Capítulo 5
Carlos Méndez es el jefe de uno de los cárteles de la droga mexicanos más grandes, y hace unos años este desgraciado le rogó a mi padre que lo ayudara porque un enemigo amenazaba su imperio y mi mafia decidió brindárselo. Claro, también teníamos algunas ventajas, pero la alianza no supuso una gran diferencia, ya que, de todos modos, somos los más fuertes junto con la mafia italiana. Solo había una condición: que no traficaran con personas ni involucraran a inocentes en sus negocios ni les hicieran daño. Claro que les di instrucciones a la gente para que lo vigilaran a él y a sus hombres, y así descubrí que este asqueroso desgraciado obligaba a mujeres y niños pequeños a prostituirse y dejaba que sus hombres los violaran en la casa donde vivía la mayoría de los miembros del cártel.
Solo pensar en lo que estos inocentes tuvieron que pasar casi me hace vomitar y me hierve la sangre. En cuanto supe lo que Carlos y sus seguidores habían hecho, supe qué iba a hacer y cómo castigaría estos actos repugnantes. Envié a Ayden y a algunos de mis hombres a su escondite, donde se escondieron porque descubrieron que yo sabía lo que habían hecho, y luego dispuse que los inocentes fueran rescatados y que Carlos fuera capturado. Los demás fueron quemados vivos por mis hombres y ahora pueden seguir ardiendo en el infierno, donde recibirán su merecido.
Ahora torturaré un poco a Carlos y luego él podrá seguir a sus hombres allí.
La sangre le gotea por la cara y levanta la vista para verme parado frente a él. Parece que está a punto de orinarse en los pantalones.
Patético.
Ahora puede que tenga miedo, pero pronto se arrepentirá de toda su existencia y de haberle pedido ayuda a mi padre.
Definitivamente no mostraré piedad y sé que amaré cada segundo torturándolo.
Él no habla porque sabe que no puede impedirme hacer lo que tengo en mente, pero el miedo en sus ojos me dice más de lo que las palabras podrían hacer.
Me coloco frente a él y examino su rostro cuidadosamente.
- ¿ Cómo estás, Carlos? - pregunto con tono burlón, sonriendo a su fea cara.
Me enderezo y espero un momento su respuesta, cuando permanece en silencio, agarro su cabello en un puño y tiro brutalmente su cabeza hacia atrás para que me mire a los ojos.
Él gime de dolor y sus expresiones faciales me muestran su miedo y su ira.
—Te pregunté algo y vas a responder a mis malditas preguntas. ¿Quedó claro? —digo , alzando la voz, mostrando mi disgusto.
—Sí . Estoy bien, gracias. —responde con voz temblorosa.
Le sonrío y luego me doy la vuelta para caminar hacia una mesa en la esquina de la habitación, donde se encuentran mis instrumentos de tortura y mis cuchillos.
Me pongo mis guantes de cuero negro. Luego tomo uno de mis cuchillos favoritos, me doy la vuelta y vuelvo con Carlos, jugueteando con él en la mano.
Me mira con horror, y yo solo le sonrío. ¿En serio creía que lo había dejado salirse con la suya?
Hoy nos divertiremos mucho juntos. Olvídalo, yo me divertiré mucho, llorarás como un bebé y sentirás el peor dolor de tu vida, porque eso es justo lo que se merecen los violadores y abusadores de menores .
—¿Por dónde empiezo? ¿Quieres perder primero la lengua con la que permitiste que tus asquerosos hombres violaran a estas pobres mujeres o esos horribles dedos que tocaron a estos niños inocentes? —pregunto con sarcasmo.
Él comienza a mover la cabeza muy rápidamente y reza en voz baja.
Me eché a reír y él se detuvo inmediatamente, mirándome confundido.
—¿Bromeas ? ¿Eres tan estúpido como para pensar que Dios te ayudará cuando lastimaste y violaste a los seres humanos que creó y ama? ¿Tienes idea del dolor que sufrieron por tu culpa? —digo con humor y también con asco en la voz.
Él no responde nada y simplemente se sienta allí sin mirarme.
¿ Sabes qué? Puedes rezar y quizá Dios te muestre misericordia, pero yo, desde luego, no .
Rápidamente le agarro la barbilla y lo obligo a abrir la boca. Antes de que pueda zafarse, le llevo el cuchillo a la boca y le corto la lengua. Los gritos del hombre llenan la habitación y las lágrimas le resbalan por el rostro.
—¿En serio? ¿Estás llorando? Debería llorar porque tuve que tocarte. —digo con humor, degradándolo.
Escupe la sangre y la expresión de su rostro me muestra su merecido dolor.
- No es una sensación agradable cuando alguien te hace algo que no quieres, ¿verdad? -
Él no se mueve ni me muestra ninguna reacción así que nuevamente lo agarro del cabello y lo obligo a mirarme.
—¡Te hice una pregunta, imbécil! ¡Respóndeme! —
Intenta decir algo, pero su rostro continúa retorciéndose de dolor y sólo se oyen ruidos apagados.
—Ay , lo siento mucho. Olvidé que no puedes hablar. —digo , burlándome de él, con falso remordimiento.
Solté una carcajada y le arranqué la camisa. Pasé la cuchilla desde su cuello por su torso, dejándole cortes profundos que hicieron que más lágrimas le corrieran por la cara y sus gritos se intensificaran cuanto más cortaba su carne.
Avanzo más con el cuchillo y se lo hundo en el estómago. Sus gritos vuelven a llenar la habitación y el sudor le brota de la frente.
—Tengo que esforzarme mucho para que no te desangres tan rápido, si no, la diversión se acabará pronto, pero sabes qué, puedo controlarme, así que te dejaré sufrir mucho. Hablando de autocontrol, si tuvieras un poco y te guardaras tu feo pene en los pantalones, no estarías en esta situación. — , le explico, mientras le saco lentamente la cuchilla.
Me aparto de Carlos y lo miro intensamente, sonriendo.
