Librería
Español

Sigue brillando, Julieta.

25.0K · En curso
Mimi
50
Capítulos
198
Leídos
9.0
Calificaciones

Sinopsis

Segunda parte El sueño de Julieta. En su último año en el orfanato, Julieta prepara todo para entrar en la escuela de música más importante del país, donde confía en triunfar y llegar a ser en un futuro una gran cantante. Pero no todo es eso, en su vida suceden muchas más cosas, como seguir enamorada de la persona equivocada y tener que lidiar con ello día a día. Las cosas cambian, cada mañana al despertar un nuevo reto se le presenta y deberá enfrentarse a ello para llegar a lo más alto y también, para saber de una vez por todas que será de su difícil relación.

RománticoDulceChica BuenaProhibidoFelicidadAdolescentesSecretosContratoChico Bueno

Capítulo 1

A tan solo una semana de empezar mi último curso en el orfanato, he debido quedarme con toda la melancolía que hay en él.

El verano ha pasado demasiado rápido y tengo que admitir que ha sido inolvidable. Si tres meses aquí metidos puede parecer aburrido, ya se encarga Lola de solucionarlo. Hemos viajado a la playa, pasando allí varios fines de semana, también hemos ido al campo, acampando alguna que otra noche... y hasta la directora nos regaló una excursión al parque de atracciones.

Ahora pienso en todos esos momentos y no puedo evitar sentirme triste, todo era demasiado bonito para que durase eternamente, así que aquí estamos, a unos cuantos días que empezar el infierno.

A ver, estoy exagerando, nada que suceda dentro del orfanato puede ser malo, todo lo contrario.

— Juli, ¿quieres meterte en la cama de una maldita vez? — Escucho la voz adormecida de Diana — Veo tu silueta ahí pegada en la ventana y me da mal rollo.

— ¿No te da pena que acabe el verano? — Le pregunto, ignorando lo que acaba de decir.

— Pues claro — Se incorpora, y me mira con cara de pocos amigos — Pero sabíamos que este momento llegaría, y que tendríamos que volver a madrugar. Así que haz el favor y déjame aprovechar mis últimos días de sueño. Duérmete de una vez.

Le saco la lengua, intentando no echarme a reír comprobando que cada año es más perezosa que el anterior, hay cosas que nunca cambian.

Por supuesto, no le hago ni caso en lo de dormir, como bien ha dicho, apenas quedan unos días y para mí meterme en la cama no significa aprovecharlos, pero tampoco sé muy bien qué hacer.

El verano me ha servido para mucho, como para dejar atrás algunas cosas o, para ahora que quedan unos cuantos meses, poder pensar en mi futuro.

Antes lo tenía tan claro que no me preocupaba de ello, pero ahora es distinto. He intentado en varias ocasiones subirme al escenario y cantar, ya sea en grupo, con algunos amigos o en solitario... pero en todas esas veces me ha sucedido lo mismo, que no siento nada.

Es una frustración continua: querer hacer lo que más te gusta y ser incapaz. Canto, sí, pronuncio cada palabra, pero sin sentirlo de verdad, como si me subiera ahí para pasar el rato.

Lo que más pienso de todo esto es que en unos días Elías, tal y como prometió, volverá. Y yo seguiré igual, ¿qué pensará al verme? Y, ¿cómo se supone que debo actuar yo ante él? Si se fue pensando en mí, en todo lo que puedo hacer y al volver compruebe que no es que haya mejorado, es que he ido hacia atrás.

Aunque han pasado más de tres meses, no hay un solo día en el que no haya pensado en la caja que me dejó antes de marcharse. A veces he abierto el armario, dispuesta a cogerla y abrirla de una vez, pero luego recuerdo sus palabras, y sé que no debo hacerlo, no hasta que haya alguna razón que me convenza.

— Mira de verdad, así es imposible dormir — Diana se destapa, murmurando en voz baja, seguramente insultos hacia mí.

— Oye, pero si no estoy haciendo nada — Protesto, girándome para ponerme frente a su cama.

— Da igual, Juli — Suspira, calmándose un poco — Sé que estás ahí, pensando sin parar y mirando fijamente al armario, y no estoy tranquila. Eres mi mejor amiga y me preocupo, ¿te acuerdas?

Le sonrío, saltando a su cama para achucharla con todas mis fuerzas. Tiene razón, cada día ha estado a mi lado, escuchándome, aconsejándome, sin rendirse a pesar de que yo no he parado de hacerlo, ella junto a Edgar y Fabio es la que hace que consiga, poco a poco, asomar la cabeza por el agujero donde me encontraba metida.

— Te quiero mucho — Le digo, abrazándola sin parar.

— Y yo a ti — Retira algunos mechones que tenía en mi cara — ¿Sabes que va a volver pronto, no? — Pregunta, suavizando sus palabras.

— Lo sé — Asiento, tragando saliva. ¿Por qué sigo teniendo ese nudo en el estómago cuando ha pasado tanto tiempo? — Por eso pensaba en la caja, quizá él quería que la abriera antes de que vuelva al orfanato.

— No sé — Arruga la nariz — Según me dijiste, él quería que vieras lo que hay dentro cuando supieras que es el momento.

Resoplo, no sé cuándo es ese momento, puede que nunca sepa cuál es y no pueda abrirla, no tengo ni idea de qué puedo encontrarme en su interior, ni la más remota idea. ¿Más cartas? No, lo dudo mucho.

— Hace unos días pensé en algo — Habla ella de nuevo — ¿Quieres saberlo? — Asiento, toda idea o consejo es bueno ahora mismo — Es solo una teoría pero... bueno, él a lo mejor sabía que te sucedería esto, que no serías capaz de disfrutar en el escenario por tu estado de ánimo, que necesitarías esa caja entonces.

— ¿Crees que debería abrirla? — Pregunto con cautela, ella mueve la cabeza arriba y abajo, despacio.

Me levanto, dejándola sobre su cama, sin moverse. Me acerco al armario y siento una mezcla de sentimientos: miedo, añoro, nervios, intriga... abro la puerta y como sé exactamente dónde la deje, no tardo ni dos segundos en tenerla en mis manos.

— Pienso que debes estar sola — Murmura mi amiga.

— Yo también, iré a otro lado — Le sonrío, aunque no creo que me salga de forma sincera — Muchas gracias.

— Estamos para ayudar — Se encoge de hombros — Mañana me cuentas, ¿de acuerdo? — Asiento, saliendo de la habitación.

Durante este tiempo, he tenido consejos de todo tipo. Me he dejado llevar más por Diana, que siempre dice que haga lo que me salga en ese momento, que si quiero llorar, llore, si quiero reír, ría, y tanto como si quiero mandarlo todo lejos o quiero mantenerlo, también lo haga.

Edgar en cambio, piensa de otra manera. Cree que Elías ni merece mi rechazo, ni mucho menos mi odio, cree que las cosas van a ser fáciles cuando vuelva y que podremos tener una buena relación, de alumna y profesor, claro. Y que todo lo demás llegará tarde o temprano.

Por último tenemos a Fabio, a quien tuvimos que poner al día. Es el cuarto miembro del grupo y no merecía estar excluido en esto. Fue Diana quien le explicó cada detalle, y la verdad, no se sorprendió en absoluto. De hecho, nos dijo que cuando nos veía juntos había cosas que no entendía, pero que pensó siempre que eran imaginaciones suyas.

Así que, con todos los consejos agrupados en mi cabeza, salgo por la puerta de atrás del orfanato, más bien me escabullo sin que nadie me vea porque no son horas, y si Lola o cualquier de los profesores me descubre, puedo meterme en un buen lío. Pero algo me dice que tengo que abrirla justo en el mismo sitio donde Edgar me la dio, justo donde hace tres meses y medio escondí mi carta de despedida.

Vuelvo a aquel momento, sentándome y apoyándome en el mismo tronco, con la caja sobre mis piernas. Despego la llave con cuidado, sosteniéndola entre mis manos durante unos minutos, sin estar convencida, aunque pensando que si estoy aquí es porque quiero hacerlo. Tengo que abrir esa caja de una vez por todas.