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Capítulo 10

Ella lo miró con asombro e incredulidad, incapaz de articular palabra. ¿Necesitaba un heredero? ¿Se parecía a una criadora?

¿ Por qué no lo conseguiste con otra entonces? Si necesitabas hijos, había muchas otras mujeres en la discoteca. Podrías haber contratado a una madre sustituta .

Kimberley se secó las lágrimas con furia. Ni siquiera se dio cuenta del momento en que empezó a llorar. Él le había puesto una pesada carga sobre los hombros para su propia satisfacción. Era egoísta.

—No todos estaban destinados a darle un heredero a Lucas Black. Eres simplemente el mejor que existe —dijo , quitándole importancia al tema.

Una vez más, Kimberley lo miró con incredulidad. ¿Se estaba escuchando a sí mismo?

Ella hervía: —Eres una descarada —

—Lo sé, cariño—

—Increíble —

—Lo sé, cariño—

—Desagradable —

—Lo sé, cariño—

—¡ Me muero de hambre! —

El hombre simplemente extendió hacia ella un pañuelo blanco recién sacado de su bolsillo.

—Lo sé, cariño—

Quince minutos después, la camioneta cruzó las puertas de acero, y el hombre le permitió el acceso desde su teléfono. En un instante, el vehículo se detuvo frente a su lujosa villa. Kimberley abrió los ojos de par en par al observar los alrededores. La villa estaba aislada, rodeada de bosque y alejada de otros edificios y fincas. El entorno carecía de color, pero aun así se veía maravilloso. Estaba rodeada de abundante vegetación, con una fuente mediana en el centro.

El conductor bajó, rodeó el vehículo y abrió la puerta. Lucas Black salió primero y luego Kimberley, sin darle al hombre la oportunidad de comportarse como un caballero.

Kimberley pisó el duro hormigón, agarrando a su oso con una mano y mirando a su alrededor como una niña perdida en un entorno desconocido. Una mirada de disgusto cruzó su rostro al ver las entrañas del hombre que estaba detrás de ella.

Él sonrió con sorna al ver lo que ella miraba, mientras que ella no podía creer lo que veía. En la fuente había una estatua desnuda de Lucas Black, hecha de piedra, con abdominales definidos y una sonrisa burlona grabada en sus labios, con agua brotando de su miembro, sosteniendo sus dedos.

Qué narcisista más asqueroso , pensó.

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