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2. Puedo hacer lo que quiera por eso soy el alfa.

Stéfano Da Rossa, se encontraba reacio a asistir a esa fiesta que su socio Lucio Simeone lo había invitado, sin embargo, lo estaba haciendo a causa de las palabras de Aurora y los motivos para asistir a dicha fiesta.

—Debes ir, que nuestro alfa tenga muy buenas relaciones con los humanos, es importante no solo para ti, sino para toda la manada.

—Puedo hacer lo que quiera, por eso soy el alfa.

—Como alfa puedes hacer lo que quieras, siempre y cuanto no afecte a la manada, a no ser que quieras convertirte en tu padre — le recordó Aurora, su beta favorita y la de mayor rango en la jerarquía de la manada.

Stéfano era el nuevo alfa de la manada de Italia, después de una gran pelea por el poder contra su padre era su deber ver por todos ellos.

Todos en la manada le agradecían, ya que Horacio Da Rossa, no era ni la mitad del alfa que lo era su hijo Stéfano. Durante su mandato, la manada de los Da Rossa, había sufrido no solo por la crueldad de su alfa, también por ser temidos y cazados por los humanos.

Lo que no ocurría ahora, ya que Stefáno, pese a odiar relacionarse con esos seres, había creado una fuerte alianza de negocios y se había hecho de un nombre en el mundo humano.

Era a la vista de los humanos un respetable empresario dueño de varias compañías de renombre mundial. Nadie sabía de donde había salido, pero eso no importaba mientras activara la economía del país y siguiera siendo socio de las familias más antiguas y de renombre de Italia.

Por lo cual, que asistiera a la fiesta de compromiso del único heredero de los Simeone, sería bien visto. No solo por los Simeone sino por toda la clase privilegiada del país.

—Está bien, iré, pero no me pidas que esté de buen humor durante la maldita fiesta.

Aurora sonrió al escucharlo, terminando de acomodarle la pajarita de su esmoquin, dándole un par de golpecitos en el pecho alisándole la solapa.

—Puedes estar del humor que desees, eres el CEO Da Rossa, el hombre más misterioso y excéntrico de toda Italia.

Stéfano no dijo nada, simplemente le ofreció su brazo y se dirigió junto a ella hasta la casa de los Simeone, Fue llegar a los límites de la mansión que el olor de un alfa lo hizo ponerse rígido.

—¿Qué ocurre?— le preguntó Aurora al notar la tensión en el cuerpo de su alfa de pronto.

—No es nada, es solo que hay otro alfa cerca, es un errante, así que hay que tener cuidado con él.

La joven beta sonrió sacando su celular, no podía dejar pasar esa clase de información y alertar a los demás betas de la manada.

—Listo, ahora que les he informado no podrás tener pretexto para entrar.

Lysander suspiró, no podía alargar más la llegada a la fiesta o pronto Lucio mandaría a alguien a buscarlo, o peor aún, iría él mismo con su inaguantable discurso sobre la responsabilidad que tenía como representante de los Simeone, ni que él hubiera elegido nacer en esa maldita familia, él sería feliz llevando la vida que llevaba su jardinero y guardián del coto de caza perteneciente a la mansión, sin duda sería feliz sin rendirle cuentas a nadie, siendo el hombre solitario que realmente le gustaría ser y no teniendo que tomar partida en los negocios de su padre como llevaba haciendo desde que cumplió 20 años.

Al menos cuando llegó al salón de fiestas, una despampanante y manejable rubia se lanzó a sus brazos para suavizar el mal rato.

Lysander no dudó en tomarla entre sus brazos y dejar un discreto beso en sus labios, lo más que le permitía el protocolo, aunque no era más de lo que ninguno de los dos deseara, ya que su relación era realmente amistosa.

— Te extrañé mucho Lysander.

— Y yo a ti, Alessia— aseguró el joven dejando otro beso en su frente antes de soltarla — eres lo que hará un poco más soportable esta fiesta.

De repente un intenso escalofrío recorrió a Lysander, uno que empezó en su nuca y se dispersó por todo su cuerpo, haciendo que sintiera algo extraño a su espalda, jamás había tenido una sensación como esa, pero no pudo evitar girarse a comprobar qué sucedía.

De repente, sus ojos verdes se enfrentaron a unos penetrantes ojos azules.

— Es guapo, pero disimula— le dijo Alessia en el oído dándole un codazo.

Lysander jamás se había sentido atraído por una mujer, era cierto que admiraba la belleza femenina y que había salido con algunas chicas, más por aparentar que otra cosa.

Pero desde una muy temprana edad supo que era Gay y Alessia siempre había sido su cómplice para todos sus encuentros y salidas con algunos chicos.

— Vamos a tomar una copa en lo que esto se llena— dijo Lysander tomando la mano de su prometida y caminando hasta una de las mesas de bebida sin terminar de quitarse esa sensación ni ser capaz de observar a ese hombre con curiosidad, había algo en él que lo hacía sentirse extraño de un modo que no lograba explicar.

Stéfano gruño por lo bajo entrando a la dichosa recepción de fiesta de compromiso de los Simeone. La fiesta era igual de ostentosa que todas las fiestas de los humanos influyentes, pero había algo más que hacía que en esta ocasión en particular le resultará incómoda y molesta.

Era un secreto que guardaba solo para él y era porque le resultaba imposible aceptar y reconocer su incomodidad.

El hijo de Lucio, su socio. El joven tenía algo que hacía que Stefáno se pusiera, no solo de mal humor, sino también ansioso, no a causa de los nervios, sino de manera sexual. Un alfa como él, atraído por un humano. No era algo que aceptaría fácilmente.

— Realmente no entiendo como los humanos pueden entregar su cuerpo a una sola pareja— mencionó Aurora sacando a Stéfano de sus pensamientos sobre el joven Simeone.

—Son seres inferiores que podrían saber ellos— fue la única respuesta de su alfa a su beta.

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