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Capítulo II - Incertidumbre

El maestro de Abigaíl, la llevó a varios lugares de Finare poco concurridos y en espacios abiertos como praderas, para que nadie salga revolcado por Abigaíl en caso de hacer prácticas más complicadas. Eran entrenamientos para llevarla al límite de sí misma hasta donde pueda conocer bien su potencial, también hubo rato de relax para descansar o repensar lo que no hizo bien; la curiosidad de la Torrender de querer hacer más o experimentar algo asombroso, entre pequeños desvelos lo imaginaba e incluso en sus sueños entrenaba, a veces no descanso por completo.

En septiembre del año 2220.

La Abigaíl de veintiún años de un metro setenta y uno, acompañada de su maestro Sebastián de cincuenta y dos años con algo de canas, se van a entrenar a Las Montañas Heladas de Nanún con Solicitud de permiso. Fue aprobado por la mismísima presidenta de Nanún, Andrea Khond quien tuvo interés en conocer a Abigaíl.

Continuando con la reunión privaba, en la actualidad…

—La joven Torrender ha estado entrenando en Las Montañas Heladas de Nanún, junto a su Maestro casi un año —comentó Andrea Khond.

—¿Quién es ella? —pregunta Azumi Sazekic con asombro. Su primo se sorprende "¡Casi un año en ese congelador! ¿Qué intentan hacer?", pensó.

—Ella es Abigaíl Arihn, la Torrender más talentosa que yo haya visto en persona —explicó Andrea Khond sonriendo.

—Entonces el primo, Abigaíl Arihn, el maestro y el Héroe Perdido, son nuestra única esperanza —dijo Matías Sarit.

—Cuanto podamos contar con la ayuda de Dracír —comenta Enzo Roll—. Podemos estar seguros de que rescataremos al resto de Los Torrenders.

—Está bien, está bien, ¿Pero cuánto tiempo tenemos? —pregunta Mateo Reyes con algo de prisa y tono nervioso—. ¿Cuánto estima en que regresarán a por nosotros Los Roc Darks?

—Me temo que, en meses o semanas. Y actúen esas rocas parlantes... —dijo Hernán Soles en tono serio—. La posible caída de los cinco Reinos restantes.

Cada uno en la sala de conferencias al escuchar esas palabras imaginó el fin a esa escala. Ya cayeron dos reinos con facilidad, cinco reinos más no sería problema para Los Roc Darks.

—¡Yo me voy! —exclamó Ciro dando media vuelta hacia la puerta—. No pienso ir a Nanún, para luego ir a Zasorial.

—Espera… —dijo Azumi Sazekic levantándose del asiento. Pero el Torrender se marchó, cerrando la puerta detrás de sí.

—Déjalo que se marche, es mejor buscar por separado —explica Hernán Soles.

—Que le vaya bien… —susurra Azumi Sazekic preocupada, se sienta de nuevo.

—¿Damos por terminada la reunión? —preguntó Andrea Khond.

—Sí, pero recomiendo que sean discretos —menciona Enzo Roll—. Finare cayó en condiciones extrañas y podría cundir el pánico.

—¡¿Extrañas condiciones?! —pregunta Matías Sarit intrigado.

—¿Algo más extraño que un Roc Dark o qué? —preguntó Axel Persah confuso.

—En Saiso hubo conflicto y sobrevivientes... —explicó Mateo Reyes—. En Finare secuestrados, solo así, sin pelear.

Casi a todos les tomó por sorpresa lo que dijo.

—¡Imposible! —exclamó Alex Persah, se sintió abrumado. Se creó una tensión en la Sala de conferencias.

—Es lo único que podemos deducir de nuestros satélites —dijo Enzo Roll—. Según el registro de los sensores de calor—. Titubea—. Pues…

—Los habitantes de Torren fueron los primeros secuestrados —menciona Andrea Khond—. Y el resto de Finare, bueno... No quedó nadie—. Un hilo de nerviosismo le atravesó el cuerpo.

—Esto es... —dijo Axel Persah sin encontrar las palabras.

—¡Es triste!... —expresó Azumi Sazekic afligida. Tiene buenos recuerdos de su hogar de nacimiento.

—¡Oigan, oigan!... Aún tenemos un plan, por más difícil que parezca —dice Andrea Khond esperanzada. Intenta no sentirse indefensa y creer en una pequeña salida.

—¡¿Un plan de cuatro Torrenders?! —preguntó Axel Persah incrédulo.

—Por eso la discreción de esta reunión, Los Roc Darks no deben saber lo que planeamos —responde Enzo Roll.

—El factor sorpresa determina la infiltración exitosa al territorio de Los Roc Dark —menciona Hernán Soles.

—Exacto, y será mejor que nos vayamos a descansar… —dijo Enzo Roll con voz firme—. La reunión terminó, y teniente supervisa los preparativos del Plan.

—¡Sí señor! —responde Hernán Soles.

—¡Pasen un feliz día!, presidentes —exclamó Enzo Roll concluyente.

Todos los presentes se levantaron de sus asientos con pocas esperanzas, pendiendo de un hilo, aferrados a la única idea que el Héroe Perdido y compañía los salve a todos.

Mientras tanto en Las Montañas Heladas de Nanún.

Una ligera tormenta de nieve asecha en estos momentos. Sin comunicación con el resto del mundo.

Los Torrenders con cierta resistencia al clima, no necesitan de mucho abrigo. Abigaíl viste de franela, un mono y zapatos deportivos, todo el conjunto es de color blanco. Su maestro lleva el mismo conjunto que ella, con algunas diferencias como líneas marrones largas y cortas, con marcas desde los zapatos deportivos hasta el mono y la franela, tiene líneas artísticas de color marrón claro, aparte lleva puesto una capa con capucha marrón.

Cada país se representa por color en las capas con capucha, es como un pasaporte cuando viajas al extranjero indicando de dónde provienes, y también existen tipo térmicas. En caso de Finare se representa por el color marrón.

Abigaíl y su maestro viven en lo más alto de la montaña, a nueve mil metros de altura, cerca de otra cima, hay un precipicio interno oscuro y un precipicio externo como para bajar esquiando a nivel extremo.

Para vivir en la montaña helada, Sebastián creó con su poder del elemento Tierra una superficie plana con forma de disco grueso hecha de roca, adherido en el lado interno de la montaña.

El gran disco de roca cuenta con el espacio suficiente para construir una Casita de roca y emplear intensos entrenamientos. A la orilla de la superficie hay doce rocas alargadas de dos metros de alto, colocadas alrededor para indicar el límite y no caer al precipicio. La poca visibilidad es un problema en una tormenta de nieve.

En uno de los entrenamientos diarios de Abigaíl está parada de manos, sobre una roca alargada y plana que resalta en la superficie nevada, cerca del precipicio. Intenta mantener el equilibrio entre las frías ráfagas de viento.

Su maestro sale de la Casita cruzando el marco sin puerta y la capa marrón ondea por la brisa. Mira con curiosidad a Abigaíl.

—¿Qué haces Abigaíl? —pregunta Sebastián.

—Intento mantener el equilibrio con mi elemento Aire —responde y respira otra bocanada de aire—. Para no caer por las ráfagas.

—Ya lo sospechaba —afirma colocando una mano a la barbilla—. Lo que no sé, ¿por qué tu mundo está de cabeza? —. Pregunta con sarcasmo.

—Pensé que sería mejor, de controlar mi elemento —respira otra bocanada de aire y sigue respondiendo—. Por las impredecibles ráfagas.

—Está bien —responde—. Supongo que ya dominas El Súperviento Arrollador del Dolor.

—No, aún no —contesta mientras se pone de pie y le mira—. Practiqué temprano, pero aún siento que le falta más poder—. Observando sus manos, suspira—. Y pueda ser digna del nombre de mi técnica.

—Ummmm eso lo quisiera ver algún día, también sugiero que le cambies el nombre a esa técnica tuya —comenta.

—¡¿Por qué?! —responde a prisa.

—Es como sí sintiera dolor cada vez que lo menciono —sonrió divertido.

—Maestro no se burle, a mí me gusta el nombre.

—Está bien ponle como quieras, el nombre solo facilita recordar las técnicas mientras aprendes el control —comenta fijándose en el reloj que trae en la muñeca—. Y ya es hora de comer… Haré el almuerzo, te daré chance para que entrenes más.

Sebastián da vuelta hacia la Casita. Esta pequeña vivienda es alargada con dos camas a un lado, alejado de la entrada: son losas de roca, en algunas partes hundidas para que el cuerpo se acople, las rocas más cómodas que pueda haber.

Hay una trampilla en medio de la Casita que da acceso a las provisiones como la comida, el agua y la ropa. Y cerca de la entrada está la cocina de combustible y solar. El tipo solar es difícil de recargar durante largas tormentas.

Seis horas más tarde, la tormenta de nieve cesó.

Abigaíl sentada en la misma roca alargada de entrenamiento, está cruzada de piernas con los ojos cerrados, mantiene una concentración interior ininterrumpida. Sin embargo, a lo lejos se escucha un helicóptero sacándola de trance, abre los ojos viendo un helicóptero de color negro en dirección a ellos. "¿Nos trajeron provisiones tan pronto?".

Su maestro qué en este momento tomaba una siesta, oyó el helicóptero también. El sonido de las hélices se hace más fuerte, a decir verdad, Sebastián no tenía mucho que hacer; lleva cuatro años enseñando a Abigaíl, entre lo poco que le falta es dominar su mejor técnica.

Cuando el sonido de las hélices se escucha cerca, Sebastián se levanta de la casi cómoda cama y sale de la Casita. El helicóptero con vidrio ahumado se posiciona para descender sobre la pista de aterrizaje estilo roca, una pista hecha por el mismo.

—¡Tenemos visitantes! —exclama Sebastián—. Es hora de destapar los escalones—. Levanta el brazo derecho con la mano extendida, apuntando hacia la pendiente. Están hechas de rocas aplanadas que en estos momentos están cubiertas de nieve, la pista de aterrizaje queda más abajo de la Casita.

—Maestro, yo lo hago —Interrumpe Abigaíl poniéndose de pie—. Veinte escalones no son nada para mí.

—Ok, hazlo tú.

Abigaíl de un paso, bajó de la roca de entrenamiento y camina más a la orilla del precipicio. Enfoca la mirada pretendiendo adivinar los escalones en la pendiente, con las manos abiertas

apunta en dirección: en las palmas se forma rápido unas pelotas concentradas de Aire, disparándolas de cada mano crea más esferas al instante.

Las pelotas chocan contra la pendiente, las ondas expansivas salpican la nieve hacia los lados descubriendo los escalones.

El helicóptero en descenso a la pista, los tripulantes observan el espectáculo.

—¡Listo! —dice Abigaíl contenta.

—Así que fueron veintidós esferas —contó Sebastián.

—¿Entonces te distes cuenta? —pregunta dando la vuelta, dirigiéndole la mirada.

—Digamos que tengo mucho tiempo libre y sigo siendo tu maestro.

—¡Qué quisquilloso! —exclamó—. Solo fallé dos veces, había nieve allá —. Dijo con mala cara.

—Bueno, lo admito, hiciste un buen trabajo —dice Sebastián, y Abigaíl sonrío.

Del helicóptero baja una tripulante, los Torrenders ven a lo lejos a una mujer de vestimenta ejecutiva de color blanco, encima trae una capa negra con la capucha puesta. Hay dos acompañantes que no bajan, visten de túnicas azul oscuro con capas bicolores entre blanco y negro.

—Así que tenemos visita de Nanún —comenta Sebastián acercándose a la orilla.

La mujer subiendo los escalones. Abigaíl la reconoce apenas a medio camino, su pelirrojo cabello sobresale un poco de la capucha. Cuando ella llega hasta a ellos, se acerca la Torrender.

—¡Andrea! —exclamó Abigaíl dando un abrazo.

—Abigaíl cómo estás —responde Andrea recibiendo el abrazo.

—¡La mismísima presidenta de Nanún nos visita! —exclamó Sebastián—. ¡Cuánto tiempo!, a que se debe el honor.

—¡Hola Sebastián!, cuánto tiempo ¿Verdad? —comenta Andrea—. Hace meses que no los veía y no recordaba el frío de acá.

—Y eso que traes puesta la capa térmica —mencionó Abigaíl.

—¿Llegaste sola? ¿El piloto nos tiene miedo? —pregunta Sebastián irónico.

—No exactamente, vine con dos acompañantes. Son androides del País Central —comenta Andrea.

—Entonces llegas de lejos —dice Sebastián.

—Pero no traigo buenas noticias —expresó Andrea incómoda.

—¿Qué pasó? —Abigaíl se preocupa.

—Pues... Verás... —Andrea respira hondo—. Finare cayó a manos de Los Roc Darks.

Cuando escucharon esas palabras Abigaíl y Sebastián, un frío inquietante les recorrió el cuerpo. Finare es el lugar donde crecieron y vivieron toda su vida, en el país hay una ciudad llena de Torrenders, es una noticia que no esperaban escuchar.

—¿Esto está ocurriendo? —Sebastián cayendo sentado hizo una pregunta al aire. Recordando la última vez que vio a su esposa y a su hijo.

—No sé cómo ocurrió, y quisiera saberlo —dijo Andrea triste.

Abigaíl no sabe cómo reaccionar, está inmóvil. Sus padres murieron hace años de una extraña enfermedad y ha estado sola desde entonces, excepto por la compañía de su maestro.

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