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Tormenta, poder y amor

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Sinopsis

Sucedió de repente... En un minuto. En un miserable minuto, Carlisle perdió lo más preciado que tenía: su amor. Tu verdadero y único amor... Arrebatado por su propio error. Nunca se perdonaría a sí mismo y nunca volvería a ser la misma persona de antes. Estaba destrozado de maneras inimaginables.

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Capítulo 1

-Carlisle

Fue todo muy rápido.

Me estaba concentrando en la presa cuando la escuché gritar...

Si mi corazón todavía estuviera latiendo, probablemente se habría detenido en ese momento.

Inmediatamente corrí en la dirección de donde venía la voz, y cuando me encontré con la escena, no pude evitar tambalear hacia atrás. Fue como si mis piernas hubieran perdido fuerza por un largo segundo, como si no pudieran soportar el peso de mi cuerpo sobre ellas.

Su cuerpo yacía abierto en el suelo, su cabeza a unos centímetros de distancia y, de pie frente al cuerpo, estaba la persona que provocó el desastre.

Él me miró con odio y satisfacción, mientras yo, incrédulo, me consumía la desesperación y la angustia.

- Dije…- Su voz era baja, pero venenosa y llena de resentimiento. -Te advertí que me dejaras en paz y no interfirieras en mis asuntos, Carlisle. No escuchaste. Arruinaste mis planes para esta ciudad y además involucraste a esos perros en todo el asunto. Ahora te devuelvo el favor. - Miró el cuerpo y sonrió ante mi cara de asombro.

- Tú... tú... - Sentí que el odio y la desesperación se apoderaban de mí. Eso no puede ser cierto. No podría ser real. No, no, no... ¡Fue solo una pesadilla!

Pero la voz de la conciencia me susurró al oído: los vampiros no duermen.

- ¡Bastardo! - rugí, y en un segundo, mis manos estaban alrededor del cuello del asesino de mi esposa, tratando de arrancarle la cabeza mientras gritaba. Un grito agonizante y desgarrador.

-¡Carlisle! - Era la voz de Edward, pero antes de que alguien pudiera detenerme, le arranqué la cabeza con un último gruñido.

Me volví hacia el cuerpo y caí de rodillas frente a él, mirando los ojos sin vida del amor de mi vida, ahora muerto para siempre.

Siguió un largo silencio mientras la miraba a los ojos.

Escuché llegar a Bella. Algún tiempo después Alice y Jasper, seguidos por Emmet y Rosalie. Podía escuchar sus exclamaciones de horror, pero todos guardaron silencio durante largos minutos, hasta que extendí la mano y cerré los ojos de mi esposa por última vez.

 ¿Pero no es ella humana? preguntó Emmet.

- ¿Y por qué diablos viniste desde Volterra a nuestra puerta? ¡No puede ser una coincidencia! - dijo Rosalie, parecía, con diferencia, la que más sospechaba de la chica.

- Quizás lo sea... - murmuró Jasper.

- ¿Por qué no le preguntamos? - Todos nos volvimos hacia la chica. Tenía los ojos muy abiertos y parecía perdida.

Respirando profundamente una vez, dijo:

- No es casualidad que esté aquí. Vine de Volterra porque me dijeron que te buscara.

- ¿Y por qué dijeron eso? No recuerdo haberte conocido ni haberte visto en la ciudad. - dije, con el ceño fruncido.

- Porque no me conoces. Y ni siquiera te conozco. Ninguno de ustedes.

- ¿Entonces, porque estas aqui?

- Me dijeron que te buscara, que me ayudarías...

Parecía asustada. Por alguna razón, no quería castigarla, pero alejé ese pensamiento de lástima e hice precisamente eso.

- "A"?

- Deshacerse de alguien... ¿verdad? - La persona de la que menos esperaba mansedumbre fue la que habló. Rosalie se acercó a ella y se sentó a su lado en el sofá. Tenía una mirada de… ¡¿comprensión?! - ¿De quién estás huyendo?

Todos permanecimos en silencio, mirándola, hasta que la niña finalmente habló.

- De mi padre. De mi padre y todo su clan.

-Blanco como la nieve

Yo no sabía qué hacer. No sabía si debía decir por qué estaba allí. No sabía si debía confiar en ellos... ¿Y si me entregaban?

Pero pensándolo bien, Demetri no me habría enviado aquí si no confiara en ellos.

- De mi padre. De mi padre y todo su clan. - respondí finalmente. Todos parecían confundidos y la primera persona en preguntar fue un hombre rubio y estricto. Debería ser el líder.

- Su padre...

- Aro. - Lo interrumpo y levanto la vista hacia él. Por primera vez, asumió una expresión que no era arrogante, sino más bien confusa.

- ¿Rinde Vulturi? - Estuve de acuerdo. - ¡imposible!

Era el turno de hablar del chico de pelo rizado.

- Es un vampiro, y...

- Mi madre humana.

- ¿Pero como? Le costaba creer el hecho de que Renesmee era mitad... ¿Tú eres...? - El chico que me ayudó fue el que preguntó.

- Tengo antiguedad.

Todos estaban completamente en silencio, incluso el hombre rígido en la esquina, así que continué.

- Soy mitad humana, mitad vampiro. Mi madre supuestamente murió al dar a luz...

- ¿Supuestamente? - Sabía que el hombre no tardaría en interrogarme, ciertamente no estaba disfrutando mi presencia. Yo sospechaba.

- Bueno, si conoces a Aro, sabes que él consigue lo que quiere a toda costa y luego descarta lo que no es necesario.

- Lo sabemos bien... - Volvió a decir el chico que me había salvado, echando una breve mirada a una mujer de pelo corto y negro sentada a mi lado.

- ¡¿Cómo podemos creerte?! Un completo desconocido del que nunca hemos oído hablar aparece en nuestra puerta con una supuesta historia dramática.

Levanté la vista y volví a mirar al hombre. Mantuve mi mirada fija. Demetri siempre dijo que nunca debía inclinar la cabeza ante nadie y yo estaba dispuesto a seguir su consejo. Y después de todo, no se equivocó al dudar de mí, ¿verdad? Yo mismo dudé de ellos...

Me levanté y caminé hacia él. Pareció ponerse rígido aún más, si eso era posible, especialmente cuando extendí la mano y toqué su rostro. En ese momento, su cuerpo se relajó un poco y parecía no estar allí. Sus ojos perdieron el foco y por un momento pareció inofensivo... Hasta que quité mi mano y despertó de su trance. Me miró y simplemente dijo:

- No sé si tu amigo tenía razón al pensar que podríamos ayudarte.

- Espera un momento… ¿qué amigo?

Rompí el contacto visual con la rubia a mi lado y me dirigí al chico. Tragué fuerte y extendí la mano.

- ¿Puedo mostrarte? - asintió un poco asustado y le puse la mano en la cara, un poco desconcertada por su tamaño.

- Entonces tu don es… ¿mostrar a los demás lo que quieres? - Preguntó la mujer de largo cabello rubio, y yo negué con la cabeza.

- Realmente no sé qué puedo hacer. Dijeron que mis poderes eran... instantáneos. Sólo aparecen ocasionalmente y también son distintos y variados.

- Por eso te quieren, ¿no? - la chica de cabello corto oscuro fue quien preguntó.

No contesté. Nunca me había detenido a pensar realmente por qué siempre estaba encerrada, y ahora que tenía una idea me asusté aún más. ¿Y si esos extraños hicieran lo mismo conmigo? Si intentaran aprovecharse...

No, Demetri no me enviaría a ningún lugar que no fuera seguro, me obligué a pensar.

- Todo bien. Todos hemos pasado por una situación similar.- la chica volvió a hablar y yo, por alguna razón, supe que lo que decía era verdad.

- ¿Entonces seguiste tu intuición aquí? - Me volví hacia la rubia, que ya no estaba tan a la defensiva, pero sí cautelosa, y asintió. - ¿Y crees que podemos ayudarte?

- Lo único que sé es que mi... amigo confía en ti y eso es lo que me trajo aquí. No los culparía si me dijeran que no pueden ayudarme, pero necesitaba comprobarlo. Por el.

- Podemos y te ayudaremos. - Me di la vuelta. Era la mujer de cabello rubio. Ella parecía... entenderme en parte. Fue extraño, porque al principio parecía que ella sería la primera en matarme si era necesario.

- Nos vamos todos. Hemos estado en tu lugar. - añadió la pelinegra.

- Y en situaciones aún peores... - este es el chico que me salvará.

- ¡Puedes confiar en nosotros! - dijo el chico más tranquilo de pelo rizado.

Escuche el silencio. Sólo el hombre rubio no había hablado. Pero finalmente habló, rompiendo el silencio.

- Bueno, entonces creo que deberíamos hacer las presentaciones.

- ¡Sí! - Escuché un pequeño grito proveniente de la chica de cabello oscuro y ella se levantó de un salto, yendo hacia mí y abrazándome. - Mi nombre es Alice.

- Mi Jasper – dijo el chico de pelo rizado desde donde estaba.

- Mi nombre es Emmet, niña de las nieves. - Dijo el chico que me salvará, sonriendo.

- Y la mía es Rosalía. Es un placer.

Les ofrecí a todos una pequeña sonrisa y luego me volví cuando escuché un carraspeo.

- Soy Carlisle. Sea bienvenida.

 Carlisle.

Todos parecían ya estar decididos a ayudarla, no podía simplemente negárselo, así que me mantuve cordial.

- Soy Carlisle. Sea bienvenida.

Ella sonrió y me quedé mirándola por un momento. Fue una dulce sonrisa… ¡No, fue por gratitud!

Aparté la mirada cuando Alice habló.

- ¡Ahora necesitas darte una ducha! Ven, Rosalie y yo te ayudaremos. - Dijo, empujando a la niña hacia las escaleras.

- Tienes que advertir a Edward y Bella. ¡No lo olvide! - dijo Rosalie, siguiéndolas a continuación.

Emmet, Jasper y yo nos miramos fijamente por un momento, hasta que Emmet rompió el silencio.

- ¡Que locura! Yo los llamaré. Creo que es mejor que vengan aquí, no quiero llegar de sorpresa y pillarlos haciendo... - Dejó la sugerencia en el aire con una sonrisa pícara y fue a realizar la llamada.

- ¿Estas de acuerdo con esto? - preguntó Japer sentándose en el sofá.

Me senté en el lado opuesto y simplemente me encogí de hombros.

- Blanco como la nieve.

Alice, Rosalie y yo fuimos a una habitación. Me dirigieron a un baño y cerraron la puerta para darme privacidad.

Respiré hondo, había estado haciendo esto mucho últimamente. Miré mi reflejo en un pequeño espejo; Aún quedaban hojas en mi cabello y con calma las quité. Tenía algunos rasguños en la cara que ya se estaban cerrando. Mis ojos se sentían cansados... podía soportar más que un humano, ¡pero ya llevaba una semana sin dormir!

Mucho había cambiado... Estaba en un lugar totalmente extraño, con gente extraña, en un mundo que era extraño para mí. ¡En toda mi vida solo había vivido con las mismas personas, sin experimentar nunca nada nuevo ni gente nueva! Era mucho para digerir a la vez.

Me quité la ropa y me lavé. Entonces Alice me entregó algo blanco, parecía una toalla y un abrigo al mismo tiempo, y dijo que era algo que debía usar mientras elegía un atuendo. En el dormitorio, ella y Rosalie estaban sentadas en la cama con algo de ropa para que yo me pusiera. Eran pantalones. Nunca había usado pantalones.

- Eso es... yo...

- ¿Qué? ¿Un pantalon? - preguntó Alice y yo fruncí el ceño.

- ¡Dios mío, nunca has usado pantalones! - exclamó Rosalie tapándose la boca con las manos.

- ¿Verdadero? - preguntó Alicia.

Asenti.

- Bueno. Espera un minuto. - Alice abrió un armario y se tomó su tiempo para elegir algo. - Esto se hará por ahora.

Me entregó un vestido sencillo, casi de color melocotón. Probablemente estaba un pie por encima de mi rodilla y sus mangas le llegaban hasta el codo. Era mejor que los pantalones.

Me puse el vestido y Rosalie se ofreció a ayudarme con mi cabello, mientras Alice se iba diciendo que volvería pronto.

- ¿Nunca has salido de allí? - pregunta Rosalie mientras me trenza el cabello.

Sacudo la cabeza en señal negativa.

- ¿Entonces no tuviste contacto con el exterior?

- No.

- Debe ser difícil lidiar con todo esto. - Soltó mi cabello, indicando que había terminado.