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Capítulo 4 : Disparo Al Corazón (Parte 2)

Echó una mirada a mi alrededor, como imaginé, todos están al pendiente de lo que sucede. Demandó con voz fuerte que empiecen a laborar, después me voy a la oficina cerrando de un portazo. Una vez en mi silla giratoria, hago una llamada.

No me tranquiliza saber que pasará al menos una semana sin poder ver a Luna. Necesito comenzar a hacer todo lo que mi padre me pidió, me urge hacerle pagar a la ramera de mi madre su abandono, su infidelidad con ese maldito de Miller.

—Luna —saboreo su nombre, creo que me he portado al margen, pero ya no seré condescendiente con ella.

En cuanto vuelva a Rusia le daré la bienvenida que se merece.

—Señor, Konstantinov —llaman y tocan a la puerta al mismo tiempo.

¿Es que no puedo estar siquiera un segundo a solas?

—Puede pasar, Greenwald —le doy el permiso a mi secretaria Grizela.

La atractiva pelirroja se adentra y se esmera en picarme con su coquetería. Ella cree que muerdo el anzuelo, en realidad soy el que atrapa, a mí nadie me encarcela. Sus expresivos ojos verdosos no tardan en mirarme con dobles intenciones, bate las pestañas de forma seductora. Sus métodos son ridículos, un interludio pasado de moda que no me captura interés. El idilio que tuvimos debe quedarse en eso, una simple aventura, pero ella no lo supera.

—Alek, te traje tu té favorito, creí que te vendría bien. ¿Cómo estás? —inquiere dejando la taza que contiene el líquido humeante, sobre mi escritorio. ¿Debería agradecerle? —. Y aquí están los documentos, disculpa la tardanza, pero no estaría tan atareada si tuvieras una asistente también.

Tiene razón, pero si se enfocara solo en trabajar, rendiría más. Vuelo los ojos sobre la bebida caliente. Doy un sorbo, está como me gusta, no hay duda de que quiere algo. Intuyo que busca lo de siempre: sexo y dinero o solo sexo. Grizela no deja de ser una cualquiera. Doy otro sorbo dándole un vistazo a los folios que ha traído. Al parecer tendré que quedarme hasta la noche revisando todo.

Vuelvo a ella, no dice nada a la espera de que por fin yo le hable.

—¿Qué quieres, Grizela? —Voy directo al grano. Se muestra titubeante, he dado justo en el clavo, su nerviosismo es síntoma de que detrás de sus acciones existen intereses —. Habla o ahora o vete de una vez.

—Yo... Aleksander estoy embarazada —suelta de golpe.

La noticia me abruma, con la mandíbula floja y los ojos abiertos a más no poder me levanto de la silla.

—¿Qué mierda estás diciendo, Grizela? —cuestionó incrédulo, la seguridad se ha extinguido de su ser, puedo apostar que en cualquier segundo se pondrá a llorar. No imagino lidiar con ello. Joder —. ¡Habla! ¿Es una broma?

—No, Alek —ni siquiera es capaz de mirarme. Se muestra temerosa, no puede disimularlo —. Yo tampoco me lo creía, te juro que me cuidé, siempre, pero estoy esperando un bebé.

Se rompe en el llanto.

No iré a abrazarla, su actuación me aturde. Me detengo a reflexionar, no me puedo transformar, ser un monstruo aquí. Pero no permitiré que ese bebé pise este mundo. Eso me ataría a esta aprovechada que de seguro planeó todo para obtener recompensas.

—Grizela, intenta calmarte, siéntate. Todo tiene solución —aseguró.

Ella toma asiento, poco a poco el lloriqueo impertinente se apacigua.

—¿A qué te refieres?

—Hablo de que vas a deshacerte del bebé, te daré el dinero y mantendremos esto entre los dos. ¿De acuerdo?

—Pero...

—Sin peros —advierto con dureza —. Es lo que harás si quieres conservar tu empleo y una vida normal.

Asiente lentamente.

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