Capíyulo 5: ¡Qué comience el show!
Pese a que el plan inicial de Laila había sido pedirle a Michelle que fuera su novio, había cambiado de opinión después de considerarlo un poco. Aunque al final Michelle había terminado ofreciéndose de todas formas.
Soltó un bostezó y se acomodó de lado, no quería darle demasiadas vueltas al motivo por el cual Michelle se había ofrecido. Como había dicho, quizás solo trataba de ayudarla. Con ese último pensamiento en mente se quedó dormida.
A primera hora del día siguiente un mensaje de Michelle llegó a su celular, en él le detallaba que la mesa estaría a nombre de ella y que su ex debía dar su nombre para que lo ubicaran. Laila respondió con un escueto: «Está bien»
Con demasiado deleite marcó el número de Franco. A él no le gustaba cuando alguien más tomaba las decisiones y menos cuando estas iban en contra de sus deseos.
—Franco Basile. ¿Quién habla?
—Laila De Luca.
—Oh, Laila no hay necesidad de ser tan formal. Te tardaste demasiado, esperaba tu llamada ayer mismo.
—Estaba ocupada con algunas cosas importantes.
Franco soltó una carcajada como si le acabara de contar una broma.
—¿Qué podría ser más importante que yo?
Laila podía mencionar una lista interminable, pero jamás acabaría y esa llamada ya estaba tardando más de lo que le habría gustado.
—Sí, como sea. Respecto al almuerzo de hoy, mi novio dijo que nos veamos en Ranieris.
—¿Ranieris? Ya tengo una reserva para cuatro en…
—Lo sé y lamento el cambio de planes. —No lo hacía—. Es tu decisión, de lo contrario ambos tendremos que rechazar tu invitación.
—Ayer no me di cuenta, pero sí que has cambiado.
Sonrió divertida.
—¿Entonces?
—Nos vemos allí a la una. Después de todo, ha pasado un tiempo desde que fui a Ranieris y la comida no está tan mal.
—Excelente, la reserva está a mi nombre. Hasta más tarde.
Terminó la llamada y salió rumbo a su trabajo. Aprovechó la mañana para buscar información sobre Franco. Llamó a algunos de sus contactos y pidió algunos favores.
El error de Franco había sido elegirla a ella. Tenía que escribir un artículo relajado, pero eso no quería decir que no podía hacerle preguntas incómodas y, con la poca información que ya había encontrado, estaba claro que iba a haber muchas de ellas. Después de todo, tal vez escribir ese artículo sobre su ex iba a tener algunas ventajas.
Laila llegó a la hora acordada al restaurante. Desde fuera el lugar se veía bastante lleno.
Entró y se acercó a la recepcionista.
—Buenas tardes, tengo una mesa.
Ella le dio una sonrisa.
—Buenas tardes. Su nombre, por favor.
—Laila De Luca.
La mujer asintió.
—El chef dijo que vendría. —La mujer estiró la mano para llamar a alguien—. Guía a la señorita hasta la mesa privada del señor Ranieri.
Las palabras de la recepcionista la sorprendieron. Michelle al parecer nunca hacía nada a medias.
—Por aquí, signorina.
Laila recorrió el lugar con la mirada. Era la primera vez que estaba allí y le gustó todo casi de inmediato. El estilo rústico utilizado para decoración hacía del ambiente agradable. Lámparas en forma de campanas colgaban del techo y cortinas que parecían del siglo pasado adornaban las ventanas.
—Es aquí —indicó el hombre señalándole una mesa—. El chef le manda sus disculpas, se presentó algo en la cocina, pero estará con usted tan pronto lo solucione. ¿Desea ordenar de una vez?
—Esperaré.
El hombre asintió y se disculpó antes de marcharse.
Franco llegó algunos minutos después. No debería haberla sorprendido descubrir quién era su acompañante, pero lo hizo.
Una muy cambiada Nicol venía colgada de su brazo. Se había hecho algunos arreglos estéticos, sus senos habían crecido unas tallas al igual que su trasero. Resaltaba en el lugar con facilidad.
Mientras los observaba acercarse a la mesa, una sola idea le vino a la mente. ¿Cómo no se había dado cuenta antes lo bien que se veían juntos? Franco, todo petulante mirando a todos sobre el hombro, y Nicol, que sin dificultad pasaba por una mujer trofeo.
Laila jamás habría podido actuar solo como una cara bonita.
—Laila —saludó Franco depositando un beso en su mejilla y colocando su mano libre en su cintura.
No le pasó desapercibido que aun entonces Nicol mantuvo su mano en su brazo.
Se hizo hacia atrás bastante pronto porque la cercanía de Franco no le gustaba.
Nicol la miraba como si no fuera más que una molestia y si era así como la quería tratar, pues dos podían jugar a ese juego.
—Nicol, te ves… —La miró de pies a cabeza y sonrió— bien.
—Y tú te ves igual.
No había duda que no se trataba de un halago, pero fingió ignorancia.
—Lo sé, no es increíble, es como si los años no pasaran por mí. Tengo que agradecerle a mi madre por su buena genética. —Señaló el par de asientos frente a ella—. Pero siéntense, por favor.—. Escuché que estás trabajando para Franco, debió suponer mucho esfuerzo conseguir un puesto en una empresa tan prestigiosa.
Nicol escondió la furia que ardía en sus ojos, detrás de una sonrisa más falsa que su par de tetas.
—Así fue.
—Estoy segura que sí.
El hombre de antes se acercó a la mesa con una botella de vino en la mano y comenzó a servirles.
—El chef envía esto para ustedes. Es de su colección privada.
—No siempre se tiene el honor de que un Basiele visite tu restaurante —presumió Franco.
—Debe ser todo un honor —fingió estar de acuerdo con él.
—¿Y tu novio? —intervino Franco.
—Se unirá a nosotros en algunos minutos, tenía algo que acabar primero.
—Debería saber que es de mala educación hacer esperar a las personas.
—No te preocupes, está aquí cerca.
Franco no parecía muy contento con su respuesta, pero su expresión cambió en un segundo y pronto descubrió el motivo.
—El chef viene hacia aquí. Supongo que viene a averiguar que me pareció la selección de vino.
Laila miró sobre su hombro y vio a Michelle caminar hacia su mesa. Se veía bastante relajado como siempre.
¡Qué el comience el show!
—Eso parece —dijo divertida regresando la mirada hacia las personas frente a ella.
¿Por qué arruinar la sorpresa cuando la estaba pasando tan bien? Nadie tenía la culpa de que Franco fuera demasiado pretencioso.
No era así como se había imaginado que resultarían las cosas, pero tampoco podía quejarse.
—Hola, preciosa —saludó Michelle colocando una mano en su hombro.
Su sonrisa creció al ver la sorpresa en cara de sus acompañantes. Se levantó y miró a Michelle.
—Llegas tarde.
—Me disculpo por la espera.
Él la tomó del mentó y se inclinó para darle un beso fugaz. Al igual que la noche anterior se quedó deseando más y se recriminó por ello.
Cuando se separaron Michelle le dio un guiño mientras ocultaba su sonrisa traviesa antes de darse la vuelta.
Devolvió su atención a sus acompañantes y se contuvo para no soltarse a reír. Franco ya no parecía tan entusiasmado de ver al chef.
Estaba disfrutando demasiado con todo eso.
—Franco, Nicol, les presentó a mi novio. Michelle Ranieri.
—Buenas tardes —dijo él tendiéndole una mano a Franco quien se había puesto de pie—. Es un gusto conocerlos.
—Franco Basile.
Estaba segura que él esperaba una reacción por parte de Michelle, e incluso quizás una reverencia.
—Señorita —se limitó Michelle a saludar a Nicol con un asentimiento de cabeza.
Nicol tampoco parecía muy feliz de que Michelle apenas le hubiera prestado atención. Incluso en la universidad, siempre le había gustado ser el centro de atención.
Todos regresaron a sus asientos. Michelle se acomodó en la silla a su lado y pasó un brazo por encima de sus hombros. Con la otra mano llamó al mesero.
—¿Qué es lo que van a desear? Puedo recomendarles el platillo especial del día.
Franco pidió algo diferente, probablemente solo por llevarle la contra. Nicol en cambio asintió con una sonrisa.
—Nadie mejor que el chef para saber lo que es mejor —dijo con una sonrisa coqueta.
—¿Y qué quieres tú, preciosa? —preguntó Michelle mirándola.
—El platillo especial está bien.
—Sabia decisión porque lo preparé contigo en mente.
Franco esperó que el mesero se retirara antes de hablar.
—Supongo que Laila no te contó quien soy y antes de que las cosas se pongan incómodas preferiría aclarar eso…
—Tranquilo, sé que eres su ex. —Michelle la besó en la mejilla—. Sus gustos han mejorado un montón desde entonces. ¿No crees?
Le dio un codazo y sonrió a Franco a modo de disculpa solo porque parecía ser la reacción esperada.
—¿Qué les pareció el vino? —continuó Michelle como si no se diera cuenta de la irritación de Franco.
