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Obra de AMOR 3

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Aligam
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Sinopsis

Di el primer paso y lo besé, su lengua encontró la mía, mi corazón latía contra el suyo. Me mordió el labio inferior y arqueé la espalda, pero no había anticipado que mi polla chocaría con la suya, me estremecí y gemí en sus labios, su agarre apretando mi cuerpo. Sus manos bajaron por mi camisa y pasaron dentro de mi carne caliente contra la suya, el contraste habitual que provocaba escalofríos. Sus labios descendieron, besó mi cuello, mi omóplato. Con un dedo jugueteó con los pezones, arqueé más mi espalda, hasta que me dolió y cuando sus labios llegaron al borde de la camiseta me miró. Pero no tuve tiempo de decirle nada porque el timbre de su teléfono nos hizo saltar a ambos.

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Capítulo 1

Le sonreí, él agarró mis caderas y me acercó a él.

- Buen día. - Yo dije

Entonces lo miré mejor, le puse las manos en la cara y le dije: — ¿ Me equivoco o te está escupiendo la barba? —

— Espero que estés equivocado. —

No fue a comprobarlo, se acercó y me besó, me puse de puntillas.

Sus manos bajaron hasta mis muslos, me levantó y contuve la respiración, me hizo sentar en el lavabo. Luego, con sus manos a los lados de mi cuerpo, continuó besándome donde se había detenido antes.

— Orión. — Le devolví la llamada y levantó la vista.

— No quiero decepcionarte, pero tengo hambre. —

Apoyó la barbilla en mi hombro y se miró en el espejo.

— No me sale la barba. dijo , tocándose la barbilla.

— Entonces debí haber visto mal. —

Soltó su agarre sobre mi cuerpo y un momento antes de voltear le pregunté: — ¿ Desde cuándo duermes sin camisa? —

—Anoche hacía calor. —

—Debió haber al menos grados bajo cero. —Exageré .

— Sí, pero eres un radiador viviente. —

Empecé a reír.

Me miró todo el cuerpo y sentí que otra vez me ardía: — Y luego dormiste en shorts. - continuo.

— Me olvidé de lavar mi pijama y solo encontré estos. —

Fui a la cocina, preparé un té como de costumbre, no esperé a que se enfriara y me quemé la lengua.

Llegó después de unos minutos y por la forma en que miró su reloj supe que era tarde, me eché a reír.

- ¿ A qué hora sueles despertarte? —

- Pronto. —

—Anoche nos acostamos tarde. — Me justifiqué.

Se sentó frente a mí y desayunamos.

Apoyé mis piernas sobre las suyas.

— ¿ No puedes quedarte quieto? —

- No. -

Recordé cómo habíamos pasado la noche anterior.

.

Era muy tarde, afuera las luces de la calle se estaban apagando. La luna iluminaba lo poco que podía antes de quedar cubierta por las nubes.

Me estaba poniendo mi pijama, que en realidad no era pijama porque llevaba una camiseta holgada y pantalones cortos porque usar jeans para dormir estaba fuera de discusión.

Abrí la puerta después de cepillarme los dientes. Orión siendo más rápido se había lavado delante de mí y no lo esperaba frente a la puerta de hecho salté.

- ¿ Has cambiado? —

me preguntó, vi su silueta apoyada en el marco de la puerta, me miraba con los brazos cruzados.

— Sí. —

Apagué la luz.

Permaneció en silencio por un par de segundos, no entendí el porqué de todo ese silencio.

Luego sus manos se detuvieron en mis caderas y me acercó a él. Su cuerpo chocó con el mío.

Me puse de puntillas pensando que me besaría, pero en lugar de eso me levantó.

Contuve la respiración. Me levantó y después de mirarme puso sus brazos alrededor de mi cuerpo.

— ¡ Orión me bajó! Me

quejé, pero él no quitó las manos de mi cuerpo. Continuó abrazándome.

- Esperar. —

susurró junto a mi cuello, mi cuerpo cubierto de escalofríos. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, escondí mi cabeza en su hombro e inhalé su aroma.

Empezó a caminar por la casa en la oscuridad.

- Enciende la luz. Sé cómo encontrar mi camino en la oscuridad, terminarás lastimado. Dije

, pero él me presionó.

" Shh ",

me golpeó el aliento. La caminata desde el baño hasta mi habitación no fue larga pero caminó a paso de tortuga.

No había mantas en el sofá, a pesar de que le dije que se acomodara para dormir.

- ¿ Duerme conmigo? -

Yo pregunté

- ¿ Usted no quiere? ¿O tenemos que trasladar el sofá a tu habitación? — por la noche se mostraba más sarcástico e insoportable que de costumbre.

— Te haré dormir en el suelo. —

Lo amenacé

— Entonces dormirás conmigo. — dijo

— En el suelo. — precisó, me eché a reír.

— En cualquier caso, solo sentirás frío sin camiseta, también serás mi colchón. —

— Por supuesto que no, te congelarás junto a mí. —

Orión golpeó su pie contra algo y maldijo tan fuerte que probablemente todo el vecindario lo escuchó.

Me eché a reír. Me tapé la boca con una mano para amortiguar mi risa.

- Mierda. — respiró, después de inclinarse por el dolor. Me reí pero en su lugar habría hecho caer el cielo.

— No te rías, idiota. —

me reprochó.

- ¿ Estás herido? —

Le pregunté sin dejar de reír.

No me respondió.

— Es tu culpa, debiste encender la luz. -

Él suspiró.

— ¿ Quieres ver cómo me lastimé? - Me pregunto.

— ¿ Qué haces ahora, me estás golpeando contra la esquina? — Lo provoqué, se detuvo y una de sus manos se movió sobre mi cuerpo.

Me pellizcó.

Me retorcí de dolor. Maldije.

— Eres malvado. - Yo dije

Me reí de nuevo cuando perdió el equilibrio porque me estaba moviendo.

— Aidan, quédate quieto. —

— Me lastimaste, sádico. —

— Yo sería el sádico, todavía te ríes porque me lastimé. — marcó ese "yo"

—Y qué puedo hacer si no quieres encender la luz. —

Me pellizcó de nuevo.

— Eres un desalmado. —

Se detuvo frente a la cama y sus manos recorrieron mi cuerpo, me colocó en la cama y él encima de mí. Verlo tan cerca de mi cuerpo hizo que el corazón se me subiera a la garganta.

- Dejar de reír. —

me regañó, me tapé la boca con la mano y escondí la cabeza en la almohada.

— Si no dejas de mirarme así no podré hacerlo. - Yo dije

Al no recibir respuesta alguna por su parte, aparté la almohada de mis ojos y él siguió mirándome sin decir nada.

- ¿ Te ofendiste? ¿Quieres que consigamos el botiquín de primeros auxilios? -

Yo pregunté

Él no me respondió, sentí sus manos moverse a lo largo de mi cuerpo, y demasiado tarde entendí sus intenciones.

Empiezo a hacerme cosquillas.

Y lamentablemente también me hacían cosquillas en las manos.

— ¡ No, Orión! —

Arqueé la espalda, comencé a retorcerme como un poseso y tuve que taparme la boca con el codo porque sino habría despertado a todos.

Comencé a patear pero él logró limitar mis movimientos bloqueando mis piernas con sus rodillas.

Intenté detenerlo por todos los medios, pero no me escuchó. Le rogué que parara, tenía lágrimas en los ojos. Me quedé sin aliento.

Tomé su rostro y lo acerqué al mío. Sonrisas en sus labios.

E inesperadamente se detuvo cuando mi lengua encontró la suya. El sonido de nuestros besos llenó la habitación, mi respiración era corta y la suya tranquila.

Me alejé.

- Malvado. — Lo acusé

Miramos la hora en su teléfono, nos habíamos pasado toda la tarde riendo y ya era tarde, muy tarde. Probablemente vendrían y nos lo contarían a la mañana siguiente.

— No más cosquillas. — establecí

Se acercó a mí. Su aliento se encontró con el mío.

—Basta de risas. —

susurró cerca de mis labios, tragando un trozo de saliva.

Se inclinó hacia mí y me besó.

.

Miró algo en su celular y cuando notó que yo lo miraba fijamente preguntó: — ¿ Qué es? —

— Tengo que ir a buscar el teléfono. - Yo dije.

- Yo te acompaño. —

Terminamos de desayunar y cuando se levantó vi que llevaba una camiseta diferente.

— ¿ De dónde sacaste esa camisa? —

— Lo traje como respaldo para la escuela. — Asentí, le pasé la taza de té y le dije que si no quería se podía preparar un poco de café.

Fui a cambiarme.

Esa mañana hacía más frío que de costumbre, caminaba descalzo y el suelo estaba helado. Mi cuerpo siguió temblando.

— Orión, ¡¿dejé mi sudadera ahí?! —

Grité con la esperanza de que me escuchara, pero no obtuve respuesta.

Intenté llamarlo nuevamente pero no escuché nada.

¿Pero es posible que se haya quedado sordo?

Abrí la puerta del baño y lo encontré parado frente a mí, sudadera en mano.

— Generalmente se responde cuando alguien hace una pregunta. —

Me lo arrojó y luego se fue.

Cambié rápidamente.

Regresé y lo vi mirando por la ventana, en ese momento no pude entender por qué estaba mirando las nubes.

Cuando me vio, se acercó.

- ¿ Vamos? — me preguntó, asentí.

Cogió las llaves del coche, entramos y en el camino nos pararon para echar gasolina. Mientras tanto encendí la radio y le di una probadita de mi concierto diario, un poquito porque me dolía la garganta.

— ¿ Pero de dónde viene este frío hoy? — Me quejé, me apreté los hombros en mi sudadera y él cerró la ventana.