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Placer Rentado (+18)

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Sheyla García
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Sinopsis

Thea Michaels, huérfana, hija de una madre irresponsable, que no pudo proteger a sus hijos de la vida dura. Viéndose sola con su hermano, sin nadie que la ayudara, vendió su virginidad para pagar la renta y que su hermano no quedara en la calle. Después de eventos traumáticos, que nada podía hacer para evitarlos, Thea pierde todo lo que era importante para ella, y comienza a vender su cuerpo para llenar el vacío que lleva en su corazón. Un día el Diablo tocó a su puerta. Y ella lo dejó entrar

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CAPÍTULO 1 -Primera vez-

Hace 10 años

—Ábrete para mí, niña. —Su voz me resulta grotesca. Asimismo, su cuerpo es el triple que el mío.

Abro mis piernas. Sin medir su fuerza, entra en mí sin reparo.

Tengo las lágrimas al borde de los ojos.

No puedo llorar, no voy a llorar. Mi sexo arde y me molesta.

«Él es grande», me lo repito todo lo necesario.

No puedo creer que mi primera vez con un hombre sea a los dieciocho años y que él me está pagando para entrar en mi cuerpo.

Comienza a moverse.

No sé ni cómo se llama, no me interesa.

En el instante en el que salga de este cuarto de hotel jamás tendré que volver a verlo.

Estoy desnuda bajo su cuerpo.

Se quitó la correa y los pantalones, el bóxer aún está en sus rodillas. Parece que no lo siente porque se mueve con fuerza dentro de mí. Dice cosas que no logro comprender. Está ebrio, lo sé porque yo misma me encargué de darle más de diez tragos de vodka a la roca.

Miro el cabezal de la cama, el cual se mueve con cada embestida del tipo dentro de mí. Choca contra la pared y hace que me duela hasta la vida.

Cierro los ojos y las lágrimas comienzan a bajar.

Mi hermano menor vuelve a mi memoria. Nunca sale de mi cabeza, solo se oculta avergonzado cuando mi mente se pone sucia.

Mi Joshua, mi pequeño Joshua.

Es lo único que tengo.

Huérfanos de padre y madre, sobrevivimos gracias a mi trabajo como camarera en el bar del hotel donde justo hoy entrego mi virginidad a un gordo horripilante y maloliente para poder pagar la renta de este mes.

Todo sea por mi hermano de seis años.

El tipo se tensa dentro de mí. Me imagino que acaba de venirse. Le puse yo misma el preservativo; estaba trémula, pero él ebrio y con poco sentido ni cuenta se dio de que jamás se colocó uno. Es solo una transacción física, no me afecta más de lo que me dolería perder a mi hermano por no poder mantenerlo.

Siento que sale de mi cuerpo y se quita el plástico que envolvía a su ya flácido miembro.

—Gracias, niña —escucho que me dice.

Me levanto de la cama y me bajo el vestido. No sé dónde están mis bragas, tampoco me preocupan. Solo quiero salir de aquí.

El hombre extiende una papeleta de cien dólares y yo salgo despavorida del lugar.

Dejo a un hombre satisfecho y a mi virginidad en un cuarto de hotel.