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Capítulo 2. Recuerdos

Por Ivana

—Cuando cumplí 15 años tu mamá me regaló un inmenso peluche, de más de un metro.

—Un oso —dice mi cuñado.

—Un burro —dice mi hermana.

De ahí la confusión…

—No recuerdo el animal que era, solo sé que le puse de nombre Willy, para mi cumpleaños de 15 vino un ratito, porque era parte del grupo de amigos que había invitado, pero él enseguida se fué, iba a bailar a una discoteca.

—Era malo.

—No era malo, simplemente no le gustaba lo suficiente o me veía chica o le gustaba otra clase de chica, una novia que tenía que era inmensa, mediría cerca de 1,75 o 1,80, era muy linda.

—Seguramente vos eras más linda.

Que divina es Any, siempre fiel a su tía.

Me sonó el celular, leí el mensaje y luego me despedí.

—Bueno chicos, otro día sigo con la historia, me mandó un mensaje Ariel, que ya le cambió el parabrisas a mi auto y son 8 cuadras las que tengo que caminar.

—Te quiero.

—Yo también.

Mi cuñado me quería acompañar, Any también quería venir, creo que él necesitaba hablar conmigo, sobre la salud de mi hermana, pero con Any adelante no lo iba a hacer.

Yo pienso que tendría que preparar a los chicos, él dice que hay tiempo, a mí me parece que es más una ilusión suya que tiempo real.

Fuí sola, mi cuñado se quedó, para no dejar tanto tiempo sola a mi hermana.

Esa noche no pude dormir, mi hermana estaba muy desmejorada, yo tenía ganas de llorar.

Puse música para tratar de tranquilizarme.

Hasta que mi mente viajó a lo lejos en el tiempo, se remontó 10 años atrás.

Era un sábado a la noche, sería octubre o noviembre, recuerdo que hacía calor, porque estaba en mangas cortas, yo tenía puesta una remerita color turquesa, ajustada y pantalones blancos, aún más ajustados.

Estábamos Ludmila, Andrea, y otra chica más que no recuerdo quién era y algunos chicos de nuestro grupo, cuando pasó Willy.

Ese día nos saludó a todos, yo casi muero, juro que tenía taquicardia.

—¿Te quedás acá?

Me preguntó.

—Sí.

Dije atragantándome.

—Esperame en la puerta, que ya vuelvo.

Preguntó si podía entrar su moto.

Andrea le contestó que sí.

Esperé como 10 minutos, ya todos habían subido y estaban en la terraza, era un edificio de 4 o 5 pisos, sin ascensor.

Había dos o tres departamentos por piso, eso no lo recuerdo con exactitud, solo recuerdo el color de las escaleras, eran de granito bordo.

Era un edificio en donde vivía mucha gente mayor, por lo cual, siempre que no hiciéramos mucho escándalo, la terraza, por la noche, era para nosotros y la madre de Andrea estaba tranquila que no salíamos a la calle.

Cuando por fin él llegó, yo pensé que ya no volvía, subimos las escaleras, pretendimos llegar hasta la terraza, en las escaleras del primer piso se estaban matando a besos una chica, vecina del edificio, con su novio, en el segundo piso, estaban una chica del grupo, con otro de los chicos, en el tercer piso no había nadie, yo estaba subiendo delante de él.

De repente, me tomó de la cintura y yo me frené en seco, juro que temblaba como una hoja, era él, el chico de mis sueños.

No sé porqué, tengo tan frescos esos recuerdos en mi mente, cierro los ojos y pareciera que estoy viviendo ese momento.

Giro y quedamos a la misma altura, porque estoy un escalón más arriba, él era alto.

Me mira a los ojos y me acaricia la boca, baja su mano y me besa.

Dios, creí que había muerto y que estaba en el cielo.

Luego de ese beso, vinieron infinitos besos más, nos sentamos en los escalones y sus manos no paraban de tocarme, yo me debatía entre dejarlo seguir o frenarlo.

Mi pecho terminó por arriba de la remera, mis pantalones desabrochados, los suyos también, llevó mis manos a su miembro, estaba durísimo, era grande, bueno, a mí me pareció eso, nunca había visto uno en vivo.

Y entre tantas caricias y luego de insistir y besarnos por dos o tres horas, lo hicimos, sí, hicimos el amor, ahí, en las escaleras, debo confesar que se escuchaban gemidos, que provenían del piso de abajo y otros del piso de arriba.

Esos gemidos, también me insitaban a hacerlo, a tener relaciones sexuales.

Creo que en algún momento, nuestros propios gemidos también eran escuchados por ellos.

Era tanta la pasión y el ardor que sus besos y sus caricias me provocaban, que ya no me importó nada, estaba con él, el chico más lindo del mundo y me besaba y me pedía tener sexo, ahora que lo pienso, se comportó como un reverendo hijo de puta, pero en ese momento, yo estaba feliz, me importaba más lo que me hizo sentir, que lo poco que sentía él por mí.

Me usó, pero yo disfruté, sarna con gusto no pica.

Me dolió, estuve incómoda, pero la pasé súper bien, lo hicimos dos veces más, sin enjuagarnos, en los escalones duros y si lo pienso ahora, no tan limpios.

Yo estaba completamente enamorada.

Lo hicimos sin protección y no quedé embarazada de casualidad.

Hoy pienso que es una locura.

Cerca de las seis de la madrugada y antes que se despierten los vecinos y usen las escaleras, era gente grande y se levantaba temprano, no sé porqué esa manía de los adultos mayores de madrugar tanto sin ser necesario, los chicos y chicas se fueron yendo, antes de llegar a cada piso, iban avisando que estaban bajando.

Me subí los pantalones, que estaban manchados de sangre, producto de haber perdido mi virginidad, tenía gotas enormes en la tela, que al ser blanca, se notaba a una cuadra.

Los chicos me miraron ¡Qué vergüenza que pasé!

Willy me guiñó un ojo, me besó y se fué.

No hubo promesas, ni un te quiero, ni siquiera un me gustás.

Tampoco me dijo, te veo mañana, nada de nada.

Una chica, mal intencionada, me preguntó por la sangre en mis pantalones.

—Me indispuse y no tenía las llaves del departamento de Andrea.

Era una excusa perfecta, hasta para la madre de Andrea.

Ludmila, Andrea y yo, supimos que era mentira, pero ninguna de mis dos amigas dijo nada.

Esa noche, ya madrugada, nos quedamos a dormir en su casa.

Se los conté muy bajito, Andrea había debutado, por decirlo de alguna manera, unos días atrás, con Fabian, su novio, y lo había hecho en la terraza del edificio.

Ludmila lo había hecho con un chico que no era de nuestro grupo, era algo más grande que nosotras.

Éramos precoces, claro, es que los celulares no tenían internet o era muy caro, no había mucha más diversión…

No, mentira, nos moriamos por tener sexo.

Con eso nos sentíamos totalmente adultas.

Mujeres libres y sexis.

Teníamos una libertad que tal vez no merecíamos.

Al día siguiente, cuando nos despertamos, Andrea me prestó unas calzas, mi madre no se dio cuenta que tenía ropa distinta, ya que esas calzas, eran del mismo color del pantalón y si me preguntaba, le diría lo mismo que a mi grupo de amigos, me indispuse.

Vuelvo al presente, porque la música pasó de un tema tranquilo a uno muy movido.

Él estaba tan cambiado, se veía más hombre, eran más anchas sus espaldas, hasta me pareció más alto.

Puede ser, los hombres siguen creciendo y creciendo y las mujeres desarrollamos y ahí nos quedamos, con nuestra altura.

Gracias a Dios por los benditos zapatos de tacones altos y las adorables plataformas.

Al menos, en mi caso con mi escasa altura, mido apenas un metro sesenta y tres, me venían excelente las plataformas.

Andrea medía exactamente lo mismo que yo, pero ella decía que medía un metro sesenta y cinco, recuerdo que me daba mucha bronca.

Tonterías de adolescentes.

Ludmila es más alta, debe estar por un metro setenta y dos y era más corpulenta, su busto llama la atención de muchos hombres.

Yo, en cambió, era normalita, al igual que Andrea, pero en mí, llamaba y llama todavía, la atención, mi cola, ahora que lo pienso, éramos muy parecidas físicamente con Andrea.

No sé cómo ella se verá en este momento, porque luego se mudó y la amistad se desvaneció.

Vuelvo de nuevo a mi realidad, al día de hoy.

Ludmila no está en el departamento, debe estar en el departamento del chico con quién sale, según ella no es nada serio, pero creo que está bastante metida y no lo quiere reconocer.

Con la cara de Willy del día de hoy, por fin, me quedé dormida.

Cuando me desperté, tenía la misma sensación en mis partes íntimas como la vez que le entregué mi virginidad a Willy.

Recordando ese momento, estaba excitada y lubricada al máximo.

Sin embargo, creo que Willy nunca supo mi nombre, no le interesó saberlo.

Yo deliraba por él.

El celular me devolvió a la realidad, me perdía en mis recuerdos continuamente.

Era Ludmi, diciendo que nos veíamos directamente en la empresa.

Teníamos nuestro propio emprendimiento, tal vez era más que un emprendimiento, y la verdad, es que nos íbamos muy bien, tenía ahorros suficientes para comprarme mi propio departamento, Ludmila también, aunque ella era más gastadora que yo, no es que yo fuera tacaña, pero no deliraba por cada cosa que se cruzaba en mi camino, queriendo comprarla, como ella que sí lo hacía.

Cada uno gasta el dinero que gana, como le dé la gana.

Estábamos pensando en comprar un departamento a medias y dejar de pagar un alquiler, pero nunca nos decidimos.

El departamento en el que estábamos era muy cómodo y los dueños no lo querían vender.

No era muy moderno, pero sus ambientes eran muy grandes y cómodos, estaba muy bien cuidado y nosotras, que no estábamos en todo el día, lo mantenemos limpio y ordenado, bueno, yo más o menos, eso volvía loca a Ludmila, ella es la señorita perfección y yo soy todo lo contrario.

Pero por lo demás, teníamos gustos parecidos.

Era indudablemente un departamento decorado muy femenino.

Con detalles en animal print en todos lados.

Parecía casi un bulín, o un departamento de chicas acompañantes, por no decir prostitutas, Alguna vez, cuando traíamos algún chico por primera vez, desconfiaba de nuestra actividad, eso nos divertía.

Si a nuestro departamento, le sumamos como nos vestíamos, no es que dudarían, sino que afirmarían que lo somos.

Nada más lejos de la realidad.

Somos dos chicas muy trabajadoras, con título universitario, con un emprendimiento que se convirtió en una empresa mediana.

Teníamos nuestra propia marca de ropa y se estaba haciendo muy conocida.

La llamamos Ludiva.

Era como comenzaban nuestros nombres.

Tratábamos de mejorar día a día la calidad.

Ninguna de las dos estudió diseño de modas.

Yo soy licenciada en relaciones públicas.

Ludmila es Licenciada en administración de empresas.

Pero las dos teníamos un sentido muy activo de la moda.

Nos estábamos haciendo conocer y abriendo camino a pasos adelantados.

Teníamos un galpón inmenso donde se cortan y confeccionan todas las prendas.

En dos oportunidades viajamos a Estados Unidos para ver prendas, para comparar lo que fabricamos nosotras.

Vale decir que nos trajimos las valijas llenas de prendas para nosotras y también para sacar ideas de algunos modelos.

No, no copiamos los modelos.

Solo, en base a algunas prendas, discutimos sobre cómo lo haría cada una de nosotras, la mayoría de las veces nos ponemos de acuerdo.

Teníamos varios locales, algunos en los shoppings más prestigiosos de Capital Federal y del Gran Buenos Aires.

Éramos, las dos, muy adictas al trabajo, debe ser por eso que no teníamos pareja, al menos no fija, porque una pareja siempre requiere tiempo, nosotras no lo teníamos, salvo estos últimos meses, que Ludmina estaba quedándose bastante seguido en el departamento de Walter.

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