Librería
Español

Sus manos de angel

97.0K · Completado
Margarita Rincon
58
Capítulos
65
Leídos
8.0
Calificaciones

Sinopsis

Me equivoque. Nunca debí aferrarme a la idea de que él era perfecto, y que nuestras vidas estarían entrelazadas aun cuando todo se oponía. Aun cuando todo nos separaba, y nos hacía tan distintos, imposibles de mezclar, como el agua y el aceite. El negro de sus ojos era peligro; sus labios eran tentación, su cuerpo era lujuria, eso lo tuve claro desde el momento en que lo vi. Y muy tarde me di cuenta que su corazón era el fuego que dejaría el rastro de cenizas a lo largo de mi vida, unido a las promesas que nunca fueron, ni llegaran a ser. Pero sus manos, esas que me protegieron en incontables veces, y que dejaron huellas impregnadas para siempre en mí, fueron las mismas que me trajeron hasta el punto donde me encuentro ahora. Atrapada en un laberinto de emociones que solo me hace pensar que la única salida es pagar mis pecados. Él sabía que llegaríamos hasta aquí, sabía que no podríamos postergar mi destino por más que nuestros corazones interfieran, porque al final de cuentas él es un demonio y yo una débil mortal. Él está aquí por mí, pero estoy segura que no para salvarme.

RománticoAmor a primera vista AventuraSeductorPoderosoDramaFantasíaNovela JuvenilGuerraSecretos

1. Inicio

Punto de donde parte, nace o surge una cosa.

La alberca estaba llena de personas, desde niños hasta abuelos. Sentados tomando algo refrescante bajo los árboles. Me pregunto, por qué decidí venir mucho antes, cuando no hay ni un espacio para sentarse cómodamente. Deseaba pasar una tarde agradable comiendo golosinas y comida chatarra al aire libre, pero creo que estoy consiguiendo todo lo contrario a lo que planee, en menos de diez minutos. Y no es que me molesten las personas, es solo que hoy no quiero tener que echarme a la piscina a salvar a alguien, solo porque otro lo apachurro en el fondo. Quizá deberían de poner un límite de personas...

El sol brillaba desde mi derecha, en perfecta posición para tomar algunos rayos y calentarme. La alberca está rodeada por un gran edificio, dónde residen los más adinerados. Y nosotros, los clase media, vivimos un poco más adelante, en un pequeño condominio. La mayoría de las casas toda la vida han sido ocupadas por las mismas generaciones de apellidos. Y venimos aquí los fines de semana para descansar y tomar un poco el sol bajo los árboles que se alzan en cada esquinita del césped.

Escaneo el lugar, para empezar a andar hasta la parte de atrás de la alberca y así conseguir un puesto libre en el suelo, tanto como para recostarme y poder dormir a gusto.

O quizá solo poder observar todo mejor desde mi punto.

Encuentro uno lo suficientemente grande como para estirar las piernas, y me detengo.

Bajo el bolso que traía colgado en el hombro y lo lanzó hacia el césped que rodea toda la piscina. Para después sacarme las sandalias y tocar el suelo con las plantas de los pies. A la vez que me hago un chongo en el cabello lleno de rizos castaños, que están desordenados y llenos de nudos. Sintiendo el viento azotar mi cara con fuerza y respirar la libertad que se siente el estar fuera tan cerca la naturaleza. Me pinto una sonrisa en los labios y respiro hondo.

Pequeños cabellos se escapan de mis manos y logran quedar libres cayendo junto a mis orejas, no son tan largos así que no me molesto en recogerlos. Me siento sobre es césped cálido y observo a las personas divertirse, carcajearse y juguetear con el agua, mientras que; algunas gotas frías son capaces de llegar hasta donde estoy, y se siente heladas. Un titiriteo me toma por sorpresa y me abrazo a mi misma.

Ojeo el bolso y saco un par de golosinas, una botella de agua y miro mi teléfono en el fondo sin ningún mensaje, cierro y procedo a destapar de inmediato una bolsa de Doritos, para empezar a comer.

Ahora que las vacaciones se han vuelto tediosas, fastidiosas y un poco solitarias, y al tener un par de días libres en el trabajo, mi única opción es venir a sentarme a observar, como las personas que vienen a la alberca del condominio, se pelean por cosas absurdas, mientras nadie— excepto yo algunas veces, pocas...—. Los escucha parlotear por tonteras que hasta mi gato podría resolver maullando.

Pero el cotorreo es entretenimiento, no?

Me llevo un delicioso Dorito a la boca, y tomo otro saboreándolo. Para luego abrir la botella de agua y tomar grandes sorbos con desespero, la cabeza ha empezado a dolerme, y puedo asegurar que es por solo tomar dos vasos de agua esta mañana.

¡Me estoy deshidratando!

Pues comencemos está historia sobre mí. Había una vez una linda Joven... No, así no. Soy Frida. Y podría decir que soy una chica un tanto... multifacética y extrovertida en ciertos casos. Estudié en un colegio con doctrinas y creencias religiosas que he decidido no seguir luego de graduarme, no porque tenga algo en contra, la verdad no es personal es solo que soy un poco perezosa para creer en milagros, dioses o ángeles malos que viven o no, en el cielo. Hace varios meses que cumplí los veinte y mi único objetivo a largo plazo es terminar la universidad. Es todo lo que tengo en mente y aunque sea muy directa con lo que quiero, me inquieta que aun no pueda descubrir la razón verdadera por la cual existo.

Actualmente solo me dedico a ser salvavidas de lunes a viernes, una salvavidas es aquella persona capacitada y acreditada para garantizar, vigilar, brindar atención médica y rescates acuáticos. Y si, si me siento en una de esas casetas altas para vigilar a los bañistas. El puesto de salvavidas lo tengo porque necesito el dinero, y es un trabajo digamos "fácil", omitiendo que muchas de las víctimas que he salvado han fingido ahogarse, solo para hacerme pasar el ridículo salvándolas.

Solo quiero aclarar que no porque sea salvavidas y me encante estar dentro del agua, me voy a tomar seis litros de agua al día. Soy mas de ignorar mis necesidades por diversión.

— Mi amiga Frida — la voz de Nina llega hasta a mí, y giro el rostro para buscarla. Ella es quién toma los turnos los fines de semana y cuando no estoy disponible para trabajar.

La encuentro caminando hacia mí con el bamboleo de sus caderas dentro del uniforme de salvavidas. Su cabello negro trenzado hasta la punta cayendo sobre su hombro le da un aire de Ninfa del mar. Trae una gorrita amarilla con orejas y eso me saca una sonrisa que termino mostrándole y negando con la cabeza al verla más de cerca. Es muy bonita, con el cabello dorado por nacimiento y la palidez de su piel.

— ¿Dónde encontraste eso? — pregunto en tono burlón y ella se detiene a un paso de llegar junto a mí. Me escanea de arriba a bajo con sigilo como si esperase que no la juzgara, pero sabe que es imposible no hacerlo, cuando es ella quien trae una ridícula gorra con orejitas sobre su cabeza.

— No te burles de mi hermosa gorra, se la cambié a ese niño de allá —lo señala como si ella fuera un niño pequeño siendo acusado de algo que no hizo— Por un flotador de dinosaurio que compré ayer. — se encoge de hombros tranquilamente y no me lo puedo creer.

— Mira nada más...— me carcajeo— Nina, quien podría pensar que tienes ciertas debilidades por las gorras de animales y flotadores de dinosaurios.

Nos reímos tanto que una lagrimita se me escapa solo de pensar en ella, haciendo un trueque, solo por una gorra con orejas. No entiendo como le llaman adultas a este tipo de personas, me incluyo, con personalidad de niño.

Nina es mi vecina, ha vivido junto a mi casa por años, décadas y no se cuanto mas. Pero jamás nos hicimos mejores amigas como en las películas, pijamadas, secretos y maquillaje. Al principio nos odiábamos, como si alguna le hubiera hecho daño a la otra. Luego pasamos a la etapa de que al ser vecinas, debíamos ser amigas. Pero luego al estar tan unidas y no saber respetar el tiempo y espacio de cada una; terminamos siendo una amistad invasiva y empalagosa, fastidiosa y poco fácil de lidiar, así que decidimos alejarnos un poco para no crear más conflictos y evitar dañar los buenos momentos, que pasamos felices juntas. El sol y la noche.

Ahora, un poco de tiempo después, podemos mantener una conversación por horas y luego, no hablarnos en días sin ningún rencor. Al ser hija única, mi apego por Nina se ha hecho grande, y mas que mi amiga podría decir que es mi hermana. Si por mi fuera, estaría con ella todos los días escuchando sus largas anécdotas sobre el amor o las veces en que su hermano le jugo una mala broma, la soledad suele abrumarme muchas veces.

— ¿Hablaste con tu mamá? — pregunta y no entiendo de qué habla. — Para la excursión del campo. La cápsula del futuro con desconocidos. Cuatro días.— me recuerda.

No recuerdo haber preguntado y la verdad tampoco lo haré. Salir con personas desconocidas me da un poco de ansiedad, me pone nerviosa estarme comiendo la cabeza durante horas pensando en si llegaré a agradarle a alguien que siquiera conozco. Buscando la aprobación de un grupo de personas.

—Dijo que no. Y papá, ya sabes, siempre respalda sus decisiones sin chistar. — miento y me siento mal, pero sé que me sentiría peor si estuviera en ese lugar donde no me sentiría cómoda. Y durante cuatro largos días.

Ella observa la piscina por un momento deteniéndose en cada detalle. Al ver que todo va bien con los bañistas regresa a mis ojos y hace un ademan con la mano para que me levante pero lo ignoro y continuo comiendo dulces en el piso.

— Pediré permiso por ti — dice sin preocupación.— le diré a tu mamá que estarás conmigo siempre, y así no estará tan preocupada. Estaremos juntas, todo va a estar bien.

— Preguntaré otra vez. — le digo para que no insista de nuevo y así no comenzar a pelear sin razón como siempre, Nina es muy insistente cuando se lo propone. — ¿Sabes algo de tu hermano?— cambio el tema.

— Ayer escribió y dijo que está muy bien, en su academia le dan mucha comida y buenos abrigos — se ríe — así que su trasero no va a congelarse, puede hundirse...pero no congelarse. También envió algunas fotos. Le proporcionaron el teléfono por unas horas y desde allí pudo comunicarse, esta muy feliz. Tiene muchos amigos y dice que lo tratan muy bien, son personas agradables.

El hermano de Nina estudia fuera de la ciudad para ser un policía en la marina. Tuvimos algo como una cita antes de irse a la universidad, pero no funcionó, creo que el es una versión masculina de Nina. Hubo atracción, pero no química. Me agrada mucho, pero nos va mejor como amigos.

El sol se ha ocultado un poco y luego de conversar un rato mas, Nina se despide y regresa a su silla para vigilar a las personas que se bañan dándoles unas horas mas antes de cerrar la alberca. Yo oculto mis ojos tras unas gafas de sol porque el dolor de cabeza aumenta pero no quiero irme. Quiero seguir escuchando chismes y ver cómo salpican agua sobre mí.

Después de tres horas, a la seis en punto, me encuentro guardando todo dentro de la mochila para desalojar el lugar junto con los otros. Camino hasta el portón de entrada y Nina me pide que la ayude a cerrar la gran reja que cierra completamente la piscina, así que dejo el bolso en la caseta del guardia y procedo a ayudarla. Pone un candado de metal y guarda la llave en su bolso.

— Terminamos aquí — dice y emprendemos nuestro camino a casa.