5. Soy Anahi Cisneros
Eva jamás había tenido gente a su servicio, no era de las personas que necesitara que hicieran todo por ella. Estaba acostumbrada a ser quien se lo hacía todo y así le gustaba, cuidar de sí misma, porque nunca había podido contar con nadie, ni siquiera con ese bueno para nada que la preñó y se largó unos días antes del parto, por lo que esa mañana, como ya tenía costumbre, se levantó temprano para preparar el desayuno.
—¿Señora, qué hace aquí?
La voz de la esposa del mayordomo y quién se encargaba de la cocina, estaba no solo llena de asombro, sino también de censura al ver a la esposa de su patrón, invadiendo su lugar de trabajo y haciendo lo que se suponía era deber suyo.
—Solo le preparaba el desayuno a Jeremy— respondió Eva, rápidamente terminando de colocar una taza de café en una bandeja.
—¿Piensa llevarle el desayuno a la cama al señor Jeremy?
Eva no respondió, solo le dedicó una mirada dulce a la mujer mientras terminaba de poner en el plato algo de comida.
Por supuesto que lo haría, no hacía falta ni decirlo. Ese hombre la había salvado no solo de un destino incierto a ella, sino también a su pequeña, por lo que prepararle el desayuno y llevárselo a la cama era lo menos que podía hacer para mostrarse agradecida.
No tardó en subir las escaleras, con su bandeja y llegar hasta el cuarto que compartía con su esposo, quien todavía seguía durmiendo.
Lo cual era bueno, así tendría tiempo de asear y alimentar a sus dos hijos antes de que su esposo se despertara, demostraría que había hecho una buena elección y que era digna de la confianza de ese hombre.
Cuando Jeremy despertó se encontró el café, unas tostadas, huevos y algo de fruta cortada en una bandeja al lado de la cama, él no acostumbraba a desayunar, se tomaba el café y salía rápido hacia el trabajo, pero verla amamantar a uno de los bebés, sentada en la mecedora hizo que no pudiera rechazar su desayuno y empezara a comerlo.
— Muchas gracias— dijo todavía en la cama con una tostada en la mano — pero no debes tomarte la molestia, necesitas descansar y dejar que el servicio haga esas cosas por ti que para eso están.
Todavía le fascinaba el amor con el que Eva amamantaba a los bebés y aquello le hacía añorar y desear haber visto a Marie hacer lo mismo que ella, estaba seguro de que habría sido una buena madre para Airon, todo sería tan distinto ahora.
Se levantó para caminar hasta la cuna, observando que el bebé que esperaba tranquilo dentro y el que estaba en los brazos de su esposa llevaban la misma ropa ¿Cuál era el niño y cuál la niña? Con apenas tres días que tenían y lo poco que se había fijado en ellos, le costaba mucho distinguirlos.
— ¿Por qué están los niños vestidos iguales? Así no puedo ver cuál de los dos es el mío y cuál es la tuya.
—¿Acaso eso importa? Ya que ambos son hermanos, no hay problema en que lleven la misma ropa, al menos mientras son bebés. —Respondió Eva, dedicándole una suave sonrisa a Jeremy.
—Anda toma al bebé en brazos antes de que empiece llorar.
Vio que se resistía a hacerlo, lo que la llevó a tener que decir algo que quizá luego no cumpliría.
—Tal vez así, mañana, deje que la cocinera haga su trabajo y yo me dedique a descansar.
Se había prometido nunca cargar a ese bebé, el responsable de que su Marie estuviera muerta y ahora no era capaz de saber si el pequeño que se removía en la cuna era el pequeño Airon, no se llamaba así por simple coincidencia, era el nombre de algún dios menor de la muerte de una mitología olvidada, así siempre recordaría lo que ese niño significaba para él.
Negó girando para observar a Eva, por nada lo haría, no podía porque solo lo hacía más consciente de cuanto había fallado como esposo, de que a pesar de saber las complicaciones que su primera esposa tenía, y lo que los médicos recomendaron desde el principio, él la presionó para que le diera ese hijo.
— No tengo tiempo, debo entrevistar a las niñeras, así mañana mismo tendrás ayuda, yo necesito volver al trabajo y tú debes recomponerte, no quiero enfermes por no cuidarte lo suficiente durante la cuarentena.
Ninguna otra mujer sé enfermería por su causa, él sería un buen esposo para Eva, tal vez no podría amarla, pero se esforzaría en que tuvieran un buen matrimonio.
Después de decir aquello le echó una última mirada al bebé en la cuna que acababa de empezar a llorar, como si reclamara los brazos de su padre, haciendo que saliera rápidamente de la habitación para no verse en la obligación de ceder.
— Ve a ayudar a mi esposa con los bebés, serás la encargada de eso hasta que contrate a la niñera.
Le dijo a la primera sirvienta que encontró por el pasillo, antes de caminar hasta su despacho, a la espera de que las aspirantes a niñera empezaran a llegar.
A Eva se le encogió el corazón al ver cómo su esposo huía de la habitación, dejando a la pequeña Anya llorando.
Aun así, no dejaría su plan para hacer que él cargara a los dos niños. Él lo haría. Cómo que se llamaba Eva Rodríguez, había prometido no hacer distinción, cuidar y amar a ambos niños como suyos y haría que Jeremy también cumpliera aquella condición que él mismo había impuesto, porque un ser inocente no podía cargar con la culpa de la desgracia de su madre.
Estaba dejando al pequeño Airon en la cuna tras darle de comer, y así tomar a Anya, quien ya reclamaba alimentarse también.
—Ya, ya voy mi pequeña princesa— susurraba a la bebé tomándola en brazos, fue así que la encontró la mucama que había mandado Jeremy sonriendo levemente al ver a su señora tan cariñosa con sus hijos.
—Permítame, yo le llevo al bebé, usted vaya a sentarse.
—No, yo puedo. Gracias — le agradeció Eva a la joven, quien se sorprendió por la manera amable en que la esposa del señor le hablaba.
—No tiene por qué darme las gracias, es mi deber, señora.
—Llámame Eva.
—No podría.
—Si puedes y lo harás. Anda ven siéntate a mi lado, ya que somos amigas, debes contarme todo lo que pasa en esta casa.
Poco después de sentarse en su despacho, el mayordomo hizo entrar a la primera mujer, algo mayor, con un semblante severo que no le gustaba, no iba a tratar con adolescentes, sino con bebés, aun así la hizo entrar y la sometió a sus preguntas.
Un currículum ejemplar, varios idiomas, antigua profesora, pero, como ya sospechaba, demasiado severa en su forma de educar a los niños. No era lo que buscaba.
Aquella mañana vio a cinco niñeras más, algunas no estaban preparadas para el puesto, otras lo estaban demasiado, ciertamente sería difícil elegir a la niñera correcta, estaba por desistir y cambiar las siguientes entrevistas a otro día cuando la siguiente mujer entró.
— Buenos días, soy Anahi Cisneros — se presentó con una sonrisa amigable en los labios.
Él la invitó a sentarse con un gesto de su mano.
Era realmente hermosa aunque no iba vestida de forma muy vistosa, su rostro se le hacía angelical y parecía ser mucho más joven de los treinta y dos años que marcaba su currículum, uno muy bueno por cierto.
— Aquí dice que fue usted profesora infantil en una de las mejores escuelas del país ¿Qué sucedió?
—Verá, señor, me da mucha vergüenza contarlo, pero el director de la escuela intentó propasarse conmigo y la junta de padres lo taparon todo para no tener escándalos.
Él asintió y siguió leyendo el currículum, a pesar de no haber estado sirviendo en ninguna casa antes, su trayectoria en la enseñanza era perfecta y siempre con niños muy pequeños.
—¿Y se ve capaz de ayudar a mi esposa en la crianza de nuestros hijos sin aburrirse solo con eso? Está usted acostumbrada a más acción. No me gustaría tener que cambiar de institutriz en el momento en que mis hijos ya le tuvieran cariño.
— No se preocupe. En realidad, cuando mandé mi solicitud sopesé mucho mis opciones hasta tener muy claro qué era lo que quería hacer, es una nueva experiencia para mí, pero vengo con todas las ganas.
— Está bien… me gustaría que vuelva en un par de horas si no es inconveniente para que conozca a mi esposa, su opinión es muy importante para mí.
—Me parece perfecto— respondió ella levantándose de la silla donde se encontraba sentada. —Volveré en un par de horas
Se despidió, sonriéndole amablemente, conteniendo las ganas de acercarse más a ese hombre.
Joder que hombre más guapo era, mucho más guapo de lo que se puede apreciar en las revistas como People y Times, Apenas y creía que un hombre como él estuviera casado, cuando leyó la oferta de trabajo, creyó que tal vez se trataba de un hijo escondido que el hombre hubiera tenido y ahora se hacía cargo. Pero no, había una esposa. Una que conocería, eso no le agradaba. Pero bueno, ningún hombre era capaz de resistirse a ella.
Se sabía hermosa. Poseía una belleza combinada que resaltaba a la vista, sobre todo en sus pechos y caderas, su piel casi blanca, salvo por algunas pequitas que adornaban su nariz y la cual ella cubría ligeramente con el maquillaje, su boca en forma de corazón y sus ojos verdes hacían que cualquier hombre cayera a sus pies.
Jeremy Duncan no sería la excepción. Ese hombre no se le escaparía. Pero tenía que ser inteligente y paciente, al menos por el momento.
