durante el último tiempo y que tenía que hacer justicia con eso y eso haré, ya que va a ser eso mismo lo que va a permitirme superarte y así, en un día no muy lejano, terminar de cumplir mis sueños. Lo más importante es que seguiré siendo jóven.

Me despido para siempre, Marie, y este es definitivamente mi último te amo. Espero que te resulte todo bien y así puedas cumplir todas tus metas, considerando que has sufrido bastante solo por el hecho de haber superado los obstáculos que tuviste que superar para llegar ahí dónde estás.

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