Librería
Español
Capítulos
Ajuste

6. No, no me iré.

Josefina no paraba de comer y de reír frente a él, le gustaba mucho escucharlo, hablar, y también observarlo, sobre todo en el momento en que Ricardo se reía.

— Pero esto quedará entre nosotros, mi madre no puede saber que no he ido a la escuela.¿Entonces se irá de nuevo?

Definitivamente, Ricardo no se iría, no ahora que había más motivos para quedarse, que para irse.

— No, no me iré, no quiero hacerlo y menos ahora que he conocido a una ninfa tan bonita.

Roja, así es como debería de lucir el rostro de ella en esos momentos y como no estarlo cuando iba tomada de la mano de alguien como Ricardo, quien no paraba de decir cosas que la hacían, no solo enrojecer, también le despertaba muchas sensaciones que ella jamás creyó experimentar.

— ¿Una ninfa? — preguntó de pronto algo decepcionada, por lo que había dicho, al darse cuenta de que alguien como él no podría fijarse en ella, casi hasta se suelta de su mano

El joven debió anticipar eso y decidió ir un paso adelante.

Ricardo tomó su mano y siguió caminando con ella en dirección a la playa, pero tenerla así de junto a él hacía que su corazón latiera más fuerte, el simple contacto de sus dedos entrelazados hacía que no pudiera evitar la tentación de acercarse más, ni de eliminar esas ganas que había tenido de besarla. Ricardo detuvo su andar y la atrajo contra su cuerpo, pasando un brazo alrededor de su cintura, estrechándola contra él.

— Lo siento, puedes pegarme si quieres.

— Creo... que yo no...—estaba por decirle que no debería de estar ahí, pero la respuesta de él, fue tomarla entre sus brazos, apretándolas contra su cuerpo. — ¿Pegarle? ¿Por qué habría de...?

Su pregunta quedó ahí sin terminar al sentir sus labios sobre los de ella. Josefina quedó indefensa ante ese ataque, por lo que se dejó llevar, disfruto del roce de esos labios, rindiéndose ante él.

Después de decir aquello él, la besó y no fue un beso delicado, fue un beso lleno de pasión, de ganas, de todo aquello que le había hecho sentir en un solo día y que ninguna otra mujer le había hecho experimentar, un beso en el que parecía querer desgastarle los labios y querer atrapar la lengua y quedársela para él, porque si debía recibir un castigo por eso, al menos que hubiera valido la pena.

— Ya... Puedes golpearme — Aseguró mirándola a los ojos, pero sin soltar ningún poco su agarre porque no podía, porque cuanto más tiempo pasaba con ella más posesivo se sentía.

Ella no podía ni hablar, mucho menos respirar tras el beso, es más, lo único que atino a hacer fue abrazarse a él.

— Yo... yo no podría golpearlo.

La mantuvo así, apretada contra su cuerpo, abrazándola, sabiendo que le sería muy difícil soltarla ¿Realmente existían los flechazos de los que tanto se había burlado y estaba experimentando uno? Suspiró y besó su frente antes de separarse solo para tomar su mano y hacerla entrar en una tienda.

Ella no podía pensar en nada, que no fueran los brazos de ese hombre alrededor de su cuerpo, su calor, su olor, todo él tenía a Josefina sin saber que hacer o cómo actuar, lo único que deseaba era que siguiera manteniendo así de esa manera. Pero sobre todo que volviera a besarla.

— Quiero que elijas al menos dos bañadores, uno para hoy y el otro para que tengas de repuesto, no es bueno que te bañes con esas ropas, se transparenta todo y cualquiera podría verte — le explicó— Luego elige lo que te gustaría llevar hoy, cualquier cosa que siempre hubieras querido ponerte y no pudiste o no te dejaron y por último cualquier prenda de ropa que te guste, te compraré todo lo que quieras.

— Yo...

Mordió sus labios antes, sus palabras que más que palabras Josefina las escucho como órdenes, pero a diferencia de otras veces no le molestó en absoluto, no era como cuando la regañaban en la escuela por golpear a algunos de sus compañeros que intentó propasarse con ella o cuando su madre le ordenaba hacer cosas.

No, esto era diferente, muy diferente, es más, deseaba complacerlo, aunque eso supondría tener que esconder esa ropa de su madre.

— No tiene que comprarme ropa...— murmuró; aun así, hizo lo que el joven Ricardo le había pedido, escogiendo un vestido de flores azules que realzaba el color de sus ojos, un par de sandalias que hicieran juego con él, un par de trajes de baño uno de cuerpo completo y otro de dos piezas y que observó que él había visto, también tomo un par de gafas de sol junto a un gran sombrero ancho para cubrir su piel blanca del sol.

— No tengo que comprarte ropa, pero quiero hacerlo, voy a salir mucho contigo y quiero que no sientas que no puedes salir conmigo por no tener que ponerte, así que si te compraré ropa, para que podamos salir, porque me gustas y eres muy bonita. — se alejó tras darle un beso en la frente, y decirle esas palabras, dejando que ella eligiera a su gusto, tratando de recomponerse sin éxito, se acercó a la dependienta mientras Josefina estaba en el probador y puso varios billetes sobre la mesa, luego se inclinó hacia ella.

— Cierre la tienda solo para nosotros hasta que nos hayamos ido, no moleste escuché lo que escuche y no haga preguntas.— la dependienta no dijo nada, cada que había dinero de por medio, sabía que no había opción, a menos que deseara tener una vida corta y difícil, por lo que solo asintió a lo dicho por el joven, dejándose caer en una silla tras su mostrador.

Ricardo se acercó al probador y justo en ese instante ella salió con el traje de baño, por lo que él no evitó repasarla exhaustivamente con la mirada.

— ¿Te gusta? — le preguntó mostrándose tímida al salir del probador con el traje de baño de dos piezas puesto.

Sentía que su corazón latía muy rápido mientras él la observaba, estaba impaciente por escuchar lo que tenía que decir sobre su aspecto, no solo su corazón parecía estar fuera de control, el calor de su cuerpo se había incrementado, estaba segura, ya que sentía su piel arder y no solo la de su cara, sino cada cm de piel que él observa con detenimiento.

— ¿Que si me gusta?— la empujó hasta el interior del probador y cerró la cortina a su espalda para acorralarla entre su cuerpo y la pared mientras acariciaba su cuerpo semi desnudo, esa piel suave y tersa que se moría por recorrer no solo con sus manos, también con su boca.

— Yo... yo...

Estaba por entrar y cambiarse cuando él la empujó hacia dentro y empezó no solo a tocarla, sino también a besarla.

— Párame tu Josefina porque yo no puedo...

Desabrochó la parte de arriba de su traje de baño para verle los senos, tiernos, juveniles, perfectos y no se detuvo, allí se inclinó a lamer uno mientras acariciaba el otro con los dedos.

No sabía cómo reaccionar o decir, jamás había estado así con nadie, tampoco quería ofenderlo, no sabía nada, además su toque no era algo que le desagrade, todo lo contrario le provocaba sensaciones que no deseaba que pararan, al mismo tiempo que su cerebro parece gritarle que eso no estaba bien.

Trato de empujarlo, sin la fuerza necesaria como para que él lo notará, es más, se aferró a sus hombros para no caerse.

— Yo... yo no sé cómo pararlo…

— ¿Has estado antes con otro hombre?

Por un lado, odiaría la idea de que hubiera estado previamente con alguien más, pero, por otro lado, si era así no se contendría y la follaría allí mismo.

— No puedo resistirme a ti, no puedes pedirme que pare…

— No he estado con nadie de esta forma...

Reconoció con la voz afectada y bajita.

¿Se arrodilló entre sus piernas y la empujó sobre la silla para acariciar esas largas y torneadas piernas, como podía ponerlo tan duro, como podía ser capaz esa chica de hacerle perder la cordura así?

— Por favor Josefina solo voy a hacer algo que te va a gustar, te lo prometo.

Le quitó la parte de abajo del traje de baño y acomodo cada una de sus piernas en los brazos de la silla, jodida visión que casi hace que se corra, al tenerla así, completamente abierta para él, algo asustada, pero entregada, había algo en la entrega de las mujeres que lo excitaba mucho.

Josefina cerró sus ojos por fin, rindiéndose a lo que estaba pasando, disfrutando de su toque hasta que llegó a esa parte de su cuerpo que nadie había tocado jamás.

— No... espera... por favor… Nadie…— ahí quedó su queja, muerta al salir de sus labios un leve gemido de placer.

Ricardo quería saber todo de ella, por la que no dudo en preguntarle.

— ¿Alguna vez te tocas aquí? No me mientas.

— separó sus labios con dos de sus dedos, descubriendo ese pequeño botón rosado y virginal que ella poseía entre sus piernas mientras acariciándolo lentamente, notando como esa zona iba adquiriendo un tono rosado poco a poco por sus caricias.

—¿Lo haces así? —volvió a preguntarle al ver que ella no contestaba, alzando su mirada y maravillarse más con la visión que ella tenía en ese momento.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.