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Prólogo - 2

Parte 2...

Es curioso que hace sólo cinco días, ella había dicho que realmente disfrutaba de su vida con él. Estaban hablando tumbados en el gran sofá del salón después de hacer el amor y él sacó el tema.

Realmente se sentía feliz a su lado. Fellipe era un hombre increíble, con cualidades y defectos, pero juntos lo completaban y lo convertían en el hombre que ella quería para su vida.

Llevaban ocho meses juntos y cada día era tan bueno como el anterior. Algo que no existía entre ellos era el aburrimiento o la monotonía.

Siempre que tenía tiempo libre se quedaba con ella, incluso durante los viajes de trabajo a veces mandaba a buscarla para que pudieran estar juntos y eso le encantaba.

Sólo que ahora no era sólo el sexo perfecto lo que contaba en su relación. Había un punto más importante, que era el hijo que tendrían juntos y que exigía un compromiso más serio que el que ya tenían.

Tendrían que tener una verdadera charla sobre cómo serían ahora, dónde vivirían y todo lo relacionado con un compromiso. Lo amaba demasiado, más allá de lo que pensaba que podría amar a alguien, pero ahora también tendría a su hijo para amarlo.

Se preguntaba en qué acabaría su relación. Qué dirección tomar.

Cuando entró en su habitación, se sobresaltó al encontrar a Fellipe en el armario, secándose el pelo con una toalla blanca y otra atada a la cintura, dejando su hermoso pecho al descubierto.

- Fellipe - se puso la mano en el corazón - Llegas pronto, no te esperaba ahora.

Sonrió y tiró la toalla a un lado.

- Tenía muchas ganas de verte, Ómorfí mou. *

A ella le encantaba que la llamara "mi bella". Poco a poco iba aprendiendo algunas palabras en griego, aunque le resultaba un poco difícil, pero empezaba a mejorar.

Su mirada sobre ella la hizo temblar. Desde la primera vez que la había mirado así, con ese deseo. Y era demasiado bueno, se sentía diferente, especial.

La voz de Fellipe llenó sus oídos. Cuando él la piropeaba se sentía la más bella de todas, aunque en realidad pensaba que era una chica corriente, pero con él era diferente.

Fellipe se acercó a ella y la agarró de la mano, tirando de ella en un fuerte abrazo, pegando su boca a la de ella para un beso largo, lento y húmedo. Como siempre que quería domarla y ella se derretía.

Su cuerpo y su corazón se vieron afectados por su encanto y sensualidad. Un griego típico con su pelo negro como la noche y su piel ligeramente bronceada.

Estar en sus brazos era casi poesía. Siempre le dejaba hacer lo que quería con ella, no se negaba a él y tampoco podía, no podía.

Fellipe tenía los músculos del tamaño adecuado. Su cuerpo torneado y su cuidada dieta y ejercicio lo convertían en uno de los hombres más hermosos que ella había visto.

La apretó contra la pared, frotándose contra su cuerpo y ella dejó escapar un gemido bajo, rendida a su deseo. Le pasó los dedos por el pelo y le dio un ligero tirón.

Fue muy emocionante estar con él.

- Estás demasiado vestida, ómorfí mou*. (Mi hermosa)

Ella sonrió, sabía lo que él quería. Ella también lo quería.

Fellipe comenzó a quitarle la ropa, siempre dándole besos, pasando la mano por su cuerpo y diciéndole cosas al oído que la excitaban y preparaban para lo que iba a venir.

Quería hablar con él, contarle lo que había descubierto, pero el anhelo era grande. Podría esperar un poco para eso. Antes de que pudieran disfrutar del deseo de compartir el placer.

Le quitó el sujetador y prestó la misma atención a sus pechos, ya duros por la excitación. No sabía si era una coincidencia, pensaba que eran más sensibles ahora que estaba embarazada.

Él aún no lo sabía y tal vez cuando lo supiera, cambiaría un poco su forma de actuar con ella durante los preliminares. Tenía muchas dudas que podrían resolverse más tarde, cuando los dos juntos buscaran el consejo de un médico sobre esa parte.

- ¿Me has echado de menos? - le preguntó, subiéndole la falda y sonriendo.

- Por supuesto que te he echado de menos.

- Pues dímelo"- se rió - besando su mejilla.

- Te echaba de menos"- le pasó los brazos por el cuello y dejó que la falda cayera al suelo.

Después de eso fue aún más rápido que las bragas se fueron al suelo. Entre besos y caricias, los dos se dirigieron a la amplia y alta cama y se dejaron caer juntos, rodando sobre el colchón.

Fellipe estaba encima de ella y pronto estuvo dentro de ella, moviéndose apresuradamente, demostrando que realmente la había extrañado. Casi siempre era así cuando se iba por un tiempo.

Ella arqueó las caderas para que él la tomara más. Ella le tiró del pelo mientras él rastrillaba su interior, hambriento de placer. Era una urgencia que incluso la dejaba sin aliento muchas veces.

Fellipe hizo el amor de una manera fuerte, posesiva, casi áspera, pero a ella le gustó. Demostró lo mucho que la deseaba.

A veces era más tranquilo, lo que también estaba bien, pero este modo casi desesperado lo consumía y ella lo seguía. Tenían algo más que sexo. Fue el amor lo que disfrutaron en esa cama.

Se habían encontrado el uno al otro y era algo incluso espiritual. Cora ya no sabía cómo era su vida sin la presencia de Fellipe.

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