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Una dulce pesadilla

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Jeni’sNovela
48
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14
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8.0
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Sinopsis

Incluso cuando era pequeña, nunca creí en un cuento de hadas, en un mundo donde hay princesas y príncipes encantados, héroes, duendes, hadas... Muy por el contrario, desde temprana edad mis padres siempre se preocuparon por mostrarme la realidad, no llenarme de ilusiones y falsas esperanzas. Por un lado, creo que es bueno, porque era una forma de prepararme para los "golpes" de la vida, pero por otro lado, tal vez en el fondo... quería saber un poco más sobre cómo era. , cree un poco, escapa de mi realidad. Pero seguramente mi yo de siete años nunca hubiera imaginado que estaba tan equivocado al no creer, tenemos un bolígrafo en la mano y podemos crear nuestro cuento nosotros mismos. Mi nombre es Eva, y este es mi cuento de hadas...

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Capítulo 1.

Observo las gotas de lluvia deslizarse por el vidrio de la ventana y con mis dedos hago percusión con ellas, siguiendo cada movimiento de esa gota de agua.

Oigo sonar mi teléfono celular y aparece un nombre específico en la pantalla brillante, lo que me hace sonreír de lado y contestar la llamada.

—Dime viejo...—digo con una sonrisa en la cara ya sabiendo los regaños que voy a recibir.

—¡Mira el respeto, niña!— Escucho que el hombre me regaña y me río con voz ronca, debido a las horas sin decir nada.

—¡Está bien, lo siento!— escucho su risa corta.

—¿Ya vienes?—me pregunta y veo pasar el cartel de bienvenida de Forks como una figura.

—Estoy en Forks, en unos minutos me extrañaras.— le digo y la escucho suspirar.

—Ha pasado mucho tiempo, hija mía.—dice y respiro hondo en un intento de contener las lágrimas que ya estaban presentes.

—Lo siento por eso papá, yo solo...—Trato de buscar un argumento, pero no encuentro nada que lo justifique.

—¡Necesitabas algo de tiempo, te entiendo! Hay muchos recuerdos...—dice y me paso la mano por el pelo mientras recuerdo el pasado.

—Lástima que Jake no me entienda, como tú me entiendes.— digo y el otro lado de la línea se queda en silencio por un rato.

—Mi hija, tu hermano...—comienza, pero lo interrumpo.

—¿Él sabe que estoy en bifurcaciones? ¿Sabes que voy a volver a La Push?— pregunto y una vez más la escucho suspirar.

—No, no lo sabe.—dice y trato de controlar la angustia en mi pecho.

—Pero papá, ¿y si él...?—Trato de terminar mi discurso pero no me permite hacerlo.

—No importa lo que Jacob piense o quiera, al igual que él, ¡tú también eres mi hija! ¡No te voy a enviar solo para satisfacer los deseos de tu hermano!—dice y yo asiento, aunque él no lo ve.

—¡Hasta luego, viejo!— le digo y él suelta una carcajada.

—¡Te estaré esperando, princesa!— dice el mayor y finalmente apago mi celular.

Empiezo a pensar e imaginar cómo debe ser todo, cómo deben ser las personas que dejé atrás. Los recuerdos que saldrán a la superficie, los recuerdos felices y tristes...

—Próxima parada, La push.— Escucho la voz del conductor del bus y agarro mi bolso y maleta que estaban en el compartimiento del bus.

No tengo idea de cómo va a ser, los tipos de reacciones que van a presenciar con mi regreso, los chismes y chismes que va a causar.

Pero una cosa sé, volví con ganas de empezar de nuevo, en un intento de volver a intentar arreglar lo que estaba roto...

☆•☆•☆•☆•☆

Pago el taxi y saco mis maletas del auto, me dirijo hacia la casa de madera roja con unos toques de pintura blanca y respiro hondo mientras siento aflorar todos los sentimientos y recuerdos.

Agarro firmemente la correa de mi mochila y caminó hacia la puerta mientras arrastro la maleta con ruedas a mi lado, miro hacia la puerta una vez más y toco el timbre.

—Pasa— Escucho la voz de mi padre y sonrío de lado, hay cosas que en realidad nunca cambian.

La puerta pronto se abre y tengo la visión del hombre de cabello largo y negro como el mío con una expresión de sorpresa en su rostro al sentir mis lágrimas salir a la luz.

—¿Qué pasa, viejo? ¿Te lo perdiste?— pregunto y veo las lágrimas deslizarse por las mejillas del hombre sentado en la silla de ruedas.

—No sabes cuánto...—dice abriendo los brazos y me inclino hacia él, dándole un fuerte abrazo a mi padre.

—¡Dios mío, me vas a asfixiar así!— le digo y me suelta con una sonrisa en los labios.

—¿Comiste algo? ¿Tienes hambre?— me pregunta mientras me hace espacio para entrar al lugar.

—¡Sí, me muero de hambre!— digo sentándome en el sofá y quitándome la chaqueta de cuero.

—Hay comida en la nevera, o puedes ir a esa cafetería a la que solías ir...—ofrece y yo asiento positivamente.

—Mi hambre puede esperar, pero ¿entonces qué? ¿Cómo están los demás?— Preguntó volviéndose hacia él y se acerca.

Hablamos mucho tiempo, diría incluso horas, riendo y hablando de cosas que pasaban en mi vida y cosas que pasaban por aquí, que resultaron ser muy curiosas y raras.

—¿Qué significa eso?— Escucho una voz hacia la puerta y me giro lentamente.

—Jake...— dice mi padre simplemente sorprendido y sin poder creer el hecho de que mi hermano menor estaba frente a mí.

☆•☆•☆•☆•☆

—Hola hermanito...— digo simplemente mientras observo la cara de enojo de mi hermano, su cabello aún estaba largo, pero su rostro estaba más modificado desde la última vez que lo vi.

Jacob era alto, con músculos, y exudaba algo que me hizo temblar, una ola de ira, un aura poderosa... que no sabía cómo explicar o describir.

—¿Qué hace ella aquí?— pregunta y noto su cuerpo temblando, lo que tampoco pasó desapercibido para mi padre.

—Llegué a casa, ¿no lo ves?— digo con las cejas arqueadas y siento que mi padre toma mi mano.

—Eva, este no es un buen momento para peleas...—susurra mi padre, me habría detenido, pero lo que dijo mi hermano me hizo replantear mi actuación.

—¡Ella no se queda aquí!—murmura decidido y yo sonrío irónicamente.

—¿Quién crees que eres para decir eso? Si te preocupas por Jacob, el mismo papel que un hijo tienes, yo también lo tengo...— le digo y se me acerca peligrosamente, evitar encoger mi cuerpo y levantó la barbilla.

—¡Jacob, escúchame! Tienes que salir de la casa y alejarte de ella, ahora…—Escucho la voz de alguien que conozco pero no me molesté en comprobar quién era.

—¡No me iré hasta que ella se haya ido!—dice irritado y siento que alguien tira de mí, pero lo suelto de inmediato.

—¡No me voy de aquí!— digo y veo que el chico se aprieta la mandíbula.

—Evangeline, sal de aquí o yo...—me amenaza, pero con tanta ira que sentía no lo pensé mucho cuando lo empujé con fuerza hacia la puerta.

—¿QUÉ VAS A HACER? ¿PÉGAME? QUIERES GOLPEARME, ¿VERDAD?— Digo ciegamente de rabia, lo que provocó que no viera su próximo movimiento.

Solo podía sentir un gran ardor en mi mejilla y mi rostro se volteó hacia el lado izquierdo, donde tuve la visión de tres figuras que en ese momento no reconocí, a excepción de Sam Uley.

Sin embargo, uno de los tres llamó mi atención cuando miré fijamente sus ojos café oscuro, los cuales estaban actualmente fijos en mí, como si estuviera en trance.

—Jacob, ¿qué hiciste?— Me despierto cuando escucho la voz de mi padre, me tomó del brazo y volteé mi rostro hacia él para comprobarlo.

—Yo no, yo no...— Escucho a Jacob susurrar, paso mi dedo índice por mis labios y miró la sangre que ahora estaba en mis dedos.

Para mi sorpresa, el chico que antes me miraba fijamente se me acerca y pone su mano en mi cara, revisando la herida.

Simplemente me había encerrado en el lugar, nunca esperé que algún día alguien me hiciera esto, mucho menos que alguien fuera mi hermano al que protegía, jugaba y amaba incondicionalmente.

—¿Estás loco?— le pregunta el mismo chico a Jacob que había dejado de temblar.

Mi hermano permaneció en silencio mientras me miraba con una mezcla de confusión y arrepentimiento, sofoqué las lágrimas que brotaban de mis ojos y me acerqué a Jake.

—Nunca vuelvas a hacer eso, o lo juro Jacob, lo juro por todo lo más sagrado, no me importará si eres mi hermano o no… chaqueta y vestido.

— Hija, ¿adónde vas?— me pregunta mi padre cuando me dirijo hacia la puerta.

—Necesito aire, prometo no llegar tarde.— digo y salgo de casa, pero me detengo cuando escucho que mi padre me llama.

—¿Quieres que te acompañe?— Me giro hacia él, me trago las lágrimas una vez más y le sonrío levemente a mi padre.

—No hace falta, quiero estar sola un rato...— le digo y él pareció entender mi lado, pues ya no se quejó cuando atravesé la puerta.