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Capítulo 2. Fabiola.

La firma de documentos para la compra de la lujosa casa en Pedregal está concluida, mi cliente quedo muy satisfecho y contento con su compra, ahora solo queda esperar a que haga la transferencia bancaria de los 10 millones de pesos para que pueda recibir mi comisión. Aunque no me emociona en lo absoluto, pues tengo más dinero en mis cuentas bancarias del que puedo gastar. Sin embargo, debo confesar que en mi día de hoy no pude evitar estar un tanto distraído, no fui del todo productivo como quisiera, las 6 horas del día de hoy de fueron en atender a mi cliente, lo que pareció no molestarle en lo absoluto a mi jefe, ya que soy el único ejecutivo que cumplió con su meta y apenas estamos a mitad de mes. En mi mente no había más lugar para otros asuntos que no fuera Samantha y averiguar el donde puedo encontrarla.

De regreso a casa de nueva cuenta en el metro, tome mi celular para curiosear un momento en alguna de las redes sociales. Bendita tecnología, increíblemente traes en el bolsillo una herramienta con muchas funciones, desde llamadas, entretenimiento, mensajería instantánea, hasta localización. La buscaré todo lo que queda del día de hoy y todo el día de mañana hasta encontrarla, al fin no tengo nada más que hacer. Voy a encontrarte Samantha, pero esperaré hasta llegar a casa. No es algo que me gustaría ir haciendo en el transcurso del camino, no falta el ojo perdido que discretamente ve tu celular y creerá que soy algún psicópata.

Al llegar a casa abrí la puerta como si estuviese huyendo de algo o alguien, tenía urgencia por saber algo más de la chica del metro, tomé la IMac que se encontraba sobre la mesa de centro en la sala. Me dispuse a buscar en Facebook su nombre, esperando ver alguna foto que se pareciera a mi Samantha y el resultado fue desalentador por el increíble número de personas que tienen ese nombre. El tiempo transcurrió, la luz de la luna se filtró en mi departamento iluminando la mitad de la sala, la noche había llegado e incluso me olvide de cenar.

Es imposible contabilizar el número de perfiles que eh revisado, pero ninguna de todas estas personas es Samantha. El frío de la madrugada empieza a abrazarme invitándome a acurrucarme en la comodidad de mi cama, la resequedad en mis ojos ya es más que evidente. Creo que ni siquiera eh parpadeando lo suficiente como para lubricarlos. Son las 12 de la noche, ya es Domingo y tras horas de búsqueda sin tener éxito, empiezo a frustrarme. Mi cuerpo cae recostado sobre el sofá, el cansancio me ha vencido por fin, no pasará nada si me quedo a dormir una noche en la sala. 

—Descansa, cuidare tu sueño. — Susurro dulcemente Samantha. Abrí los ojos de golpe, era ella podía ver su silueta que se dibujaba entre la oscuridad y la luz de la luna, podía ver ligeramente la hermosura de su rostro, aunque con esfuerzo. Estaba mi cabeza sobre su regazo mientras me acariciaba el cabello suavemente de adelante hacia atrás. Al parecer disfrutaba muchísimo este momento, porque su rostro lo expresaba por sí misma. —¿Como es que estas aquí? —Pregunte. 

—Me escapé para poder venir a verte, no tengo mucho tiempo. Me encanta verte dormir, siempre me ha gustado, me resulta hipnotizante. — Dijo Samantha, haciéndome dudar sobre si este momento tan especial era real, o solo es producto de mi imaginación.

—¿Cómo entraste? — Samantha suspiro y movió la cabeza de izquierda a derecha y frunció el lado derecho de su boca, un gesto muy dulce y tierno, pero parecía que mi comentario la había incomodado.  

— Ya había olvidado lo preguntón que eres Mateo, entre por la ventana, por favor no arruines este momento que eh esperado tanto tiempo con demasiadas preguntas, solo déjate llevar por el corazón y el alma.— La habitación estaba muy fría a pesar de que ninguna de las ventanas estaba abierta, literalmente me estaba congelando, pero aun así caí en un profundo sueño. Nada me preocupaba en ese momento teniendo una grata compañía. Después de meses de soledad, alguien se interesa en mí.

El sol hizo presencia en la comodidad del sofá, su calidez me envolvía terminando con mi profundo sueño.  Samantha ya se había ido o acaso esto fue un sueño. No lo creía posible o mejor dicho no quería que fuera un sueño.  Todo fue tan extraño, ¿Cómo entró en mi casa a esas horas de la noche? y ¿Cómo averiguó mi dirección?, porque dijo que había estado esperando este momento por mucho tiempo.  Esa chica cada vez enreda más mi cabeza, quizás ella no es de este mundo. Pareciera que es un fantasma o un ente por sus apariciones tan repentinas, y si lo fuera, una nueva cuestión surgiría: ¿Por qué podemos tocarnos?. Esto iría en contra de todas las creencias que me fueron inculcadas. Debe de haber una explicación más lógica de todo esto. Aún tengo su aroma a vainilla impregnado en mi nariz, ¿Cómo es esto posible si no es real?. Que tal y mi mente en desesperación por la ruptura con Fabiola y necesitado de un poco de afecto creo un personaje que no existe, en este caso tendría que acudir con un psicólogo.

Aún no me creo que una mujer como ella pudiese fijarse en mí.  Este domingo será un día largo, muy largo, tengo la ansiedad de salir a buscarla, aunque sé que será en vano por lo enorme que es la ciudad de México.  Ya son las 12 de la tarde y mi estómago comienza a pedir alimento, por primera vez tengo ganas de comer algo sano y no más comida rápida, pero mi despensa y mi refrigerador carecen de cualquier alimento saludable y balanceado. Saldré a comprar algo. 

El quinto cajón del enorme closet de mi recámara espera con ansias ser abierto, ya que es donde guardo la ropa deportiva y en la actualidad no estoy en la mejor forma posible. Otra manía más que tengo, acostumbro a guardar en cada cajón un tipo de ropa diferente. El primer cajón ropa interior, segundo cajón pantalones de mezclilla, tercer cajón playeras y cuarto cajón camisas informales que no necesitan ir colgadas en ganchos. El domingo es día de vestirme cómodo, hoy pants Adidas negro, con franjas blancas al costado y a lo largo de las piernas, playera blanca y gorra negra son el atuendo ideal, no quiero peinar mi cabello hacia atrás, así que un poco de agua será suficiente para aplacar aquellos cabellos rebeldes.

En domingo las calles de la colonia están casi vacías, y es más cómodo caminar. El supermercado más cercano está a 10 minutos. Es la fortuna de vivir en una zona céntrica, todo absolutamente todo lo tienes cerca. Aquellos que tienen una vida social activa son los que deben disfrutar mas las amenidades cercanas. Es un día memorable, no me había percatado que es la primera vez que yo solo hago las compras, solía hacerlas con Fabiola cada mes. Desde que ella se fue solía pedir el super a domicilio, pero creo que no hay nada como escoger tu mismo lo que necesitas.

Al entrar al supermercado, tomo un carro de autoservicio para colocar todo lo que voy a comprar. Mi lista es corta, soy un hombre que no se esforzará mucho en cocinar lamentablemente. Una docena de huevo, 2 litros de leche, pan de caja grande, 500 gramos de pechuga de pavo sin sal, 400 gramos de queso panela sin grasa, una charola con 400 gramos de rib eye de res, una pechuga de pollo, 3 filetes de Salmon, algunos vegetales, atún, salsa picante, frijoles enlatados, arroz instantáneo el cual es una maravilla para los que no sabemos cocinar, papel higiénico, detergente de ropa, suavizante, body wash con fragancia masculina, desodorante clínico en barra, shampoo anticaspa y creo que será todo en esta ocasión. Algo que me encanta de venir al super mercado es que, puedes tener muy bien elaborada tu lista, pero al final siempre terminas llevando cosas que no las tenias contempladas. Al llegar a caja para hacer el pago de mis productos, una fila de 12 personas esperaba impaciente su turno, otra fila más con 15 personas y en la tercera fila estaba ella. Fabiola esperaba su turno, pero no estaba sola. El hombre por el que terminó conmigo estaba con ella tomados de la mano y el sostenía una canastilla con su mano izquierda. 

Mi corazón se agitó como si hubiese recorrido 5 kilómetros trotando, dirigí mi vista a otra parte que no fueran ellos y me forme en la segunda fila. Ella inmediatamente se percató de mi presencia y a cada momento volteaba a verme. Quizás porque pensaba que haría un pleito como en otras ocasiones lo hice. Pero ya no, no soy el mismo Mateo que rompió en mil pedazos. Afortunadamente mi fila avanzo más que la suya, y en mi interior me dio mucho gusto, el cual se quitó cuando la cajera me dijo el total de mi cuenta. Tres mil cien pesos, ni hablar así es la vida de un adulto. Sali a prisa, fue un momento sumamente incomodo.

De vuelta a mi departamento el hambre ya era voraz, lo más rápido era preparar un par de sándwiches y en ese momento recordé que olvidé el jugo de naranja en Tetrapak. 

Ya con el estómago tranquilo, decidí no darme por vencido y seguí investigando de Samantha, pero esta vez con la convicción de encontrarla. Entre al portal de Facebook nuevamente y en el buscador de la página teclee su nombre nuevamente y la lista de personas parecía más larga que la noche anterior.  Tengo que cambiar de método o esto me llevara la vida entera. El ruido de la puerta detuvo mi búsqueda, pregunté quién llamaba y nadie contestó. Después de unos segundos una voz más que familiar dijo: —Soy Fabiola... —

Era inevitable recordar aquellos buenos momentos, pero también los malos. Siempre pesa mas lo malo que lo bueno, aunque el esfuerzo por olvidar sea enorme.

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