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Capítulo 5

Alana.

PROPUESTA.

Noté como ese hombre que llevaba un traje militar se sentó en el sofá, mientras el príncipe caminaba de forma lenta, y con su mano, me ofrecía el asiento.

Me apresuré en seguir su indicación, sin poder evitar mirar mis tenis completamente sucios.

—Alana… —él se sentó delante de mí ofreciéndome su mano, mientras levanté la cabeza para detallar su belleza de cerca—. ¿Cómo estás?

Tomé su mano, pero en el instante en que hicieron contacto, incluso me olvidé de que Abud estaba presente.

—Estoy bien, señor… yo…

—¿Señor? —asentí con los ojos abiertos ante su pregunta, pero esa sonrisa, mientras negaba, solo me secaba la garganta—. Farid… Soy Farid…

Apreté mis dientes sin poder creerlo.

—Yo… creo que trataré… quiero decir, es el príncipe… —lo vi tomar el aliento, y luego se giró hacia Abud, que estaba completamente serio, como si no estuviera de acuerdo con este encuentro.

—Me conformaré con que se esfuerce… ahora bien, Alana… te mandé llamar porque… quiero llegar a un acuerdo contigo… el hecho es que… me gustaría que pudiéramos intercambiar intereses…

Parpadeé varias veces pensando que había escuchado mal.

¿Qué intereses podríamos intercambiar? ¿Qué podría querer un hombre como él de mí, que a la vez lo tenía todo?

—¿Intereses? —pregunté. No quería mirar a Abud tantas veces, pero era tan extraño pasar de la sonrisa y buena cara del príncipe, a su mirada de inconformidad, y sobre todo de preocupación.

—Sí… intereses… Yo puedo ayudar a su pueblo, y usted me ayudará a mí.

Mi piel se calentó de inmediato.

—Claro… pero, ¿en qué podría ayudarlo?

Farid alzó su dedo en indicación de que lo esperara un minuto, y vi como Abud le pasó un periódico perfectamente doblado.

El hombre delante de mí lo ojeó, y luego me pasó la página que quería que leyera.

«“Se busca esposa para el príncipe”

La corona real está solicitando candidatas para este puesto, aunque esto parezca una antigüedad. El príncipe Farid está pronto a ser coronado como rey, sucediendo el lugar de su padre Remuel, y como es de costumbre, la familia real ha pensado que tener una esposa a su lado, lo hará llevar un reino más seguro para todos nosotros. Las candidatas pueden presentarse ante el palacio, y allí se hará un trabajo arduo para elegir nada más y nada menos que a la próxima reina de Angkor, y la mujer que será la representación de todas ellas. Si usted está entre los 19 años de edad, hasta los 26, podrá presentarse en los próximos días a esta tan inimaginable experiencia».

No pude evitar jadear ante lo retrógrado.

—¿Es esto real? —pregunté agitada mientras el príncipe sonrió bajando la mirada.

—Si… totalmente… Mi querido padre es… particular… lo amo tanto…

Pasé la mirada de Abud hacia Farid, tratando de decir alguna cosa.

¿Cómo era posible esto? Sobre todo, en este tiempo actual.

—Usted… ¿Usted se opondrá a esto? —pregunté, aunque no fuera de mi incumbencia, de igual forma él me lo estaba mostrando.

—No… le llevaré la cuerda a mi padre en esto. De hecho, estoy feliz con esta noticia… —Abrí los ojos perpleja—. Déjeme explicarle… realmente necesito una esposa para llegar al trono, y esta forma… me hará conocer a muchas que desearan el puesto. Realmente me siento alagado. En un futuro no muy lejano… tal vez me case…

Noté como Abud lo miró como si lo desconociera, y de alguna forma, sentí que el príncipe estaba sobreactuando.

—Usted… ¿Quiere vengarse de su padre…? —lo solté de la nada, y en ese momento Farid dejó de sonreír.

—¿Cómo cree? Soy un fiel seguidor de las reglas… pero, necesito de su ayuda…

—Farid… —en ese momento Abud se puso de pie—. Es momento de que te detengas…

—Sal fuera Abud… espera que terminemos…

—Pero… —la sonrisa de Farid y todas las expresiones suaves, ya no estaban en su rostro cuando ordenó, y aunque no estaba mirándome a mí en el momento, me sentí extremadamente intimidada por su aura.

Vi como Abud no chistó en seguir su indicación, y la puerta se cerró a mis espaldas prontamente. Estaba muerta del miedo, no de uno malo, pero todo mi cuerpo temblaba.

—Sé qué tu objetivo es librar a tu país de este yugo… yo no quiero lo contrario… pero también necesito que hagas algo por mí. Te aseguro que después de esto, las cosas cambiarán…

—Lo escucho… —dije muy bajo, mientras él se acercó otro poco.

—Bien, Alana… es muy fácil… quiero que te presentes a esta solicitud en el palacio. Conserva tu nombre, pero te daré una identidad Angkariana… haré todo lo que esté a mi alcance para que siempre entres en las elegidas, y al final cuando ya tenga que elegir una de entre pocas… te elegiré a ti para que seas mi esposa.

Literalmente se me fue el aire. Todo mi cuerpo comenzó a temblar de pura anticipación.

—¿Qué? —Farid sonrió de medio lado.

—Espera… respira…

No podía seguir esa indicación, sentía que el corazón se me iba a salir por la boca, ¿Qué era todo esto?

—Señor… yo… esto es una locura… ¿Puede imaginar si descubren quien soy en realidad?

Farid asintió.

—Lo sabrán…

—¿Qué?

—Lo sabrán cuando seas tú a quien elija… sabrán en ese momento que eres una ciudadana Yomalí, y mi padre aprenderá a respetarme. Te aseguro que hará hasta lo imposible por detener mi elección, y echará atrás todo lo de la boda… me ofrecerá una disculpa pública, y después de esto, me dejará en paz para tomar mis decisiones en cuanto a mi mandato… después de esto no tendré su voz en mis hombros, y elegiré lo que quiera, cuando quiera. Todo esto, solo por no llevarla a usted al trono… para mi padre esto sería un verdadero desastre.

De un momento a otro, sentía como mi garganta dolió.

Había sido una estúpida pensando que quizás podía ser la esposa del príncipe, pero aquí él solo quería asustar a su padre con un ratón de alcantarilla para ahuyentar su propósito.

Era muy inteligente, pero de alguna forma me dolió.

Pasé un trago agachando mi cabeza, pensando si sería pertinente decirle quien era en realidad. Había una situación muy, muy importante que él ignoraba en su totalidad, y este era mi apellido, un apellido que haría que el príncipe retrocediera en su propósito, pero pensándolo bien, yo también podría beneficiarme de este acuerdo.

«No lo hagas, Alana», mi mente gritó todo el tiempo, estaba segura de que mi orgullo fue el que estiró la mano hacia él, porque, aunque él fuese el príncipe del reino más próspero, me había herido en mi punto más frágil…

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