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Un hijo con el Magnate

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Sinopsis

La tímida Rosmery 'Romy' Larson ha querido a Castro Sandemetrio desde siempre. Durante una noche inolvidable, llena de una pasión nunca imaginada, Romy cumple su sueño. Pero cuando un embarazo inesperado termina en tragedia y las cosas no salen como esperaba, la joven se da cuenta de que no hay futuro para ellos... Incapaz de resignarse, el arrogante Castro regresa a la vida de Romy, decidido a tener un hijo con ella. ¡A cualquier costo! Esa escandalosa petición reaviva en Romy el ardiente recuerdo de aquellos momentos de pasión, por lo que acepta la propuesta del magnate, confiada en poder mantener bajo control la atracción que siente por ese apuesto y fascinante hombre. Su acercamiento solo será una prueba irrefutable de cuánto su cuerpo y su corazón todavía pertenecen a Castro.

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Capítulo 1

- No te des vuelta ahora mismo... pero el objeto de tus sueños más intensos y sensuales y de mis peores pesadillas acaba de entrar aquí... -

Como era de esperar, poco después de esa divertida advertencia la cabeza de Romy Larson se giró hacia la entrada del pub Bells & Roses . Desde su mesa en la esquina, observó la mirada decidida del recién llegado escaneando el lugar, hasta detenerse en ellos.

Como siempre sucedía, la visión de ese hombre provocó una mezcla de emociones en ella, enviando escalofríos fríos y calientes por su columna. Romy se sonrojó mucho al ver al magnífico Castro Sandemetrio.

- Joder, flaquita ... ¿No puedo entender por qué sigo haciendo tanto escándalo contigo? -

La joven se volvió hacia Jordi Sandemetrio, su mejor amigo y el hombre que creía directamente responsable de su estado de agitación.

- Exacto, Jordi… ¿por qué te esfuerzas tanto conmigo? ¡No tenías que decirme que estaba aquí! -

Él apretó sus manos con fuerza entre las suyas mientras sus ojos color avellana la miraban bastante divertidos.

- Lo hice porque estaba tratando de ahorrarme el triste espectáculo de verte saltar y temblar como un ratón atrapado cuando Castro apareció detrás de ti. ¿Necesito recordarles que la última vez que se conocieron, vi literalmente sus pulmones negarse a recibir oxígeno y su corazón latir como un tambor africano? Dios mío, pensé que ibas a morir de un infarto. -

Cuando mencionó ese absurdo episodio, Romy sintió que sus mejillas ardían de vergüenza.

- ¿ Pero por qué todavía te tolero? ¡Tú, Jordi, eres un ser humano terrible, horrible! ¡Y te odio a muerte! -

Él se echó a reír y mientras ella intentaba zafarse, él le agarró las manos con más fuerza.

- Tú, Preciosa , me aguantas porque todas las fuerzas del universo querían que naciéramos el mismo día, casi a la misma hora y a pesar de que la primera vez que nos conocimos en la universidad, literalmente caíste sobre mí, Sigo siendo hoy lo mejor que te ha pasado desde... Déjame pensar... Ah, sí... ¡Siempre! - Respondió Jordi secamente y besó ligeramente su mano.

- Y como buen amigo, siempre me lo tendrás en contra, ¿verdad? ¿Como en la primera clase de administración y marketing, cuando me salvaste de la reprimenda del profesor Wynton porque aún no había completado el plan de estudios? -

- No olvides todas las otras veces que te salvé la cara bonita, flaquita … ¡Me debes mucho, Romy! Por eso creo que la mejor manera de agradecérmelo sería viniendo a trabajar a mi negocio familiar. -

- ¿ Sentir tu aliento en mi cuello todos los días? Gracias, cariño, ¡pero eso nunca jamás sucederá! Me gusta trabajar en Designs porque quiero diseñar muebles para hogares reales, no para hoteles de cinco estrellas. -

Jordi la miró y se encogió de hombros.

- Seis estrellas... ¡¿pero quién las cuenta?! Sin embargo, flaquita , sé que algún día cambiarás de opinión y vendrás a mí. Y te esperaré. -

- Capsicum... ¿Lo leíste en tu bola de cristal, mago Sandemetrio? -

- Bueno... No necesito una pelota... Así como no necesito una pelota para decirte que estoy absolutamente seguro de que te llevarías mucho mejor con Castro si tan solo pudieras mantener ese terrible enamoramiento. lo tienes a raya.¡él! -

- Para tu información, querido Jordi, ¡no estoy enamorado de tu hermano! —siseó ella , mirando preocupada por encima de su hombro.

El amigo suspiró dramáticamente y puso los ojos en blanco.

- Claro... Pensé que de ahora en adelante ya no te llamaré ratoncito, sino avestruz... Y también te regalaré una caja enorme llena de arena... -

- Fallaste, Sandemetrio, y cambiaré tu apodo de mejor amigo a burro emérito. -

- Si supieras lo mucho que me importa... - añadió encogiéndose de hombros. - Me pusieron peores nombres que este. -

Romy notó la mirada de Jordi fija en algo por encima de su hombro y luego de nuevo en ella. Jordi la miraba con su habitual mirada resuelta que la hizo enfurecer.

- ¡ Cualquier idea loca que te esté pasando por la cabeza en este momento, cancelala inmediatamente, Sandemetrio! - susurró.

Él la miró, sonriendo con picardía mientras entrelazaba sus dedos con fuerza con los de ella.

- No te preocupes ratoncito, tu buen Jordi sabe lo que tiene que hacer... Créeme, flaquita . -

Intentó pensar en una respuesta brillante e inteligente para poner a su amigo en su lugar de una vez por todas, pero sabía que perdería desde el principio. Además de la inútil capacidad de encontrar la respuesta perfecta con horas o incluso días de retraso, también tenía una terrible timidez que escogía precisamente momentos como estos para aflorar y hacerla sentir incómoda.

La otra razón por la que no podía pensar con claridad era el hombre apuesto que había entrado al pub dos minutos antes. Podía oír sus pasos acercándose a su mesa, abriéndose paso sin esfuerzo entre la multitud del viernes por la noche, como si fuera Moisés en el Mar Rojo.

No necesitaba observar la habitación para saber que la gente se hacía a un lado a su paso, obedeciendo la simple mirada autoritaria de esos hermosos pero amenazadores ojos verdes.

Romy casi sintió que podía oler su aroma especiado, como un macho alfa fuerte y orgulloso que lo precedía dondequiera que entraba. En el pasado, eso por sí solo habría sido suficiente para nublar sus sentidos y confundirla y tartamudear frente a él.

Hoy no... Porque hoy tenía veinticinco años y ya había pasado la fase de enamoramiento adolescente. Por tanto, tuvo que comportarse en consecuencia, imitando un poco la sofisticación que Jordi y Castro hacían gala con tan sencilla espontaneidad.

Tuvo que levantar la cabeza. Debía poder observar con desapego a aquel hombre alto y esbelto, que destilaba masculinidad, fuerza y autoridad, y que estaba a punto de llegar a su mesa. Tuvo que dejar de admirar aturdida su mandíbula fuerte y cuadrada y la perfección de sus rasgos esculpidos. Tenía que mirarlo a los ojos...

-Feliz cumpleaños, mi hermanito . -

Dios, nunca lo lograría. Sintió un escalofrío por su columna y volvió a bajar la cabeza, tragando ante el sonido de esa voz profunda y ronca mientras pronunciaba esas palabras en español cubano.

- ¡ Gracias , Ray! Esperaba que me felicitaras tarde, ya que el día casi termina " , respondió Jordi, con una ligera tensión coloreando su tono sardónico.

Castro se metió las manos grandes y fuertes en los bolsillos.

- Vamos, Jor, aún no son las once... Como te prometí, tuve tiempo de llegar hasta aquí, - respondió aún más molesto.

Romy notó por el rabillo del ojo la mirada de Castro fija en sus manos entrelazadas, antes de regresar hacia su hermano. Un momento después, Jordi hizo una mueca y la soltó. Él se encogió de hombros.

- En ese caso, toma asiento. Voy a buscar el champán que le pedí al camarero que mantuviera en hielo. -

Luego se levantó y, a pesar de la ligera tensión entre ellos, los dos hermanos se abrazaron apresuradamente. Castro le susurró algo inaudible al oído. Jordi asintió y murmuró algo, visiblemente más relajado.

Frente a frente, su increíble parecido físico era evidente, salvo por el diferente color de sus ojos. Jordi era un poco más bajo y tenía el pelo castaño chocolate, mientras que el de su hermano era negro.

Sin embargo, mientras la apariencia de Jordi atraía meras miradas interesadas, la de Castro aprisionaba e hipnotizaba por completo a cualquier ser humano que cometiera el error de mirarlo a los ojos.

Esa fue también la razón por la que, después de que Jordi se alejara de la mesa, Romy no pudo levantar la vista, a pesar de todos sus esfuerzos. Agarró con fuerza su vaso de spritz en sus manos, tratando de evitar que le temblaran los dedos. Sin embargo, intentar asegurarse de que Castro era sólo un ser humano no pareció tener ningún efecto.

Su respiración se volvió dificultosa cuando él, contrariamente a todas las expectativas, tomó su lugar junto a ella. Pasó un larguísimo minuto, durante el cual la intensidad de su mirada la hizo sonrojarse por haberse convertido en objeto de aquel cuidadoso escrutinio.

- Feliz cumpleaños, Romy. -

A diferencia de los deseos de feliz cumpleaños enviados a su hermano, esas palabras tenían algo diferente... Sonaban más cálidas y misteriosas... Más oscuras y peligrosas... ¿O era solo su estúpida y ferviente imaginación?

Sintió un fuerte escalofrío recorrer todo su cuerpo, desde la cabeza hasta los pies. Logró liberar una mano del vaso para quitarse un mechón de cabello de la cara y luego regresarlo firmemente a su bebida.

" Gracias " , murmuró sin mirarlo.

- Si no me equivoco, la educación dicta que cuando una persona habla hay que mirarla a los ojos, al menos una vez, - comentó Castro. - ¿ O ese chorrito tuyo es más interesante que yo? -

- Sí... Um... Quiero decir... sí, es educado... Sí, mi spritz no... -

- Romy. -

Había pronunciado su nombre como una orden y, absurdamente, Romy no tuvo reparos en obedecerlo, girando la cabeza y encontrándose así con los intensos ojos verdes que la observaban atenta, escrupulosa.

Había conocido a Castro Sandemetrio muchas veces en los últimos tres años y desde que Jordi lo presentó durante la fiesta de graduación en la universidad, siempre había estado en silencio.

Increíblemente, de hecho, el hermano de su mejor amigo se volvió cada vez más cautivador y la fuerza de su magnetismo se intensificaba cada vez que lo conocía. Sus emociones se volvieron cada vez más traicioneras e intensas, y cada advertencia interna que había sentido como un esfuerzo inútil en presencia de Castro.

El hombre sentado a su lado se estaba convirtiendo en un problema. Sin embargo, no tenía ganas de afrontarlo en su cumpleaños. No quería arruinar ese encuentro entre hermanos o entre ella y él.

Además, incluso si hubiera estado al nivel de Castro Sandemetrio, él todavía representaba un objetivo inalcanzable, dado su compromiso público con Tamara Volkova, una top model rusa increíblemente hermosa, perfecta en todos los sentidos para un hombre como él.

Habiendo encontrado su mirada, Romy ya no pudo bajarla, ni pensar en otra cosa que no fuera el hecho de que era completamente irresistible. Se sentía completamente atraída por él, por su piel aceitunada, por el cuello que asomaba desde los dos botones superiores desabrochados de su camisa azul marino, por los dedos afilados que estaban peligrosamente demasiado cerca de ella.

- Ah... ¡Aquí estás, por fin! - Murmuró Castro luciendo satisfecho, lo que hizo que su cuerpo se pusiera firme. - Estoy feliz de no tener que pasar el resto de la noche hablando a tu lado. -

- ¿ En serio? - soltó ella, luego hizo una mueca.

¡En serio, Romy, cálmate!.