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Capitulo 2. Mirada fugaz

—¡Adriel!

El rubio levanta la mirada de la pila de permisos que tenía que revisar para esa mañana. Sus ojos verdes enfocan a su mano derecha quien ingreso en su oficina.

—¿Qué pasa, Cecilia? Estoy muy ocupado está mañana, la verdad es que no dispongo de mucho tiempo que digamos.

—Ya lo sé, pero he venido porque surgió un problema con la construcción por la que tanto hemos estado peleando —El corazón de Adriel se estremeció ante aquella noticia.

—¿Qué es lo que ha pasado?

—Lo mismo de siempre, esos tipos han jodido la maquinaria para que la construcción se demore.

—¡Maldita sea! —Musita poniéndose en pie —. Tendré que resolver este problema yo mismo.

Todo el tiempo se presentaba un problema diferente con la construcción en la que él estaba involucrado, de hecho, era el promotor de toda la obra. Adriel Montero era un ex político, que luego de terminar su servicio para el gobierno, continúo trabajando por el bien de la ciudad.

Como contaba con la colaboración de muchas personas influyentes que confiaban en él, Adriel se dedicó a planificar la construcción edificios para personas que no contaban con una vivienda decente. El costo del mismo sería realmente bajo, de modo que cualquiera podría adquirir una casa digna. Y como el dueño de los edificios iba a ser él mismo, no pensaba cobrar cantidades exorbitantes a los habitantes.

Y como muchos pensaban que él dinero recaudado sería destinado para sus lujos, Adriel mantenía muchos problemas con ciertas personas que le estaban haciendo difícil la construcción. La verdad es que se había ganado a muchos enemigos desde que comenzó con los proyectos de los edificios.

O mejor dicho, desde que le fue cedido esos terrenos…

Sin embargo, nada de eso lo detenía a seguir con sus planes, darle hogares a familias con problemas era su misión. Pero al parecer el terreno que había elegido, no era el indicado, puesto que muchos no estaban de acuerdo con sus intenciones de ofrecer apartamentos a bajo costo.

[…]

Al bajarse del coche, Adriel ajusta su traje y observa a lo lejos el revoltijo de personas que se encontraban alrededor de las que eran sus maquinarias. El CEO se encamina hasta el lugar del alboroto, haciendo a un lado a las personas que lo miraban con recelo.

En cuanto logro llegar al centro del abarrotado lugar, se fijó que sus empleados se encontraban acorralados contra las maquinarias. Adriel frunce el ceño y consigue llegar al centro.

—Señor Montero —Le dice uno de los empleados al verlo llegar —. Tenemos un problema serio.

—¿Qué es lo que está pasando aquí?

—Las maquinas no quieren encender, alguien ha fastidiado el día, señor.

—Maldita sea, ¿no tienen solución?

—Mandamos a llamar al mecánico, estará aquí en unos minutos.

—¿Qué pasa con toda esta gente?

—Ellos viven en los alrededores, se están quejando por los ruidos de anoche, señor. Pero ya le hemos explicado que anoche nosotros no trabajamos.

—Eso explica la hora en que jodieron están maquinas.

El empleado asiente… Adriel aprieta la mandíbula con fuerza, se da la vuelta y mira a las personas a su alrededor. Cuando no era un problema, era otro.

—Señores, por favor, les pido que desalojen los terrenos, esto es propiedad privada.

—Ya no queremos que hagan más escándalos por la noche —Le gritan los habitantes.

—Por favor, bien saben que por la noche mis empleados no trabajan. Esto es obra de personas que no quieren que esta construcción se lleve a cabo, por favor, necesito de su colaboración para levar ante las autoridades a estos saboteadores.

Todos guardaron silencio, algunos se miran a la cara y otros bajaban la mirada. Era obvio que eran prudentes con lo que decían, no les convenía ganarse a nadie de enemigos y mucho menos llevar problemas a sus hogares.

—Usted viene aquí con su traje todo elegante a querer construir edificios para la gente, pero no sabe los problemas que eso causa a muchos. Usted es un ex político, solo un riquillo que quiere llenarse los bolsillos una vez más, o quizás busca ganarse votos nuevos para postularse.

Era indignante que algunas personas pensaran eso, lo que menos deseaba Adriel era postularse nuevamente, su único objetivo era ayudar a las personas de bajos recursos. Pero muchos escépticos le hacían el camino difícil.

—El que haya sido un político anteriormente no tiene nada que ver con lo que estoy haciendo, yo no estoy en la política, simplemente soy un empresario con recursos para apoyar a las personas que lo necesitan.

—Lo hace ver muy fácil, señor Montero.

—Les pido de su colaboración, por favor, dejen a mis hombres trabajar.

—No queremos seguir escuchando escándalos por las noches.

—Eso no volverá a suceder, se los prometo.

La aglomeración de personas comenzó a disiparse, Adriel observo detenidamente a los habitantes alejarse y creyó que al menos había solventado el problema. Ahora le quedaba el asunto de la maquinaria pesada, sus planes se retrasaban cada día, puesto que tenía que estar ordenando a reparar las maquinas a cada momento.

—Señor Montero—El CEO miró al capataz de la obra —. A dos de las excavadoras le han jodido los motores, será imposible repararla en este lugar.

—Mierda, como fastidian estos tipos —Masculla molesto —. Sáquenlas de aquí, y consigue otras, pero quiero que esas las reparen lo antes posible y las traigan de regreso ¿entendiste?

—Sí, señor.

Hecho una furia, Adriel miró la construcción que aún seguía a medias. A esas alturas, ya debería estar culminando la obra; negando, el CEO da la vuelta para regresar al coche. El rubio abre la puerta del coche, y antes de entrar en el mismo, alza la vista.

En ese momento, sus ojos verdes enfocan a una mujer con una larga cabellera alisada, la cual cruzaba la calle de esa cuadra donde estaba la construcción de su edificio. La pelinegra ajustaba su abrigo mientras que cruzaba la calle, a pesar de estar un poco lejos, Adriel pudo detallarla perfectamente. Frunce el ceño, justo cuando ella mira hacia atrás, y al hacerlo era como si lo estuviera observando.

Era como si sospechara que la estuvieran observando, y la verdad es que no estaba equivocada.

Él se quedó mirándola un momento más, manteniéndole la mirada, hasta que ella regreso la vista al frente y apresuro el paso. Adriel la vio alejarse rápidamente, luego ingreso al coche, pero todavía podía verla a través del cristal de la ventana. Luego encendió el automóvil y se marchó.

[…]

—Me ha llegado la factura de los gastos de la reparación de las maquinarias dañadas, y déjame decirte que estás perdiendo mucho dinero, Adriel —Cecilia le informa a su jefe, una vez que el mismo llego a la oficina.

—Eso ya lo sé, pero no puedo hacer nada más. No pienso perder esas máquinas por el capricho de unos idiotas.

—Con estas van seis máquinas que se reparan, para cuando el primer edificio esté listo, estarás arruinado.

—Se compensara con las compras de los apartamentos —Contesta restándole importancia.

—Me has contratado para cuidar de tus intereses, y me sales con eso. Sabes bien que casi que regalaras ese edificio, no obtendrás nada de él.

—No me voy a descapitalizar por reparar algunas máquinas, vamos Cecilia.

—Esos tipos continuaran saboteando la obra, y seguirás perdiendo dinero —Insiste.

—¿Qué me estas queriendo decir? —Adriel levanta la vista del ordenador.

La rubia lo miró seriamente, él conocía muy bien cuáles eran sus límites con respecto al dinero, y si autorizaba ciertas cosas con respecto a la obra era porque podía darse el lujo de hacerlo. Era millonario, mucho antes de convertirse en político poseía una gran fortuna. Y el que la utilizara para ayudar a los que no tenían nada, no lo veía mal.

Cuando era un político, ayudo a muchas personas, aun cuando se ganó muchos problemas. Sin embargo, eso no lo detuvo para continuar con sus planes.

—Pienso que estás ofreciendo mucho, y no vas a recibir nada a cambio. Estas personas no te agradecerán por nada de lo que estás haciendo, más bien te están dando problemas. Deberías pensar mejor las cosas, y tratar de no invertir tanto en este proyecto. Sé que quieres ayudar a muchas personas, pero pienso que…

—Entiendo lo que me tratas de decir, Cecilia, pero no pienso desistir —Contesta seriamente.

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