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yubelka1234
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Sinopsis

Nat siempre ha sido una chica tímida y insegura toda su vida hasta que llega un momento en que tiene que salir de su zona de confort por ley cuando conoce a El Lobo, uno de los chicos más guapos de todo el condado. Cuando Rosé y Nat van a una fiesta en la playa con los chicos más atractivos de la universidad, no planeaban lo que les pasaría. En las noches de luna llena siempre hay problemas y derramamiento de sangre. Nadie imaginó que El Lobo no era un simple apodo sino que era real. El Lobo protege a Nat, pero ¿para qué? ¿Lo hace por ser su mate o solo es parte de una trampa?

RománticoChico MaloArrogante

1

—Qué calor hace —Rosé, mi mejor amiga, se levanta la camisa de tirantes y se la quita del todo. Solo queda en su bikini. Llevan un traje de baño en completo rojo. —Rojo pasión —me había dicho más antes— Para atraer a los chicos.

En efecto, hacia mucho calor pero no haría como Rosé y me quitaría la camisa. Jamás pasaría. Prefería morirme de calor antes que mostrar mis miserias al mundo.

—¿No te parece que hace calor? —me pregunta. Usaba unos lentes de sol en negros. Rosé era una rubia voluptuosa que dejaba con la boca abierta a cualquiera que le pasaba a la par. Era muy guapa y yo... pues era solo yo.

—Lo hace. ¿Nos metemos al mar? —le propongo con una sonrisa. Hacia calor aquí afuera pero apostaba que el mar estaba helando.

—Me va a echar a perder mi cabello —se queja.

—Rosé, vinimos a la playa a divertirnos y a meternos al mar —le recuerdo. La playa estaba más o menos llena de gente. La mayoría que venían aquí eran de las preparatorias y universidades. Por eso ella quiso venir aquí. Según ella a algún universitario se tendría que ligar.

—Estamos de vacaciones, Nat, tenemos que disfrutar —alega— ya vendrán los días de bañarse en el mar.

—Por si no lo sabes estamos en verano y son los únicos días libres que tenemos para bañarnos en el mar —deje de lado el libro que estaba leyendo y me puse de pie.

—¿A donde vas?

—A meterme al mar.

—¿Sola?

—No veo a nadie más que esté dispuesta a acompañarme. Y mi mejor amiga solo piensa en ella.

—Al menos quítate la ropa —me dice, poniéndose de pie ella también.

—Rosé, sabes muy bien que no me gusta.

Como éramos las únicas que estaban casi cerca del parqueadero, Rosé se puso como loca al ver llegar un auto.

—¡No puede ser! ¡Vinieron! ¡Vinieron! —chilla a lo bajo.

—¿Qué? ¿Quienes vinieron?

—Son los chicos de la universidad. Una vez los miré en un bar y te juro, Nat, que son unos papasitos—se lame los labios. Parecía una niña pequeña mirando al carrito de helados.

El coche que venía entrando era un jeep negro, vidrios oscuros. De el coche salen tres chicos. El primero sale de la puerta del copiloto. Es rubio, alto, guapo y con un cuerpo de ensueño.

Bueno, le daba la razón a Rosé.

El segundo chico salió de los asiento traseros. Era un poco más bajo que el rubio, era moreno, bastante atractivo y también tenía cuerpo de ensueño. Y el último era quien manejaba. Era peli negro, tez blanca, alto y tenía algunos piercings en la nariz y boca y algunos tatuajes en la espalda y en el abdomen.

Era muy guapo.

Si los otros dos eran guapos, éste les ganaba.

—Te dije que eran unos papasitos —repite.

Salgo de mi trance que por alguna rara razón había tenido y me concentro en mi amiga. Me sentía extraña con la presencia de ellos aquí. No sabía por qué.

—Como sea. Nosotras vinimos aquí a pasarla bien, ¿no?

—Déjame ir solo a saludarlos y te prometo que soy tuya toda la tarde —me ruega juntando sus manos.

—No, mejor me voy para que yo no te estorbe —le dije, empezando a juntar mis cosas.

—¡No! Nat, plis, solo cinco minutos y ya —me besa el cachete.

—Esta bien. Pero luego nos mentemos al mar.

Lo dudó unos segundos pero luego asintió.

—Está bien. Tú ganas —me dice yéndose— te saludaré a alguno.

—¡No seas loca! —elevé un poco la voz que hizo llamar la atención de más de alguno. Les sonreí nerviosa y me senté de golpe a supuestamente leer el libro.

Era para disimular.

Miré por encima de mi hombro a Rosé. Estaba hablando con dos de los chicos, mientras que el otro revisaba algo del coche. Se había puesto una gorra pero la usaba para atrás. Llevaba una camiseta sin mangas en negra, era desogada y usaba unos shorts hasta las rodillas. Parecía un chico de los que les gustaba surfear.

Miré el mar ahora, se miraba tan calmo. No había olas, no había marea baja. Solo estaba tranquilo. Y más por eso me quería meter al mar. Si las olas estuvieran enormes yo no me metería. Me aterraba.

Sentía que el mar me llamaba.

—¡Nat! —pero la que me llamaba era Rosé. Apreté los ojos por unos segundos para luego volver a mirar por encima de mi hombro.

—¡Nat, ven! —gritaba como loca mientras agitaba su mano. Fruncí el ceño con total desacuerdo y empecé a negar con la cabeza. Rosé estaba haciendo un escándalo. —¡Vamos, no seas penosa! Es un poco tímida, la verdad —escucho que les dice a ellos.

—¡Rosé! —la regañé.

—¡Entonces ven! —repite, esta vez con más autoridad. Mientras que a mi me ponía una cara de si no vienes te asesino, cuando volteaba a ver a sus amiguitos les sonreía como si fuera el ser más comprensivo del mundo.

Me levanté a regañadientes y empecé a caminar hacia ellos. No tenía pena ni nada es solo que no sabía cómo interactuar ante personas nuevas. Sentía que tenía la mirada de los tres. Aún así mi mirada estaba en el piso, era tan torpe que podría tropezarme con cualquier cosa y hacer el ridiculo.

Cuando llegué donde ellos, al subir un escalón para llegar al parqueadero, me di un pequeño tropezón. Maldije para mis adentros al escuchar una risita por parte de uno de ellos. Se había burlado de mi. El chico de gorra.

—Chicos, ella es mi mejor amiga Nat —me presentó.

—Mucho gusto, Nat —me dice el chico bajo y moreno, dándome la mano— Soy Ángel.

—Hola —dije tímida. Me odié por sonar así, así que carraspeé.

—Yo soy Prenton —me dice el otro chico rubio. Toma mi mano y la besa encima.

Creo que me ruboricé.

—Y él es El Lobo —me dice Rosé en presentación del chico con gorra que se miraba mucho más serio y intimidante pero que ni siquiera me ponía mente. Solo estaba arreglando su carro.

—Le estábamos diciendo a Rosé que si gustan pueden venir con nosotros a otra playa. De hecho tenemos una fiesta allá. Hay bebidas, chicas, chicos y playa privada para hacer lo que queramos. ¿Quieren venir con nosotros?

—Si.

—No —respondí al mismo tiempo que Rosé dijo que sí. La miré mal. —Nosotras tenemos otros planes —le recordé entre dientes medio a lo bajo— Les agradecemos la invitación pero no podemos ir —tomé a mi amiga del brazo con intención de llevarla conmigo.

—Nat, no. Voy con ellos. Si quieres puedes venir —me dice.

—Pero teníamos otros planes —le recuerdo.

—Te prometo que mañana pasamos todo el día juntos. Seré tu esclava mañana. Pero por favor vamos.

—Lo siento pero no podemos ir —me crucé de brazos.

Rosé negó con la cabeza.

—Está bien. No va Nat —les dice a los chicos que estaban atentos a nuestra pequeña pelea ridícula— Pero yo sí hoy —sonríe de oreja a oreja.

—Perfecto —dice uno de ellos dando una palmada. El chico a quien le dicen El Lobo cierra la cajuela del carro y se dirige al asiento principal.

—No puedes ir sola, Rosé. No los conoces. Puede ser peligroso.

—Nat, los conozco y no son peligroso. Mañana llegaré a tu casa pero no me puedo perder de esto —me dice a lo bajo.

—Te esperamos dentro, Ros —le dice el chico rubio, Prenton. Su amigo también se montó.

—En seguida voy. Nat, gracias por preocuparte pero esta oportunidad no me la puedo perder. He pasado todo el verano tratando de ligarme a uno de ellos y esta es mi oportunidad.

Rodé los ojos. Rosé es un caso perdido.

—¿Segura que estarás bien? —inquiero con desconfianza.

No me daba buena espina que se fuera con ellos tres. No sé, a parte de su físico de dios griego y todo se miraba que no eran nada tontos. Se miraban medio extraños. Tenía un sexto sentido que nunca me fallaba.

—Lo estaré —me da un medio abrazo y se dirige al coche.

Mi mirada pasó al Lobo, no sé por qué no me dijeron su nombre. El chico tenía su vista fija en mi, por un momento me puso nerviosa pero luego me dio escalofríos. Y más cuando elevó su mano y en su mano tenía una navaja pequeña. La estaba limpiando.

Abrí los ojos del asombro y sin pensarlo seguí a Rosé.

—¡Espera! —le digo. Estaba a punto de montarse— iré contigo.

—¡Amiga! ¡Sabía que no me ibas a fallar —brincó y chilló de felicidad como Mila chiquita. —Nos la vamos a pasar muy bien.

Rosé se monta al coche y yo también.

—Que bueno que cambiaste de opinión—me dice el rubio— no te vas a arrepentir.

—Estoy segura de que te morirás de diversión —le sigue el moreno.

Y yo no estaba segura de que sí sus palabras eran normales o si tenían un mensaje oculto detrás de ellas. Ellos decían que me moriría de diversión y de que no me arrepentiría. ¿Entonces por qué sentía que me estaba metiendo a la boca del lobo? Quizás no del lobo, pero sí del diablo.