Capítulo 9: Pequeñas victorias
Lo mejor sería que los niños conocieran a Deanna en su casa, en territorio propio para que no se sintieran incómodos en público. Pero antes de eso se sentó con ellos a asegurarles que lo que su abuela les había dicho no era cierto; a los más grandes les explicó que no habían sabido antes de ella porque tenía que estar seguro de que las cosas funcionarían. Quizá cuando crecieran un poco más podría darles la verdadera razón.
Daniel no estaba seguro si el pequeño Jonathan había entendido bien la situación, era el que más le preocupaba de los tres. Ethan no tuvo ninguna queja al respecto, le dijo a su padre que era su decisión y la respetaba. Naomi siendo más tímida le aseguró que no había ningún problema y que no hizo caso a las cosas que su abuela le contó. Ambos niños confiaban en su padre, pero tampoco se animaban a contradecirlo.
Para intentar hacer que el encuentro fuera más relajado invitaron a Susan, Harry y Laura. Tal vez, rodeados de sus tíos se sentirían más a gusto y menos rígidos. De camino a casa de Daniel, Harry le había contado un poco más sobre sus sobrinos a Deanna. La veía mucho más nerviosa que cuando conoció a su futuro marido, pero estaba convencido de que se llevaría bien con ellos.
Le advirtió de la dificultad que tenía Jonathan para comunicarse, que no había un motivo en particular, pero que le encantaba la música y ese podría ser un método para acercarse a él. También le habló de Susan, que era la hermana del medio, ella ya conocía los detalles de su plan y los apoyaría. Así que no debía dudar frente a ella.
Deanna nunca se imaginó que la casa de un CEO pudiera ser tan grande, incluso para cuatro personas. O que hubiese tanta gente trabajando en ella. Pero era lógico, mantener en pie un lugar así debía costar mucho trabajo.
Susan fue la primera en recibirla.
— Debes ser Deanna, ¿cómo estás? Soy Susan.
— Mucho gusto, Susan, es un placer conocerte.
Daniel estaba de pie junto con los dos mayores que no le quitaban los ojos de encima.
— Estos son Ethan y Naomi, mis hijos. —Deanna se acercó.
— ¡Hola! Soy Deanna, mucho gusto.
— Hola. —Respondieron ambos.
¿Pero no eran tres? De pronto una pequeña figura salió corriendo de detrás de un sillón hasta las piernas de Harry, quien lo tomó en brazos.
— Y este, Dean, es el pequeño Jonathan.
No podía ser un niño más bonito. Con las mejillas redondas y rosadas, una pequeña nariz y ojos grandes que brillaban. A Deanna le dio directo en el corazón.
— Hola, pequeño caballero, mucho gusto. —Jonathan se sonrió y escondió su carita en el hombro de Harry.
Salieron a la terraza que daba al parque donde ya tenían una mesa preparada. Jonathan la miraba con mucha atención y cada vez que Deanna le devolvía la mirada se sonrojaba y sonreía. Los más grandes casi no decían nada, pero también la observaban de vez en cuando. Su abuela había tenido razón en decirles que era muy joven para su padre. Ante el silencio taciturno de Daniel, Susan decidió romper el hielo.
— Deanna, es un placer al fin poder conocerte. Aunque Harry se ha cansado de hablar de ti en más de una oportunidad y Laura también.
— Gracias, me alegra estar aquí y poder conocerlos a todos.
— Papá me dijo la verdad, Daniel, es cierto que Deanna es muy bonita. —A Daniel le bajó la presión de golpe y hubo un silencio extraño.
— ¿Le dijiste a papá que Dean es bonita? —lo cuestionó Harry.
— Claro que se lo dijo, no olvides que aún no la conoce, Harry. —Susan intercambió miradas con Harry, muy rara vez tenían la oportunidad de molestar a Daniel y no iban a desaprovecharla.
— Solo hablé con él de algunas cosas. —Intentó justificarse.
— Papá estaba muy contento porque dijo que fuiste muy entusiasta al decirle lo bonita que es Deanna. Creo que espera ansioso conocerla. —Susan seguía echando leña al fuego.
— Papá exagera. —Daniel estaba comenzando a sentirse caluroso.
— Es bueno saberlo, Deanna también piensa que Daniel es atractivo. —Agregó Laura.
Los niños miraban a su padre moverse en su silla como si algo lo estuviera picando. Y Deanna casi se muere de la vergüenza. A Susan no se le escapó nada de esto y se dio cuenta de que había algo más que un simple acuerdo. Ese era el factor que sabía tenía que ver con Dean y ahora lo había confirmado.
— Niños, Deanna canta muy bien, ¿lo sabían? —les dijo Harry.
— ¡Es verdad! Tiene una voz magnífica. —Laura la había oído en más de una ocasión.
— A Jonathan le gusta mucho la música. —Dijo Naomi tímidamente.
— ¿Y a ti, te gusta?
— Sí, un poco.
— A Naomi le gustan más los libros. —Habló por fin Ethan.
— Eso es genial. ¿Qué te gusta leer?
— Muchas cosas, pero sobre todo sagas fantásticas.
— Cosas de hombres lobos y vampiros. —Ethan lo tenía muy claro.
— Ya veo... Entonces seguramente has leído la saga de "La Luna Negra".
— ¡Es mi favorito! ¿Lo conoces?
Se pusieron a hablar sobre los 5 libros que componían la saga, de los personajes y la autora. Al parecer a Deanna le gustaba también ese tipo de literatura. Ambas se olvidaron dónde estaban y con quiénes y simplemente seguían compartiendo opiniones. Finalmente, Harry las interrumpió.
— ¿Tienes idea de lo que están diciendo? —le preguntó a Ethan.
— Algo.
— ¡Oh! Lo siento, me entusiasmó poder discutirlo con otra fanática. —Se disculpó Deanna. Daniel seguía en silencio, solo los observaba, tenía que estar seguro de que sus hijos iban a estar bien. Pero de pronto Ethan interrumpió el leve equilibrio que se estaba generando.
— Mi abuela nos habló de ti. Dijo que lo único que quieres de mi padre es su dinero, ¿es verdad?
— ¡Ethan! —Daniel no iba a permitir ese comportamiento.
Pero Deanna no se amedrentó ante la pregunta. Era lógico que estuvieran preocupados por su padre.
— No, por supuesto que no quiero el dinero de tu padre. No hago esto con esa finalidad. Entiendo que tengas tus dudas y me alegra que las expreses, pero puedo asegurarte que eso no es lo que me motiva.
— Ya habíamos hablado de esto, Ethan. —Le dijo su padre.
— Lo sé, papá, y te dije que iba a respetar tu decisión. —Definitivamente, es digno hijo de su padre, pensó Deanna.
— Está bien que quiera preguntar. No me conocen y es lógico que tengan dudas.
— Sí, Deanna, pero no por eso debe ser descortés. —Le dijo Daniel.
— No lo es, está preocupado por su papá, no tiene nada de malo. —Le respondió ella.
Justamente Daniel no podía dar cátedra de cortesía. Pero Deanna se guardó el comentario.
El encuentro había resultado como todo hasta ahora: medio bien. Deanna se abstuvo de preguntar por qué Jonathan no hablaba para nada y Daniel se lo agradeció en silencio, estaba cansado de tener que explicarlo. Seguramente Harry ya lo habría hecho. El pequeño la miró toda la tarde, entre maravillado y ansioso, como si quisiera decirle algo. Eran dos victorias para ella: la cena y la reunión con sus hijos. Tal vez no sería tan malo después de todo.
